-¿Vas a desayunar con nosotros? -preguntó mi madre desde la puerta.
Lo sentí más como una obligación que como una invitación, así que asentí. Cuando se fue de la habitación, levanté las mangas de mi camiseta y vi los rasguños que tenía en los brazos. La ansiedad definitivamente acabaría conmigo. Tenía que seguir escondiéndolos por unos días más, aunque esta vez, el clima estaba de mi lado.
El aroma del café se sentía desde las escaleras, y no me sorprendió porque era su desayuno habitual. Entré a la cocina y saludé a papá con un beso, tratando de no interrumpirlo mientras leía el periódico. Supe que su "Hola, princesa" fue una respuesta de su piloto automático. Cuando me senté junto a él, dejó el periódico a un lado y me miró por encima de sus lentes.
-Hija, ¿qué pasó aquí?
Mi corazón se detuvo por unos pocos segundos.
-¿A... a qué te refieres? -pregunté nerviosa. Habían pasado tantas cosas que no sabía por dónde empezar.
-Nunca había visto tantas frutas y verduras en el refrigerador -dijo sonriendo, y respiré profundamente, aliviada.
-Ah, eso... -reí de nervios-. Sí, hice algunas compras.
En realidad, Jason las había hecho.
-¿Y quieres decirme qué son estos jeroglíficos? -continuó mamá dejando a mi lado la dieta que me había dado el doctor.
Mordí mi labio inferior y cerré los ojos. Mierda, la tenía que haber escondido.
-Eso... -pensé una buena excusa que no les hiciera dudar- Es que me descompuse en la universidad -me di cuenta de que la palabra "universidad" fue imprudente, pero decidí seguir-, me desmayé y Jason me llevó al hospital -nombrarlo tampoco me ayudaría-. Tuve un problema estomacal y me dieron esa dieta. No es nada grave.
-¿Jason? -preguntó papá. Claro, mi salud importaba un huevo, él solo registró su nombre.
-El chico con el que sale -respondió mi madre codeándolo.
En ese momento solo pude desear hacer un hueco en la tierra y meterme ahí. Mi padre asintió y volvió a su periódico.
-Espero que no se haya aprovechado de la situación para quedarse en casa más de lo debido.
Ni te lo imaginas, papá.
-Ya basta, Richard. El chico se hizo cargo de tu hija mientras no estábamos -le reprendió mamá-. Recuérdame llamarle para agradecerle -finalizó guiñandome un ojo.
Definitivamente no lo haría.
Dentro de todo, el desayuno transcurrió tranquilamente. La que más hablaba era mamá, papá solo se limitaba a asentir sin quitar la vista del periódico. Yo no emitía palabra. Ya casi al final me dijeron que irían a visitar a unos amigos suyos, los Hopkings, que se habían mudado a una nueva casa y querían que la conocieran. Me preguntaron si tenía deseos de ir y asentí, no porque los Hopkings me cayeran muy bien, apenas los conocía y eran un matrimonio convencional, que hablaba sobre cosas de adultos y casi no notaban mi presencia cuando venían a casa. La razón por la que prefería ir era porque si me quedaba en casa, no sabía qué podía llegar a pasar. Prefería estar afuera, con compañía, antes que sola encerrada entre cuatro paredes con la voz de Jason resonando en mi cabeza y volviéndome loca.
El recorrido hasta la casa de los Hopkings fue tranquilo. Mis padres hablaban de negocios, de sus trabajos y de sus próximos viajes, yo me puse los auriculares y me desconecté de esa conversación inentendible. Comencé a ponerme nerviosa cuando papá dobló e ingresó a una calle que era algo conocida, una calle en donde ya había estado. El auto pasó justo frente a la casa de Jason, pero no se detuvo ahí, sino que en la esquina, giró a la derecha y estacionó a unos metros más. No podía creer que los Hopkings se habían mudado justamente a la misma manzana en la que vivía cierta persona que estaba tratando de evitar. De cualquier forma, las cosas no tenían por qué salir mal.
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Cicatrices (PAUSADA)
RomanceNo hay mal que por bien no venga. Pero, ¿cuál de todos mis males te trajo hasta mí?. De un extraño, pasaste a ser mi protector. De temerte, pasé a necesitarte. De odiarte, pasé a amarte. No te vayas nunca. No te permitas vivir sin mí. No me dejes s...