Parte 1 - Primer día.

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Mamá me dejó frente al edificio exactamente a las 12:45 del mediodía. Quince minutos antes de comenzar mi primer clase.

Caminé a lo largo del pasillo principal, tratando de reconocer alguna cara, o al menos sonreirle a los que se sentían igual de asustados que yo.

La secundaria había quedado atrás. Mi pasado grupo de amigos también, mi adolescencia, mi inmadurez, todo era cosa de ayer. Hoy era una persona distinta, mis ropas eran distintas, mi cara estaba cubierta en maquillaje, mi cabello se veía diferente, pero lo más importante, mi vida sería diferente. Por supuesto, la cantidad de libros que tendría que estudiar sería mucho más grande, pero no me sentía nada lista para lo que estaba por venir. Un cambio radical, eso significaba demasiado para una persona que odiaba los cambios.

-Disculpa -me dirigí hacia la chica que se encontraba en la secretaría- ¿El aula 101?

-Está en el piso de arriba -me respondió con una voz totalmente chillona-, pero aún la están ocupando los chicos de la mañana. ¿Por qué no vas al patio y te sientas? En 15 minutos podrás subir.

No sé si necesitaba tanta información, pero la acepté de todas formas. Tomé mi celular y me dirigí al patio para encontrarme con caras muy parecidas a la mía. Totalmente asustadas.

No me senté en ningún lugar, simplemente me recosté sobre una de las paredes y comencé a fingir que alguien me hablaba en el celular, quizás para aparentar importancia, la importancia que no tenía en absoluto.

En un momento dejé el celular en mi bolsillo y me detuve a mirarlos a todos, no sabía para qué, simplemente lo hacía, hasta que noté que uno de ellos hablaba con su amigo, pero no dejaba de mirarme. Nunca en mi vida había sido perseguida. Si un chico me miraba, lo sabía en serio, y esta no era la excepción. Desvié la mirada hacia un costado para disimular, y me mantuve así por unos minutos, pero luego volví a posar mis ojos en él, y sus ojos chocaron con los míos. Nuevamente bajé la mirada, y no volví a dirigírsela. Ese chico me incomodaba.

Era bastante alto, al menos me llevaba más de una cabeza. De espalda ancha y enormes brazos. Tenía el pelo teñido de rubio, lo supe por el color negro de sus raíces. Ojos azules que al posarse sobre mí hacían que mi sangre se helara, y piel blanca.

Los alumnos del piso de arriba comenzaron a descender las escaleras, lo que significaba que nos tocaba entrar a nuestra primer clase. Los que estábamos abajo empezamos a concentrarnos en el primer escalón y subíamos de a poco. No fue hasta que él volteó, que me di cuenta de que había estado adelante mío durante ese tiempo. Volvió a mirarme, y sonrió, aunque no lo hizo de forma amigable. No le devolví la sonrisa. Cuando llegó el momento de entrar a los salones, vi de reojo que él se dirigía a otro lugar, al aula 103. No sería mi compañero, por suerte.

La primer clase fueron puras presentaciones. Todo era nuevo para nosotros, incluso nosotros mismos, así que nos sentíamos en la misma situación. Tenía compañeros de todas las edades, pero no había un solo chico atractivo.

Mientras la profesora hablaba, nosotros nos mirábamos los unos a los otros, con curiosidad tal vez, y no fue hasta que se propuso un trabajo grupal, que hablé con mi compañera de banco.

-¿Cómo te llamas? -preguntó.

-Lizzie, ¿tú?

-Chloe.

Luego de eso, comenzó a contarme cosas sobre ella, su vieja escuela, su familia, sus amigos, todo eso. Yo solo la escuchaba, llegaba a asustarme por lo mucho que hablaba, capté menos de la mitad de todo lo que me dijo, y no se calló hasta que la profesora nos pidió que entregáramos el trabajo, luego de eso, tuvimos dos horas más de clases, en las cuales ella habría continuado hablando de no ser porque los que no se callaban eran los enfermantes profesores. El de historia estaba a mitad de su explicación cuando miró su reloj de muñeca.

Cicatrices (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora