17. Malentendido

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La pregunta claramente había sorprendido a Peter porque abrió tanto sus ojos que estaban a punto de salirse de sus órbitas, por un momento me sentí tonta. Quise ser atrevida pero me parecía que no había causado el efecto que quería porque Peter me miró con ternura. Quería causar algo más que ternura en él.

—¿Quieres estar a solas conmigo? — preguntó en un susurro.

Bajé la mirada y asentí, de repente me sentí tímida y muy acalorada. Peter llevó su mano a mi barbilla y con un ligero movimiento levantó mi rostro, estaba sonriente y sus ojos brillaban como nunca antes los había visto brillar. Tal vez era la oscuridad que hacían resaltar el brillo o quizás el momento. Se acercó para presionar sus labios en la comisura de los míos.

—Estaré encantado de pasar.

No perdimos tiempo, bajamos del coche y tomamos el camino de piedras que llevaba hasta el pértico de la casa. Abrí la puerta principal, por dentro todo estaba oscuro. Sentí que Peter me tomó por la cintura y los dos entramos a paso decidido, justo cuando cerré la puerta, Peter hizo que me pusiera frente a él y comenzó a besarme con entusiasmo. Los nervios que por un momento me hicieron sentir insegura quedaron en el olvido. Los besos de Peter se hicieron más intensos, acariciaba mis labios como si no los hubiera besado en mucho tiempo, pero al mismo tiempo derramaba dulzura al besarme. Yo sólo me dejé llevar, dejaba que él me guiara. Comenzó a besar mi mentón y luego mi cuello, sus labios en ese lugar causaban que me estremeciera. Sus manos se presionaban contra mi espalda y pronto se encontraban bajo las chaquetas que me cubrían del frío. Pasé una mano por su cabello y lo tomé de la nuca para acercarlo a mi cuerpo. Quería sentirlo más cerca de mí, si es que eso fuera posible. Sus labios volvieron a mi boca para repartir caricias tan sensacionales que estaba perdiendo la cabeza, Peter mordía y besaba mis labios de una forma espectacular, jamás había experimentado un beso como esos. Necesité apartarme unos momentos para tomar aire y despejar mi mente, aun así quedamos demasiado cerca. Podía sentir su aliento combinándose con el mío, estábamos agitados pero no cansados.

—Quédate esta noche —susurré.

La oscuridad me impedía ver su verdadera expresión por lo que no me moví, esperando una respuesta. Era una locura lo que le pedía, pero quería que aceptara. Pasar la noche con él sería toda una experiencia. Sus manos se movieron y tomaron mi rostro, apartaron mi cabello, luego volvió a besarme. Iba a tomar eso como un sí. De repente Peter me cargó, pasó sus brazos por debajo de mis piernas e instintivamente me aferré a su cuello. El movimiento tan repentino me había hecho soltar un pequeño grito.

—¿A dónde me quieres llevar en brazos?

—A tu habitación — solté una risita nerviosa —¿Me equivoco?

—No, ese es un buen lugar en la casa.

—Ahora, si no quieres que nos caigamos de camino a tu habitación deberías de encender las luces —me susurró en el oído para luego morder mi lóbulo.

De nuevo no pude evitar soltar mi risa nerviosa.

—La oscuridad es romántica.

—No dirás eso cuando estemos en el hospital.

—No te caerás —le di un besito en los labios —yo te guío.

Mis instrucciones sirvieron, además de que nuestros ojos ya se estaban acostumbrando a la oscuridad, por eso no tuvimos problemas en llegar a mi habitación. Un gran ventanal dejaba entrar la luz de la luna, así que no estábamos totalmente a oscuras. Peter se sentó en la cama, y yo quedé a horcajadas sobre él. Me sentí atrevida, por segunda vez en esa noche, y fui yo la que buscó sus labios. Bastó otro roce de nuestros labios para hacerme estremecer, parecía que sus besos tenían alguna droga porque me estaba volviendo adicta a esos labios y además me dejaban atolondrada. Simplemente era fantástico besarlo, no podía describirlo de alguna otra manera.

Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora