"Un día más en mi falsa vida" pensé esa mañana al despertarme. No, no era un ningún tipo de drama adolescente. No me refería a no encajar en el mundo y tampoco aparentaba ser alguien que no soy para ser aceptada en un grupo, yo de verdad vivía una vida totalmente falsa. En primer lugar porque mi nombre no era Angela Hunter, mi verdadero apellido era Nardi; en segundo lugar, mi padre no era un famoso y multimillonario empresario dueño de la mitad de edificios de Manhattan, en realidad él era un traficante de drogas, el afamado y temido Bruno Nardi, buscado en más de veinte países incluyendo los Estados Unidos; y en tercer lugar, yo era la heredera de tan magnífico y peligroso negocio, quien tomaría las riendas del imperio que mi padre había creado.
Era el primer día de clases después de las vacaciones de verano y regresaba a la secundaria solamente para cursar mi último año. No sentía nada especial por ese hecho. Para las personas este último primer día era emocionante, sus expectativas sobre las últimas experiencias de la secundaria eran altas, ansiosos por dar el paso grande directo a la universidad. Yo no tenía otra opción, al cumplir los dieciocho dejaría la escuela para dedicarme solamente al negocio de mi padre, para el cual ya me encontraba entrenándome. La sangre italiana de los grandes capos corría por mis venas, estaba innato en mí ser parte del crimen. Nunca se me preguntó si quería hacer algo más puesto que mi destino ya estaba escrito en la mafia. Al ser la hija única de un narcotraficante no hay nadie más que se encargue del negocio.
A pesar de disfrutar la escuela ya no me agradaba tanto estar ahí, poco a poco estaba perdiendo el interés de fingir. Quería que terminara pronto.
Me desperecé y salí de mi cama. Tenía que comenzar a alistarme ya que tenía que conducir hasta Manhattan, dónde se encontraba mi escuela. No era que Queens se encontrara del todo lejos de la isla pero contaba con veinte minutos en coche para llegar hasta ahí, si el tráfico no estaba mal, y todavía tenía que prepararme.
La enorme casa en la que vivía estaba en completo silencio, algo normal ya que la mayoría del tiempo me encontraba sola. Eran raras las veces en las que mi padre se pasaba por ahí, prefería quedarse en su oficina. Prácticamente yo era independiente, de vez en cuando Jo me ofrecía su departamento en la ciudad pero la idea de compartir habitación con ella e Isaac, su novio, no me gustaba. Prefería darles privacidad. No me quejaba de la soledad en cambio la disfrutaba, pero de vez en cuando sentía por unos mínimos segundos la necesidad de la compañía, ideas que descartaba de inmediato.
Después de tomar una rápida ducha y vestirme con el uniforme de la escuela, que consistía en una falda a cuadros de color azul marino con rojo, acompañado de una blusa blanca, corbata roja y saco azul marino, tomé mi almuerzo previamente preparado y salí de mi casa para subirme al coche. Un elegante audi de color negro. Aprendí a conducir desde muy pequeña por lo que cuando cumplí los dieciséis me moría por mi permiso de aprendiz y lo obtuve en el primer intento.
Di un largo suspiro mientras me encontraba en el tráfico matutino, podía ver el mar y los edificios característicos de la ciudad de Nueva York alzándose en la distancia. Amaba la ciudad, amaba ser parte de ella. Nunca me atrevería pensar en abandonarla, era mi hogar.
La escuela Luxington se encontraba en pleno Manhattan, siendo parte de una de las tantas escuelas para chicos de familias adineradas. Sólo los chicos ricos ingresaban, en el caso de no tener una fortuna los chicos ingresaban ahí gracias a una buena beca. Se decía que contaban con un excelente programa académico y se caracterizaba por formar a sus estudiantes para ingresar en las mejores universidades del país. ¿Entonces por qué estaba ahí si no iría a la universidad? Mi padre quería que fuera una chica lista, que aprendiera todo lo necesario y básico, cosa que pude haber aprendido en casa sin ningún problema, por esa razón estar inscrita en una escuela privada tenía otro propósito. Desde el primer día mi padre me ordenó mandar la escuela, tener a todos comiendo de mi mano, si podía liderar una escuela yo estaría lista para tomar el negocio familiar. El propósito se cumplió, lo logré. Fue fácil volverme la chica más popular pues era extraño que algo o alguien me intimidara, fui subiendo de nivel, tuve que mentir y traicionar. A mí sólo me importaba el poder y demostrarle a mi padre que lo hice. Así que siendo mi último año de la secundaria yo seguía mandado en Luxington.
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Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }
RomansAngela estaba en un dilema, apoyaba a su familia o estaba en su contra. Para ella la familia siempre había sido lo más importante. Antes, sin ningún titubeo, ella hubiera dado todo por ellos, estaba dispuesta a todo lo necesario por protegerlos, men...