Parte 29 - La cena.

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Una puerta.

Una enorme puerta de madera con vidrios a los costados. Del otro lado, mi perdición.

-Vamos, amor, no seas tan dramática -dijo sacándome de mis pensamientos.

Le dediqué algo que se asemejaba a una sonrisa para no parecer tan asustada, pero por dentro todos mis órganos temblaban de los nervios. Jason abrió la puerta y me invitó a entrar. La casa estaba en silencio y casi a oscuras de no ser por algunas lámparas encendidas en los rincones. No había rastro de sus padres ni de nadie más en el lugar.

-Mamá está en el comedor preparando todo. La última vez que lo usamos yo aún tenía el cabello rubio así que imagínate.

Jason me tomó la mano y juntos nos dirigimos al comedor, que quedaba al fondo del pasillo junto a la sala y al cual se accedía por una doble puerta. A medida que cruzábamos el pasillo, mis dedos apretaban con más fuerza los de Jay.

-Linda, me encantaría que te calmaras -me susurró tomando las perillas de la puerta.

-Lo siento, es que no creo estar psicológicamente preparada para esto.

Jason me contempló por unos segundos con el ceño fruncido como si no entendiera de qué estaba hablando, luego balbuceó un "bien" y abrió la puerta del comedor.

-Ya llegó nuestra invitada -exclamó haciendo eco en toda la habitación.

La mamá de Jay, que estaba de espaldas a la puerta acomodando alguna cosa sobre la mesa, se sobresaltó y dio un grito de susto. Al parecer alguien estaba más nerviosa que yo.

-Hijo, me asustaste -le reprochó y se acercó a nosotros con una enorme sonrisa-. Hola, tu debes ser Elizabeth -me saludó con un cálido abrazo que logró tranquilizarme bastante.

-Hola, señora Larson -respondí cuando nos separamos.

-Por favor, llámame Rose. Eso de "señora Larson" me agrega unos veinte años -dijo guiñándome un ojo y provocándome una risa-. Tomen asiento, iré a llamar a tu padre, Jason. La cena ya está lista.

Jay puso su mano en mi cintura y me llevó hacia la mesa mientras su madre desaparecía a nuestras espaldas.

-¿Y? ¿Qué opinas? -me preguntó corriendo mi silla y sentándose junto a mí.

-¿Sobre ella o sobre todo esto?

Recorrí el lugar con la mirada. Un salón bastante amplio con buena iluminación, pocos muebles aparte de un aparador en donde se guardaba la vajilla, una puerta vidriada que daba al jardín trasero y nada de ventanas para mantener la privacidad.

Jay se encogió de hombros cuando posé mi vista en él.

-Tu madre es adorable -dije sonriendo.

-Ella preparó todo lo que ves -su dedo señaló la comida sobre la mesa-. Es muy buena cocinera, te encantará. Y por lo que vi, también le caíste bien.

Su comentario hizo que arqueara una ceja.

-Solo me dijo "llámame Rose", ya estás inventando.

Jay soltó una carcajada.

-Conozco a mi madre, tonta.

-No me llames tonta -ordené golpeando su brazo. Él tomó mi barbilla y unió nuestros labios en un beso corto.

-¿Ya te dije que te ves preciosa hoy?

-Sí, unas diez veces.

Odiaba usar vestidos, pero la ocasión lo ameritaba. Era de color salmón, sin mucho escote, de mangas largas, al cuerpo hasta la cintura y suelto en la falda, que llegaba hasta mis rodillas para tapar las cicatrices. Me dejé el cabello suelto con algunas ondas en las puntas para disimular lo dañado que estaba.

Cicatrices (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora