Parte 3 - Chloe.

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Otro día más en la universidad. Otro día de miradas raras, desconocidas, otro día de ser, "la antisocial, la callada, la que no habla". ¿Quién necesita amigos como esos imbéciles?

Caminé a través de los pasillos hacia mi aula bajo un puente de ojos que no se quitaban de encima mío. Vamos, vuelvan a sus tareas. ¿Qué ven de anormal en mí? Un comentario por allá, otra risita burlona por aquí, nada fuera de lo normal, después de todo, siempre fue así, desde que el rubio me prestaba más atención que a sus otras chicas.

Matemáticas había sido una tortura, y me preparaba para volver al pasado durante los siguientes ochenta minutos. Historia me gustaba, al menos el profesor no se veía nada mal, quizás era eso lo que hacía la clase tan entretenida. El pasillo ya se había vaciado un poco, y eso me tranquilizaba demasiado. De verdad disfrutaba mucho más la soledad en ese maldito lugar. Tenía que aprender a ignorarlos y listo, mi vida se solucionaría. Pero no era tan fácil.

-Buenos días -saludó el profesor al entrar al salón.

Una perfecta camisa celeste dentro de su pantalón negro resaltaba el color de su piel, pero no le hacía la suficiente justicia a sus ojos. Pasó una mano por sus cabellos antes de sentarse y comenzar a completar el cuaderno de temas que luego entregaría en secretaría. Miré a mi alrededor. Al parecer no era la única que tenía una que otra fantasía con el profesor. Las chicas de mi izquierda, cuyos nombres aún no aprendía, lo miraban como hipnotizadas, como si estuvieran mirando en la pantalla del televisor una película de las más románticas. Las de la derecha también lo miraban, pero comentaban entre ellas, seguramente lo atractivo que era. Ese hombre había elegido mal su vocación. Tenía que ser actor, modelo o algo parecido, no estar sentado detrás de un escritorio explicando la Segunda Guerra Mundial.

-Smith, pase al frente -llamó el profesor.

Mierda, había olvidado completamente la lección del día. Al instante todos los alumnos sacaron sus carpetas y comenzaron a leer todo lo que tenían escrito mientras el tal Smith caminaba hacia el pizarrón deseando que la muerte llegara en ese mismo instante. Yo necesitaba un milagro, una salvación, lo que sea que me impidiera decir que no había estudiado. Comencé a hacer trabajar mi mente. ¿Cómo era que me salvaba de las lecciones en la secundaria? Ah, claro.

-Profesor, acabo de tener un accidente -le susurré agachándome a su lado.

-¿Estás bien? -preguntó ligeramente preocupado dedicándome una mirada con esos perfectos ojos que parecían desnudarte al instante.

-Necesito ir al baño.

Asintió y se dirigió de lleno a Smith, que le faltaba poco para temblar de nervios.

¡EUREKA! Me apresuré para salir de ahí lo antes posible y me dirigí a los baños del piso de arriba, el que no se ocupaba. El lugar aún estaba en construcción, pero yo necesitaba algo de tranquilidad y fue por eso que lo elegí. Nadie se atrevía a subir a ese piso. Algunos incluso decían que estaba embrujado. Yo nunca había creído en esas cosas, así que simplemente entré, y fue asqueroso.

Algunas de las ventanas estaban rotas, el piso estaba mojado por partes y los espejos estaban trincados y rayados, al igual que las puertas de las cabinas. Decidí entrar en una a pesar de que ese lugar me aterraba un poco, pero no podía perder nada. Estuve sentada sobre la tapa de uno de los retretes hasta que escuché el chillido de la puerta. Alguien había entrado. Levanté mis piernas y tranqué la puerta, que afortunadamente no hizo ningún ruido.

La chica que había entrado (supe que era una chica porque era el baño de mujeres) se escuchaba desesperada. Lloraba con temor y aterrorizada. Encendió uno de los grifos sin parar de sollozar. Me preocupé tanto que decidí salir de mi escondite.

Cicatrices (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora