Me pasé el resto de la tarde sacando dinero del banco, tenía acceso a mi cuenta y a una que otra cuenta de Bruno. Saqué lo suficiente para poder irme y establecerme en un lugar por unos cuantos días.
Cuando llegué al aeropuerto ya era de noche, el lugar estaba abarrotado de personas y éstas caminaban de un lado a otro de forma rápida. Nadie estaba en calma ahí. Estuve atenta a mi alrededor, tal vez alguien podía reconocerme y no quería comenzar un escándalo en ese lugar tan público. Caminé por dónde pude, esquivando a las personas y luchando contra mis maletas.
A pesar de que había bastante gente sentí que alguien iba detrás de mí, un estremecimiento que me recorrió la columna vertebral así que me detuve y miré sobre mi hombro pero nadie estaba ahí. Tal vez de verdad me estaba volviendo loca. Tenía los nervios de punta por todas las situaciones por las que había estado pasando.
Aún con la sensación de que alguien me observaba en la distancia, me formé en una de las filas para pagar mi reservación. Mi turno llegó, puse cara de preocupación y me acerqué a la recepcionista.
—¡Dios mío, por favor ayúdeme! Hice una reservación para un vuelo para esta noche y lo perdí. Hay algún otro vuelo para el mismo destino, esta misma noche. Necesito estar allá — comenté fingiendo estar desesperada.
—Permítame señorita, déjeme ver si puedo solucionar su problema.
Esperé a la joven, no podía dejar de mirar hacia todos lados porque la sensación de ser observada no desaparecía. Ella llegó tiempo después con mi solución.
—Viaja a Italia pero sólo tenemos vuelos directos a España. También tenemos vuelos con escala pero...
—Quiero el de España. Es perfecto.
La señorita me miró extraño pero obedeció a mi indicación y se puso a teclear mis datos en su computadora.
—¿Vuelo redondo?
—No, sólo de ida por favor —tragué en seco, jamás iba a volver.
Sí, quería ir a Italia. No se me ocurrió otro lugar para escapar pero estando en Europa podía movilizarme con facilidad. Por eso opté por el vuelo a España, si alguien me vigilaba lo despistaría porque en cuanto pusiera un pie allá tomaría un tren o un autobús a Italia. Era pan comido.
Tenía un apego especial a ese lugar, siempre creí que era parte de ese país, que era mi segundo hogar pero ahora lo visitaría sabiendo la verdad. Tal vez sería extraño, había aprendido las costumbres, el idioma, la cultura porque pensaba que eran mis raíces, ahora eso ya no tenía sentido pero el país siempre tendría un gran pedazo de mi corazón.
Me dieron mi boleto y fingí que me moría de felicidad. Después de darle un efusivo agradecimiento a la chica procedí a documentar mi equipaje. Cuando estuve sin maletas me sentí más cómoda, lo malo es que iba a tener bastante tiempo libre antes de mi vuelo.
Deambulé un rato por el aeropuerto, la idea de quedarme sentada en un lugar con mi cabeza llenándose de pensamientos no me era muy agradable y por lo menos mientras caminaba me distraía con las tiendas.
De nuevo la sensación de estar siendo observada mi invadió, esta vez me quedé quieta y no me giré para buscar a alguien que seguramente me estaba imaginando. Me estremecí otra vez y entonces sentí unas manos en mis hombros. El corazón se me detuvo en ese instante y tragué audiblemente.
—¿España? —esa voz, su voz. Abrí los ojos con sorpresa y me giré de inmediato.
Peter me sonreía de lado y me miraba con ojos brillantes.
—¡¿Peter?! ¿Qué haces aquí? Tú... no... —balbuceé.
—Puedo estar aquí, no hay nada que me lo impida.
—Ya te lo dije, nada hará que me quede.
—Lo sé, por eso voy contigo.
Jadeé.
—¡No! No vas. Yo no...
—No Angela, no digas que no me amas, no digas que ya no quieres amarme. Eso es mentira, lo vi en tus ojos mientras lo decías, lo vi en tus lágrimas cuando estabas por irte. Tú y yo sabemos que lo que dijiste no es verdad, me querías hacer creer que ya no te importaba. Así que ya no sirve que lo repitas, odié que lo dijeras no necesito volver a escucharlo.
—Peter...
—No me importa lo que me pase, yo quiero estar contigo siempre.
—¿Sabes que es un viaje para nunca volver? ¿Qué pasara con tu papá? ¿Qué pasara con tu universidad? ¿Qué pasara con tus sueños?
—Le expliqué a papá que tenía que seguirte, que mi lugar era contigo a pesar de todo. Él sólo pudo decirme que jamás me había visto tan feliz como me vio contigo y aunque no le parece mucho que abandone todo, él me dejó tomar mi decisión. Sólo me dijo que me cuidara y que me comunicara. Papá sabe cuidarse, estará bien.
—Y... la universidad.
—Al diablo la universidad y mis sueños. Yo no quiero esos sueños si no estás tú en ellos. Sé que antes tuve mis dudas, que tu vida era un caos y algo con lo que yo no estaba de acuerdo, pero después me di cuenta que no podía vivir sin ti y te lo reitero, no puedo vivir sin ti—acunó mi rostro en sus manos—. Te necesito a mi lado, te quiero a mi lado, para compartir mis sueños.
Abrí la boca pero luego la cerré. ¿Cómo le decía a Peter que no cuando él venía y me daba todo ese discurso? Me tapé la boca y comencé a llorar, no sabía si de emoción o de alegría. En ese momento me di cuenta que muy en el fondo, una parte de mí, deseaba que Peter se fuera conmigo.
—Yo...
—Deja de poner excusas Angela. No hay vuelta atrás, yo te sigo.
—Soy peligrosa.
—Tú me salvas y yo te salvo —se encogió de hombros sonriendo ampliamente.
Me reí. Entonces no aguanté más y me abalancé sobre él en un abrazo que me regresó a la vida. Hundí mi rostro en su cuello y lo estreché contra mí con fuerza.
—Nunca, nunca más voy dejarte —le repetí muchas veces.
—Ni yo, no lo haré.
Y de repente nuestras bocas colisionaron en un beso apasionado, dónde el mundo a nuestro alrededor dejó de existir y creamos nuestro propio universo. Peter me levantó del suelo y sostuvo mis piernas con sus fuertes brazos. Estábamos fundidos en un beso que sellaba la promesa de nunca volverse a apartar.
—Te amo, lo haré siempre —dije contra sus labios.
—Te amo y eso no cambiará — susurró.
Volvimos a besarnos con desesperación, ajenos a lo que a nuestro alrededor ocurría. Pero entonces una voz en los parlantes del aeropuerto se escuchó interrumpiendo nuestro intercambio de caricias.
—Pasajeros con destino a España, favor de pasar a sala de abordaje.
—¿Tienes boleto? — le pregunté a Peter apartándome con brusquedad.
Me colocó de nuevo en el suelo y de su bolsillo sacó un papel. El boleto de avión de la misma compañía y con el mismo destino. Sonreí. Él me estuvo espiando todo este tiempo.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? Nunca vamos a volver —pregunté por última vez.
—Lo estoy —respondió.
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Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }
RomansaAngela estaba en un dilema, apoyaba a su familia o estaba en su contra. Para ella la familia siempre había sido lo más importante. Antes, sin ningún titubeo, ella hubiera dado todo por ellos, estaba dispuesta a todo lo necesario por protegerlos, men...