-¿Lista? -me preguntó cuando salí. Estaba a unos metros míos y a medida que me acerqué a él, me tendió la mano- ¿Está todo bien?
Asentí a las dos preguntas y tomé su mano.
Bajamos juntos las escaleras y nos dirigimos al jardín trasero, ahí es donde almorzaríamos. Había una mesa muy bien puesta en la galería, adornada con un mantel color crema, con seis sillas, platos blancos con sus respectivas servilletas de tela, copas de vidrio y un centro de mesa hecho de flores. Parecía que festejábamos algo, pero no. Caroline y Louis se sentaron en las puntas. Mamá y papá juntos en un lado y los dos lugares que sobraban los tomamos con Bruno. Mamá y Caroline habían preparado un pollo al horno bastante condimentado, con papas, cebollas y pimientos, además de algunas ensaladas. Sabía que todo eso asesinaría mi estómago, creí que mamá se daría cuenta, pero no lo hizo. Sirvieron los platos y todos comenzaron a comer, menos yo, que cortaba las papas para disimular, pero no me llevaba ninguna a la boca, aunque el aroma y lo bien que se veía me había abierto el apetito de una forma inigualable. Pasaron varios minutos de charla entretenida entre mis padres y los de Bruno hasta que él miró mi plato.
-No has comido nada -me dijo bajito para no interrumpir a los demás.
-No puedo comer esto.
-¿No comes carne? -preguntó y tomó una de las fuentes de ensalada.
-No, no es eso. Tengo una dieta específica por un problema de estómago.
Él arrugó sus labios y permaneció pensativo, luego corrió su silla y me pidió que lo acompañara. La charla se detuvo.
-¿Que pasa, hijo? -preguntó Caroline.
-Voy a buscar algo en la cocina que Lizzie pueda comer.
-¡Lizzie, la dieta del médico! -exclamó mi mamá limpiándose con la servilleta y poniéndose de pie. Asentí repetidas veces sonriendo. Gracias, mamá, siempre práctica.
-Descuide, yo me encargo. Ven, Liz -finalizó Bruno amablemente. Mamá volvió a sentarse explicándole a los Hopkings sobre mi reciente problema.
Entramos y nos dirigimos a una puerta a nuestra derecha que se encontraba abierta. La mayoría de los electrodomésticos de la cocina eran de acero, en el centro había una isla de piedra y cerámica, con unas tazas sobre ella. En un costado, un desayunador que daba a la sala, con dos butacas de hierro. Bruno abrió el refrigerador y comenzó a buscar algo ahí.
-A ver... ¿qué tenemos por aquí?
-No necesitas hacer nada -dije apoyándome sobre la isla.
-No voy a dejarte pasar hambre.
En otra ocasión me habría molestado, como siempre, que se metan con mi alimentación, pero él sonaba adorable tratando de ayudarme.
Sacó unos tomates que puso a hervir en una cacerola con agua, y de la alacena sacó un paquete de arroz. En menos de media hora tenía los tomates hervidos y sin piel sobre un nuevo plato, con el arroz hervido hechando vapor.
-¿Volvemos? -me preguntó con una enorme sonrisa.
Comenzó a caminar hacia la puerta, pero estiré una de sus mangas y lo hice detener.
-Gracias... es muy amable de tu parte.
La sonrisa que le dediqué fue una de las más sinceras. Él la correspondió y me guiñó un ojo.
-La idea es que te la pases bien aquí -pasó su brazo por encima de mis hombros y regresamos al jardín.
Luego del episodio con Jason durante la mañana, no pude evitar dar pequeñas miradas hacia la dirección de su casa. Él no volvió a salir, pero sentí cierto miedo por pensar que quizás nos estaba observando. No miedo por mí, sino más bien por Bruno, pero decidí alejar esos pensamientos de mi cabeza, al menos durante ese momento. Después del almuerzo, mi compañero me preguntó si quería jugar a algo para pasar el rato, asentí y nuevamente subimos las escaleras, pero esta vez, en lugar de dirigirnos a su cuarto, entramos en lo que parecía ser una sala de estudio y entretenimiento. Estudio porque había una mesa con una computadora, varios libros y una lámpara, acompañada de un sillón giratorio. Frente a estos, un televisor empotrado en la pared, unos metros más abajo, una consola de videojuegos con dos controles, también había un equipo de música con parlantes enormes, un sofá largo y en unas repisas cercanas, varios juegos y más cds. La pared se rellenaba con posters y cuadros con fotografías.
ESTÁS LEYENDO
Cicatrices (PAUSADA)
RomanceNo hay mal que por bien no venga. Pero, ¿cuál de todos mis males te trajo hasta mí?. De un extraño, pasaste a ser mi protector. De temerte, pasé a necesitarte. De odiarte, pasé a amarte. No te vayas nunca. No te permitas vivir sin mí. No me dejes s...