30. Conversaciones de Carretera

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Unos golpecitos en la puerta hicieron que saliera de mi sueño, los abrí poco a poco y me pasé las manos por el rostro repetidas veces. Los golpes en la puerta no pararon.

—¡Voy, un momento por favor!— grité lo más fuerte que pude.

Tenía la boca reseca y la sensación de haber dormido por mucho tiempo. Tomé el móvil que se encontraba en el suelo y me quedé paralizada cuando vi la hora. Eran las cinco de la mañana. Maldije y me levanté de un salto del sillón. Me había quedado dormida.

—¡Estúpido despertador! — exclamé para después abrir la puerta, Peter estaba ahí con la maleta en la mano.

Hice una mueca.

—Buenos días hermosa, ¿te desperté?

Me sentí mal en el momento que me dio ese saludo pero estaba enojada por haberme quedado dormida y permitir que él llegara para irse conmigo. Asentí y lo abracé por la cintura, Peter me dio un beso en la coronilla.

—Buenos días — respondí a su saludo.

—¿Estás bien? — claramente Peter había notado mi disgusto.

—No, porque estás aquí y no quiero que vayas conmigo — me aparté de él y lo miré con el ceño fruncido —, no puedes ir Peter. Iba a irme en la madrugada para impedir que fueras conmigo.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—Cariño ya tuvimos esa discusión, no voy a dejarte ir sola.

—Peter, ¿quieres que te maten?

—Daría lo que fuera por ti, incluso mi vida.

Mis ojos comenzaban a ponerse acuosos de la impotencia que sentía, no quería que le hicieran daño, no quería exponerlo, él necesitaba estar a salvo y su determinación no me lo permitiría. ¿Cómo impedía que se subiera conmigo? ¿Cómo lo engañaba para quedarse?

—No uses esas cosas cursis, Peter. Me estás dañando, me duele que hagas esto — lo encaré y él también fruncía el ceño.

—Y tú no uses el chantaje.

—¡No es chantaje! Es la verdad, me importas y no quiero que te pasa nada, si te paso algo jamás me lo perdonaré.

Peter iba a volver a tomarme en sus brazos pero me aparté, me metí de nuevo a la casa para tomar lo último que hacía falta para el viaje, después pasé por la habitación de papá para llevarme un traje. Si él iba a ir tenía que tomar la postura y el disfraz de un Nardi. Cuando volví al vestíbulo Peter se encontraba cabizbajo, me dolió el corazón de verlo así pero me dolía más que tomara este riesgo conmigo. Pasé a su lado y llevé a la camioneta el resto de las cosas que había sacado de la casa.

—Pásame tu maleta — le dije secamente.

Él de inmediato me la tendió y sin mirarlo la tomé para acomodarla entre mis cosas. Cerré la cajuela con fuerza, prueba de mi enojo con Peter y de la impotencia que sentía. Rodeé la camioneta y me monté en ella para conducir. Pronto, y sin decir ni una palabra, Peter se subió del lado del copiloto. Nos sumimos en el silencio mientras encendía el coche y esperaba a que se calentara.

—Puedes arrepentirte todavía, Peter. Yo sólo intento protegerte, por favor, bájate.

—Yo también lo intento, los dos estamos intentando protegernos, no puedo bajarme y dejarte a tu suerte. Aunque me odies, no lo haré.

Una lágrima resbaló por mi mejilla y la limpié con rudeza, puse el coche en marcha y partimos. Iniciaba el viaje, ahora mis nervios no sólo eran por el hecho de negociar con un líder peligroso e importante, sino de tratar de mantener a Peter con vida.

Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora