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—Un problema tras otro—
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La mañana siguiente volvió a hacer la misma historia desorganizada y poco saludable de las últimas semanas, con la única diferencia de que esta vez quien me despertó fue el teléfono de la casa — a quien maldije de la misma forma en la que hice con el timbre la mañana anterior—. Cuando por fin me había decidido levantarme a contestar, el aparato ya había dejado de sonar. No me pregunté exactamente quien había sido porque ya lo intuía puesto que ya eran casi las once y media —demasiado tarde para ser normal— y en las calles ya se podía escuchar las llantas de los autos pasar lentamente por la carretera.
Farlan no tardaría en llegar.
Suspiré sin querer enfrentar el mundo aun, ya habían sido varios días en lo que había optado por encerrarme en el interior de mi casa, que a pesar de verse opaco y solitario, era el único lugar seguro al que podía recurrir hasta que todo el revuelo de mi "verdadera identidad" pasara a segundo plano.
Dejando a un lado los nervios y más que todo la duda acerca de si salir o no, me vi a mi mismo de camino al baño para tomar una buena ducha —una rápida ya que tiempo era lo que menos tenía en ese instante—. Tras salir, secarme, ponerme lo primero que encontré en el ropero —una camiseta gris, pantalones de mezclilla y encima un abrigo bastante cálido y una bufanda de color negro— y tras darle una última mirada molesta a toda mi habitación desordenada fui directo a la cocina a tomar un analgésico, fue entonces que escuché el —y no me cansaré de decirlo— molesto timbre resonar por toda la casa.
Tragué con dificultad la pastilla y fui a abrir enseguida. No me sentía del todo bien, no estaba tan mal como el día anterior pero la molestia de la gripe aun persistía con fuerza, mis manos las sentía frías pero mi rostro era una historia totalmente distinta. Mis mejillas estaban rojas a causa de la fiebre que me había tomado desprevenido hoy al despertar y mi cuerpo lo sentía débil y todo adolorido. Una mierda de enfermedad; la odiaba.
— ¡Levi! —tan pronto como abrí la puerta Izzy se lanzó a darme un fuerte abrazo— ¿Cómo estás? ¿Estas mejor? ¿Aun te duele la cabeza? Ayer nos dejaste preocupado a todas...—
—Estoy bien, Izzy. No te preocupes...—
—Traje unos cuantos limones—me interrumpió elevando una funda con el logo del súper— Me han dicho que si los cortas en rodajitas y le pones miel encima ayudan a que pase el refriado mucho más rápido.
Sonreí levemente mientras asentía—Gracias.
—No te ves bien. —dijo de pronto Farlan. Recién había notado que estaba de pie a un lado de Isabel. Se veía igual de preocupado— ¿Aun quieres ir? Porque si no te sientes bien podemos postergarlo para cuando la enfermedad pase, Levi.
Negué con la cabeza mientras me acomodaba la bufanda—Estoy bien. Solo es un resfriado pasajero, además ya me tomé una pastilla para el dolor así que no veo problema alguno en ir.
Bueno, sabía que probablemente no fuera un resfriado pasajero. Casi nunca me enfermaba con este tipo de virus —por no decir que hace tiempo que no lo hacía— pero ahora de la nada lo había agarrado y no tenía de otra más que aguantarlo. Además algo me decía que esto también fue culpa mía porque cuando Eren cogió el refriado me advertía que no me acercara demasiado para que no salga contagiado también pero yo no le hacía en absoluto caso. Una, porque no creí que podría enfermarme y dos, porque el idiota de Eren era demasiado tierno y romanticón como para evitar acercarme a él hasta que se curara.
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Amigos con Derecho
FanficLa vida de Levi se regía por tres reglas fundamentales. 1) Nunca beber cuando estabas acompañado solamente de Irvin y Hanji. 2) Nunca ser el pasivo de la relación ¿Como pudo en una sola noche romper dos reglas? Y terminar en una extraña relación con...