Parte 12 - Piel.

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-Siempre le hice caso a la gente. Cuando me dijeron que le hiciera un favor al mundo y me suicidara, lo intenté, pero no dio resultado.

Él tomó mi rostro con ambas manos para secar mis lágrimas.

-Por suerte, Liz. Y si se necesitaron tantos años para hacerte creer todas esas idioteces, me pasaré la vida entera haciéndote entender que eres una chica hermosa, con un cuerpo perfectamente normal. Aunque muera en el intento, Lizzie, te haré entender que eres la única persona capaz de hacerme sentir vivo. Nunca necesité a nadie como te necesito aquí. AQUÍ, CONMIGO, VIVA, FELIZ. Te necesito, linda, porque te amo, te amo como nunca amé a nadie en mi vida. Eres lo más importante que tengo, te lo juro, y te lo repetiré hasta que lo entiendas. Eres hermosa, mi niña, y si algo te sucede... seré yo el débil.

-Yo también te amo, Jay.

Él presionó mi cuerpo contra la pared y comenzó a besarme con ternura y dulzura, haciendo que nuestras lágrimas se mezclaran, al igual que nuestros labios.

Entró a mi habitación y yo lo seguí detrás. Parecía que una batalla campal se había llevado a cabo en ese lugar. También había sangre en el suelo, y el cutter estaba tirado junto a la cama. Jason lo levantó y se lo guardó en el bolsillo junto con el que había sacado de la cocina.

-Me gusta que estés aquí -le dije mientras lo observaba desde la puerta.

-Me gusta estar aquí -respondió sin mirarme. Recorría la habitación fijándose en todos los detalles.

Caminé hacia él y lo abracé por detrás, sintiendo sus músculos bajo su ropa. Mi piel se erizó. Él volteó y me rodeó con sus brazos.

-Eres mi chica fuerte -repitió. Era como la décima vez que lo decía.

Jason se sentó sobre mi cama y estiró mi brazo haciendo que me sentara sobre sus piernas.

Me sentía un poco insegura, pero comencé a acariciar su nuca y besé su frente.

-No te das una idea de lo feliz que me haces -susurró mientras cerraba los ojos, sintiendo el contacto de mi piel contra la suya.

-¿Puedo confesarte algo? -pregunté mirando los detalles de su cara. Quería guardar esa imagen en mi memoria para siempre.

-Claro que sí.

-Jamás pensé que esto sucedería.

-¿Qué cosa?

-Estar así... contigo.

Abrió los ojos y me miró.

-¿Por qué?

-Porque... eres el primer chico al que le gusto.

Jay me sonrió.

-Es mentira.

-Es verdad. Lo juro.

Frunció el ceño.

-No te creo.

-¡Jason! -exclamé golpeando su brazo y riendo.

-Espera... entonces... ¿jamás tuviste novio?

-No.

No me avergonzaba. Ya estaba acostumbrada a la idea de morir sola.

-¿Yo soy el primero?

Un momento. Jason era mi... novio, él lo dijo, era oficial.

-¿Eres mi novio?

-¿Tienes alguna duda? Aunque no lo quieras, eres mía -tomó mis brazos e hizo que rodeara su cintura con ellos, nuestras frentes se unieron-. Solo yo puedo tocarte, solo yo puedo besarte, solo yo...

-No quiero que lo haga nadie más.

Él nuevamente se encargó de unir nuestros labios, y sonrió mientras me besaba. Él era tan seguro de sí mismo, tan diferente a mí, quizás por eso me gustaba tanto, porque alguien igual a mí sería solo un error.

El rubio metió su mano por debajo de mi remera y comenzó a acariciar mi espalda y mi cintura. Me estremecí.

-¡No! -grité- No lo hagas, no te gustará.

Él me miró extrañado.

-¿Qué pasa?

-Es que... esta es la parte en la que comienzas a tocarme y de verdad, de verdad, no te gustará.

Jason soltó una carcajada.

-Me gustas así, no quiero que cambies, y puedo tocar todo lo que quiera porque eres mía, ¿recuerdas?

-Jay... -protesté.

-Te amo -dijo interrumpiéndome-. Olvídate de lo que no te gusta de ti misma, porque a mí me gusta todo.

No entendía cómo era capaz de gustarle eso, semejante defecto, algo que a mí me daba asco, que me molestaba.

Nuevamente tomó mi remera, pero esta vez me la quitó. Me sentí completamente desnuda, aunque no lo estaba. No quería seguir, pero tampoco quería detenerme. Él tomó mis manos y las situó en el cuello de su camisa.

-Quítamela -pidió.

-¿Seguro?

-Hazlo.

Comencé a desprender los botones mientras él me besaba el cuello y los hombros. Una vez que se la quité, él se puso de pie y se deshizo de la ropa de ambos. Se alejó unos centímetros y me miró completamente.

-Estoy enamorado de tu cuerpo, linda.

Se acercó nuevamente para besarme y me llevó hasta la cama, donde me hizo acostar con un empujoncito y se posicionó con cuidado frente a mí. Mi mente gritaba que me detuviera, pero mi corazón gritaba mucho más fuerte, y pedía que me calmara, que por fin estaba ahí, que no lo arruinara.

-Esta noche los vecinos van a aprenderse mi nombre -dijo con un aire burlón. Sonreí-. Si te duele o te sientes incómoda, dímelo y me detendré.

Asentí temblando. Tenía miedo de lo que pasaría. Estaba nerviosa, no sabía cómo hacerlo, no tenía idea de nada.

-Elizabeth, te amo -dijo, y comenzó a adueñarse de mi cuerpo.

Él se movía lentamente sobre mí, sentí dolores por momentos, pero sus besos lo calmaban todo. Las lágrimas caían de mis ojos, no por el dolor, sino por el hecho de que jamás esperé algo así. Él y yo estábamos ahí, en la misma cama en la que tantas veces me había lastimado a mí misma, en la misma cama en la cual me habían sangrado los brazos, en la cual había derramado tantas lágrimas. Esta vez, las lágrimas eran de felicidad, y Jason estaba curando todas y cada una de mis heridas.

Su boca y sus manos me recorrieron por completo. Dejaba besos cortos en mi abdomen, mi pecho, mi cuello. Me pedía que me calmara, que nada malo pasaría y que confiara en él. Yo solo me dedicaba a acariciar su espalda, a enredar mis dedos en su cabello. Lo disfrutaba, me sentía feliz porque al fin, y por primera vez sentía que alguien me amaba con todos mis defectos, y que alguien te ame aunque tú misma no lo hagas, es hermoso, pero amar a esa persona es aún mejor.

Jason me cuidó en todo momento y se preocupó por hacerme sentir cómoda y bien. Susurraba mi nombre con dificultad, y yo podía sentir cómo mi nombre estaba a salvo entre sus labios. Cuando acabó, permaneció un momento sobre mi cuerpo, mirándome fijamente a los ojos.

-Te ves hermosa y perfecta -me susurró con una sonrisa.

Tomé su nuca y lo besé mientras acariciaba su espalda desnuda. Su piel estaba suave y cálida. La mía también estaba cálida, pero temblorosa.

Él se recostó junto a mí y me abrazó. Me atrajo hacia su cuerpo desnudo y comenzó a acariciar mi espalda mientras yo jugaba con las yemas de mis dedos sobre su pecho.

-Espero poder hacerte tan feliz como lo haces tú conmigo -dijo y besó mi coronilla.

Estaba segura de que era imposible ser más feliz de lo que yo era en ese momento. En ese y en todos los que pasaba junto al rubio.

A pesar de odiar mi cuerpo, y de que estar desnuda no me hacía sentir muy segura, no quería volver a vestirme. Quería sentir su piel en contacto con la mía sin ninguna tela que me lo impidiera. Le di un último beso en el pecho y comencé a relajarme.

Cicatrices (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora