Parte 20 - El plan.

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Jason.

Mamá golpeó mi puerta un par de veces avisándome que el almuerzo estaba listo. Dejé mi teléfono a un lado y salí de mi habitación camino a la cocina. Como papá no estaba, comeríamos ahí, los dos solos, aunque desde la partida de Meg, el comedor se había usado muy pocas veces. Había cocinado unos tallarines con salsa que llenaban la casa con el aroma, y me abrieron el apetito al instante. A pesar de estar saliendo de una gran depresión, cuando se trataba de la cocina, mamá ponía todo su empeño. Nunca había abandonado esa pasión, ni siquiera en sus peores meses, cuando solo se levantaba de la cama para preparar el almuerzo, su rostro se iluminaba durante una hora, y luego volvía a apagarse durante el resto del día. Solía acompañarla y disfrutar de ese momento en la cocina con ella, en cierta forma me hacía sentir tranquilo, me hacía sentir que no todo estaba perdido.

-Espero que te guste, no tuve mucho tiempo para hacer algo más elaborado -dijo mientras servía los platos.

Caminé hacia ella y la rodeé con mis brazos mientras depositaba un beso en su mejilla.

-Es perfecto, mamá. Te amo.

Pude sentirla sonreír.

-Por cierto, no te lo dije pero ese nuevo corte te queda muy bien -sonrió pasando su mano por mi cabello corto.

-Ah, gracias. Toda esa cosa rubia me tenía un poco harto.

Me senté frente a ella y comencé a llenar mi boca. Mierda, mi madre era la mejor cocinera del mundo.

-¿Ya se lo mostraste a tu chica? -preguntó riendo, pero yo me atraganté con la comida y comencé a toser. Ella me pasó una servilleta para que me limpiara-. Toma un poco de agua.

-En realidad -tosí una vez más-, todavía no lo vio.

-¿Qué pasó, Jay? Iba a conocerla hace unos días y ahora ya casi no hablas de ella.

No me miraba, pero tenía el ceño fruncido mientras manipulaba sus cubiertos. Enrollé unos cuantos fideos en mi tenedor y suspiré.

-Es más complicado de lo que pensé -admití.

Ella me miró y relajó los hombros.

-Dime que no le mostraste tu colección de figuras de acción.

Casi escupí la comida mientras reía a carcajadas.

Tenía una colección bastante grande de figuras de acción, de todos los tipos y tamaños. La comencé con la excusa de que simplemente me gustaba, pero en realidad iba un poco más allá. Me hacía recordar mi niñez, los momentos más felices de mi vida. Era un pequeño pedazo del Jason de 9 años, un momento de mi vida al cual volvería sin dudarlo.

-No, mamá, aún no -respondí todavía entre risas-. Es que... estamos un poco... -busqué la palabra correcta mientras mi rostro se iba apagando- distanciados. Es todo.

-Oh -se lamentó-. ¿Ocurrió algo malo?

Bajé la mirada hacia mi plato.

-Yo. Yo soy lo malo que ocurrió -ella no pareció entender. No le explicaría todo-. Solo hice algo que la decepcionó. No me habla desde el jueves. Traté de ir a buscarla a su casa, me dijo que ella estaba bien, que me marchara -me encogí de hombros.

-¿Y lo hiciste? -preguntó.

-No quiero abrumarla. Quizás necesita su tiempo, su espacio. No es una chica muy fácil de tratar.

-No seas tonto, hijo. Cuando una chica te pide que te vayas, es cuando más quiere que te quedes.

-Me lo dijo un millón de veces y aún así continué insistiendo. Si hubiese querido que me quedara, al menos habría abierto la puerta, no lo sé.

Cicatrices (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora