31. El Jefe

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La ciudad de Culiacán era algo que nunca había visto pues la ciudad no tenía muchos edificios, no podía distinguir cuál era el centro ya que nada sobresalía. Era un lugar cálido, un poco seco, con el cielo despejado dónde de repente se esparcían algunas nubes en forma de borrego.

Nos seguimos guiando con el GPS para encontrar el lugar "La lomita" que al parecer era una Iglesia de la Virgen de Guadalupe, imagen religiosa famosa en México. No estábamos lejos por lo que en cuestión de minutos estábamos al pie de las escaleras, como me había dicho Joel, estas subían la loma hasta llegar a las puertas de la iglesia.

—¿Y ahora? — cuestionó Peter mirando hacia todos lados, en posición de alerta.

Me deshice del cinturón de seguridad y pasé al asiento de atrás de la camioneta hasta llegar a la cajuela. Pasé mi pequeña maleta hasta el asiento y busqué entre mis cosas, saqué un vestido negro con blanco, unas medias y unas botas de tacón de aguja, al fondo encontré lo que quería.

—Toma, la pondrás en la ventana cuando terminemos de cambiarnos— le extendí la tela blanca y él, aunque dubitativo, la tomó.

—¿Por qué...?

—Me pidieron que usara una tela blanca en la ventana para identificarnos, pero espera a que nos cambiemos. Tal vez sólo esperan la señal y debo estar presentable cuando nos encuentren— hablé atropellando las palabras y yendo de nuevo al asiento trasero —. Toma, debes ponerte esto.

Le pasé el traje de mi padre que se encontraba colgado en un gancho y cubierto por un forro negro. Estaba impecable, sin ningún tipo de pelusa o mancha, y esperaba que le quedara a Peter.

—Vas a hacer el papel de mi guardaespaldas, mantente siempre callado y atento. Si quieres decirme algo te acercas a mí por mi espalda y me susurras al oído.

—Correcto.

Le di un beso rápido, no sabía si íbamos a tener privacidad así que no sabía cuándo nuestros labios iban a volver a unirse. Me di la vuelta y empecé a quitarme la ropa demasiado rápido, no era la primera vez que cambiaba mi ropa dentro de un vehículo pero eso no descartaba el hecho de que fuera difícil. Me deshice del sostén y de repente sentí una humedad familiar en la espalda. Un beso.

—Lo siento, no me pude resistir — susurró en mi oído —. Me quedé embelesado viendo tu silueta.

—No es lugar para algo como eso — me giré sólo un poco logrando ver su rostro cerca del mío.

—Lo sé, no lo pude evitar — besó mis labios con una ligera y sensual caricia, despertando a mis terminaciones nerviosas pero me esforcé por apartarme, no era momento para perder la cabeza.

—Es peligroso perder la cabeza en este momento, Peter

—Valdría la pena arriesgarse — guiñó.

Me mordí el labio y sacudí mi cabeza, volví a darle la espalda fingiendo ignorar sus insinuaciones.

En silencio terminamos de cambiarnos, mi vestido se ceñía a mi figura, era negro hasta la cintura y después cambiaba de color a blanco, simulaba ser un traje de dos piezas. La parte de arriba no tenía ningún escote pero llevaba mis hombros descubiertos. El vestido cubría mis rodillas sólo un poco. Al estar calzándome las medias supe que no las soportaría así que sólo me puse las botas que llegaban debajo de mi rodilla. Tomé un saco negro y cubrí mis hombros y espalda. Solté mi cabello y tomé uno de mis mechones para pasarlo por la mitad de mi cabeza, luego lo sujeté con pequeños pasadores. Me maquillé apresurada y sólo lo necesario, cubrí bien mis ojeras y mi boca la pinté de color rojo. En mi cabeza coloqué un sombrero negro de ala amplia pero de copa redonda.

Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora