No sabía exactamente la hora pero era de noche cuando llegué a Brooklyn, una noche oscura y densa que podía asustar a cualquiera. Nadie le había prestado atención a la chica con el maquillaje corrido, el cabello húmedo y sus zapatillas en la mano, en Manhattan siempre hay gente excéntrica que se vuelve parte de la ciudad. El viaje en metro me pareció más largo de lo que en realidad era y durante todo el camino sólo había estado pensando en la decisión estúpida que había tomado.
El pavimento bajo mis pies dolía así que cuando cruce la puerta del bar y mis dedos se encontraron con el azulejo perfectamente colocado para formar un piso colorido sentí mucho alivio. Algunas personas se giraron a verme pero no fue más que un vistazo para saber quien era la recién llegada. Sin decir una palabra y sin mirar a nadie corrí en dirección a la puerta de atrás. Debían estarme esperando, debían estar preocupados... pero en cuanto estuve en el sótano los gritos que daba Bruno no eran de preocupación.
—¡¿Cómo es posible?! —el grito provenía de la sala principal. Ese era mi padre, sacando su furia.
Tragué en seco, antes de entrar en la sala apreté los puños y tomé una bocanada de aire, infundiéndome valor. De antemano sabía que era una mujer muerta. La mano me tembló al momento de querer abrir la puerta, volví a tomar aire para calmarme y abrí la puerta con sumo cuidado. La sala estaba en silencio, todo el mundo estaba mirando directamente al centro del lugar dónde mis amigos se encontraban frente al jefe. Él estaba rojo del coraje, sus cejas casi se tocaban de tan fuerte que fruncía el ceño, y apretaba los puños fuertemente. Un hábito que yo también había tomado, para no perder el control. Me estremecí. Sentí mucho miedo, pero tenía que enfrentarlo, algún día tendría que hacerlo.
Carraspeé para hacerme notar entre las personas y de inmediato las miradas fueron a mí. Bruno me lanzó una mirada asesina y debo admitir que me dolió.
—¡Tú¡—me señaló —Acércate.
Tragué en seco nuevamente, me pasé una mano por el cabello y caminé hacia él.
Jo, Hayden e Isaac se apartaron para abrirme paso hasta él. Las demás personas miraban la escena pero pretendían estar haciendo otras cosas. El fracaso de la hija del jefe era toda una noticia. Llegué hasta donde estaba mi padre y él me tomó por los hombros con un poco más de fuerza que la necesaria.
—¿Cómo es que fracasaste en tu primera misión? —su mirada se clavó en la mía, él podía sentir mi miedo.
—Estoy bien, gracias. No me hicieron daño —respondí irónicamente y él me abofeteó.
Un respingo general pudo escucharse en la sala.
—¡No me contestes así, soy tu jefe! –me dijo aun enojado.
Bruno podía perder la paciencia muy fácilmente, de pequeña recibí nalgadas cuando hacía una travesura y muchas llamadas de atención, nunca tuve un trauma por eso simplemente era disciplinado y yo fui una niña rebelde. Para estos tiempos yo estaba acostumbrada a su mal carácter y no me sorprendía su golpe, no quería justificarlo pero entendía el porqué de su reacción, lo había decepcionado.
Me sobé la mejilla. Tenía unas increíbles ganas de llorar en esos momentos, pero no podía, tenía que aguantarlo. Si me ponía a llorar el regaño iba a ser mucho peor. No debía mostrar debilidad, de ninguna forma. Yo iba a ser su siguiente líder, no podían verme así.
—No fue mi culpa —dije tragándome el nudo en la garganta.
—Es tu responsabilidad, te lo dije y te lo repito: Tu misión, tu responsabilidad.
ESTÁS LEYENDO
Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }
RomantizmAngela estaba en un dilema, apoyaba a su familia o estaba en su contra. Para ella la familia siempre había sido lo más importante. Antes, sin ningún titubeo, ella hubiera dado todo por ellos, estaba dispuesta a todo lo necesario por protegerlos, men...