39. Ciega de ira

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Las manos me temblaban tanto que no podía sostener la fotografía con firmeza. No sabía si sentía sorpresa, dolor o furia por el descubrimiento. Todo este tiempo Bruno pretendía ser mi padre, proclamaba su amor hacia mí, de lo orgulloso que se sentía de tenerme como su hija y que siguiera sus pasos. Después de todo por fin comprendía la razón por la que a veces me trataba como un estorbo. Yo no era su hija.

—¿Angela? Pensé que el desayuno ya estaría listo —escuché como la voz de Peter me hablaba pero no podía responderle, estaba conmocionada.

Agaché la cabeza y me dejé caer en la silla tomando un suspiro entrecortado.

—¿Te encuentras bien? — corrió hacia dónde estaba y me tomó el rostro con ambas manos.

—No, creo que acabo de descubrir que Bruno no es mi papá.

—¡¿Qué?!

—Todo este tiempo me engañó, me dijo una sarta de mentiras para quedarse conmigo, me obligó a ser parte de su organización —conforme hablaba sentía como la furia me consumía por dentro.

—No entiendo, Angela.

Le tendí la fotografía a Peter y luego le señalé los papeles delante de mí. Estaba furiosa, por las mentiras y el engaño, porque Bruno me había mantenido en un mundo de fantasía y lo peor es que no tenía intenciones de decírmelo. No sabía que razones tuvo para ocultarlo pero se me podían ocurrir centenares, entre ellas alejarme de mi verdadera familia para él tener una heredera.

—¡Voy a matar Bruno, juro que voy a destruirlo! — declaré, y no mentía —. Todo tiene sentido ahora, la forma en como me maltrata, me grita, en la que piensa que no soy suficiente, ni si quiera me creía. Yo no pertenezco a esta vida y de una vez por todas me tiene que dejar ir.

—Debes tranquilizarte, tal vez haya una razón por la cual él no te lo dijo. ¿Por qué no nos enfocamos en averiguar algo de estas personas? — Peter era la voz de la razón pero yo no lo iba a escuchar, mucho menos en la situación que me encontraba.

—¿Te refieres a mi verdadera familia? Ni si quiera se han molestado en buscarme.

—Tal vez no sean de este país, tal vez creen que moriste...

—Lo único que quiero Peter es ir con Bruno, ver su cara de horror cuando sepa que descubrí su secreto, decirle muchas cosas que me estoy guardando y abandonarlo para siempre.

No estaba pensando con claridad, sólo veía una salida a mi destino fatídico y no quería desaprovecharla. Tal vez era la única forma de abandonar esa vida, para convertirme en alguien más, alguien que jamás pensé llegar a ser. Así que no podía perder el tiempo razonando de forma global, pensando en las posibilidades de la historia, de cómo terminé siendo la hija de Bruno Nardi.

Peter me miró a los ojos por lo que fueron largos segundos, yo estaba decidida y él sabía que no había nada que pudiera hacer para detenerme. Suspiró y se frotó las sienes, entonces se hizo a un lado para que yo pudiera pasar.

—Te veré luego — me despedí, él ya no me miraba.

—Sabes que estás actuando impulsivamente, ¿verdad?

—Si no, no sería yo.

Se volvió a mí con expresión indignada.

—Ve a descargar tu furia con Bruno, después hablamos.

No entendí porque él se comportó de esa forma conmigo pero no le tomé mucha importancia, estaba cegada por la conmoción y el enojo. Bruno iba a escucharme y luego no había otra opción más que ser libre.

Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora