Parte 22 - Susto.

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Mamá entró a mi habitación y comenzó a abrir las cortinas dejando que la luz solar de la mañana lo iluminara todo. Escondí mi cabeza bajo la almohada mientras deseaba que la tierra me tragase. Nunca fui buena para despertar temprano.

-Buen día, hija -al ver que no me movía, tomó las sábanas que me cubrían y me las quitó. Sabía que podría hacer eso asi que fui precavida y dormí con pantalones y una camiseta de mangas largas-. Vamos, Liz. Tienes que ir a la universidad.

Claro, la universidad. Hacía días que no iba a cursar, no tenía ni idea de qué era lo que estábamos dando, pero sobre todo, no quería, bajo ninguna condición, cruzarme con Jason. Me senté sobre la cama pensando en él. En la misma cama en la que habíamos dormido juntos. Había partes muy pequeñas de mi almohada que aún tenían su aroma, casi imperceptible para otros, pero yo lo tenía grabado. No quería verlo, no quería tener que darle algún tipo de explicación, ni dedicarle alguna mirada, ni tener que responderle aunque fuera por cortesía. Como si mi mente gritara su nombre y fuese capaz de hacerse escuchar en toda la habitación, mamá se sentó junto a mí y me dijo:

-Ese chico... Jason, estuvo aquí anoche.

¡¿Qué?! ¿Y qué había ido a hacer? ¿Cómo se atrevía a aparecer en mi casa?

-Vino a ver cómo estabas -continuó mi mamá como si supiera lo que estaba pensando-. ¿No se lo dijiste, Liz?

Me fregué los ojos con los dedos y bostecé.

-Él y yo... ya no nos hablamos.

-¿Por qué? -preguntó con preocupación.

Me encogí de hombros.

-Hemos dejado de estar juntos.

Mamá frunció el ceño y suspiró.

-¿Alejaste a la única persona que de verdad se preocupaba por ti?

¿Qué? No era mi culpa, no podía seguir cerca de Jason. Tampoco podía creer que mi propia madre, sin siquiera saber qué había ocurrido, me respondiera de esa manera.

-No tienes idea de lo que sucedió así que no te metas en mi vida de esa forma -dije levantándome de la cama y dirigiéndome a mi ropero.

-No me hables así, jovencita -volvió a suspirar-. Escucha, no, no sé qué sucedió o por qué se distanciaron, pero el chico que vi ayer sentado en nuestra sala lucía preocupado por ti, Lizzie. ¿Por qué te encierras así?, ¿qué te sucede?

-No me sucede nada, mamá. Déjame en paz -ordené.

No quería hablar de eso, odiaba que se metieran en mis asuntos, sobre todo que quisieran decidir por mí o me cuestionaran por qué había hecho tal o cual cosa. Comenzó a decirme algo pero como siempre, mis oídos se bloquearon. Solo me limité a buscar ropa, a fijarme una por una cada prenda que tenía en el ropero mientras escuchaba un zumbido detrás mío. Era ella, que comenzaba con su sermón sobre no ser tan cerrada, sobre soportar un poco más a los que me rodean, o me quedaría sola. Sabía que no la escuchaba así que se levantó de la cama con prisa y se dirigió hacia mí. En el momento en el que tomó mi brazo, giré con brusquedad y me quité su mano de encima.

-¡Ya basta! -grité- ¡No conoces a Jason, no me importa qué te haya parecido, no lo conoces, déjame en paz, por una vez en tu vida, déjame decidir sola!

No era la primera vez que se lo pedía, pero sí fue la primera vez que le grité con tanta furia. Me miró atónita durante unos segundos mientras yo trataba de calmarme. Hubo unos segundos de silencio en el que las dos solo nos mirábamos. Quise decirle que lo sentía y explicarle todo, pero no podía, simplemente no podía. Luego de lo que me pareció casi una vida de silencio, ella se volteó y se dirigió a la puerta.

Cicatrices (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora