Dos meses habían pasado desde mi reconciliación con Jason. Dos meses de bastante tranquilidad. Las peleas que le siguieron a eso solo tenían que ver con mi salud, y duraban dos minutos como máximo. Él se preocupaba el doble que antes y pasaba mucho tiempo conmigo. Comenzó a conversar más con mis padres (durante el tiempo en el que iba a buscarme a casa y tenía que esperar a que estuviera lista), y con papá ya habían planeado ir a jugar al golf juntos y a ver un partido de basquet. Mamá siempre lo había querido.
Por su parte, Jason trataba de mejorar su relación con Chloe, y yo no había tenido ni que intermediar en eso. Hablaban más seguido, él se preocupaba por ella y últimamente ella se animaba a acercarse estando Seth con nosotros. De hecho, una vez me pareció verlos conversando, aunque ella se notaba bastante tensa luego de eso. Mis alarmas seguían activadas.
Bruno siguió siendo mi amigo, y no intentó insinuarse más. Simplemente éramos eso... amigos. Sí lo sentía un poco distante, pero supuse que era normal que luego de rechazarle el beso, se sintiera avergonzado. Yo me esforzaba por hacerle sentir cómodo en mi presencia, y a veces lo lograba, hasta que llegaba Jason y Bruno se apresuraba por desaparecer.
Luego de varios días, comencé a respetar la dieta del médico, y se convirtió en un estilo de vida. Comía mucho más variado y saludable, Jay me controlaba bastante al principio, y el número de la balanza comenzó a bajar gradualmente. Las personas notaban los cambios en mi cuerpo, me decían que estaba flaca, que estaba bien. Odiaba que lo hicieran, una persona no está "bien" cuando se ve flaca. La delgadez no hace a la belleza, pero ¿qué podemos esperar de este mundo tan superficial?
-Elizabeth Benson -llamó el doctor Reynolds desde su puerta.
Me levanté nerviosa de mi asiento y caminé hacia el consultorio. Jason me esperaba sentado en la pequeña salita blanca cuya única decoración eran un par de plantas.
El doctor Reynolds me recibió con un abrazo y me pidió que tomara asiento.
-Me alegra verte, Lizzie -dijo de espaldas a mí, buscando algo en uno de sus estantes.
Había aceptado ir solo luego de semanas de insistencia por parte de Jay. De haber sido por mí, jamás habría aparecido en ese consultorio.
Reynolds anotó algunas cosas en un papel que había sacado de una carpeta con mi apellido, y luego me pidió que me subiera a la balanza.
-Muy bien... al parecer estás respetando la dieta -evidenció riendo y me hizo reír también.
Juntos nos dirigimos a su escritorio.
-De acuerdo, Lizzie, esto es lo que haremos: vendrás en un mes para que te haga una derivación al laboratorio de análisis de sangre. Quiero ver cómo mejoraste desde los últimos que te hicimos hace dos meses. Sigue con la dieta, los cambios visibles son bastante notorios y te ves mucho más saludable -agradecí que no hubiera utilizado la palabra "flaca" o "linda"-. Ahora, por favor, quítate la ropa.
Mi cuerpo se tensó y lo único que pude hacer fue mirarlo sin ocultar mi sorpresa.
-¿Qué? -musité. Él notó mi confusión y me dedicó una sonrisa.
-Las cicatrices, Liz. Quiero verlas.
Ah, claro, era por eso. Respiré profundo, me desabotoné los pantalones y los bajé hasta la mitad, y me quité la camisa de mangas largas. Él se ubicó frente a mí y tomó mi brazo entre sus manos, pasando la yema de sus dedos sobre los cortes, que solo eran unos pocos. Los rasguños habían desaparecido, y solo quedaban las cicatrices de los cortes más profundos. Los de mis piernas resaltaban un poco más porque eran los más recientes, también los tocó y asintió mientras, supuse, se perdía en sus pensamientos. No pude evitar sentir nervios estando así frente a él. Nunca me había fijado en él como hombre, simplemente era mi doctor, pero mientras analizaba mi piel, no pude evitar imaginarme a ese hombre de cabello rubio alborotado y ojos verdes usando cualquier otra cosa que no fuera una bata.
-Por lo que veo, ya has superado esto.
-Lo intento, y por suerte cuento con mucha ayuda -respondí.
La atenta mirada de Reynolds bajó hacia la hoja sobre la que escribía.
-¿Tus padres lo saben?
Negué con la cabeza y respondí que no mientras comenzaba a acomodar mi ropa.
-¿Has pensado en hablarlo con alguien que tenga mas... experiencia? -fruncí el ceño y él se reacomodó sobre su asiento-. Sé que ese chico de afuera lo sabe, pero me refiero a un profesional. Un psicólogo, tal vez.
-No pienso explicarle a mamá que necesito ver a un psicólogo.
Para mí tenía sentido. No podía simplemente decirle que quería empezar a tratarme, aunque en realidad ni siquiera sentía que necesitara hacerlo. De cualquier forma, comentarle sobre comenzar a hacer terapia desencadenaría una conversación que no estaba dispuesta a tolerar. Las cicatrices serían un tema que no tocaría jamás ni con ella ni con papá.
-Bien, Lizzie, por ahora solo serán los análisis, pero piénsalo, ¿de acuerdo?
Asentí, aunque sabía que no dedicaría mi tiempo a pensarlo. Reynolds me regaló una paleta haciéndome sentir una niña de 13 años, y me dijo que ya podía irme, que me esperaba en un mes. Afuera, Jason se encontraba sentado en uno de los sillones, con la vista en la pantalla de su teléfono. Cuando me vio se puso de pie y me sonrió.
-¿Y eso? -preguntó señalando mi mano.
-Me la gané por ser una niña buena.
Salimos abrazados del consultorio mientras le contaba todo lo que me había dicho el doctor y jugaba con el dulce sobre mi lengua. Omití la parte del psicólogo, no era una opción para mí. Era viernes por la tarde. El sol comenzaba a caer y la mitad de la ciudad ya se iluminaba por los faroles de las calles. Estaba un poco fresco, pero la parte más cruda del invierno ya había pasado. Esperaba que mis cicatrices desaparecieran antes de comenzar a usar ropa sin mangas o de mangas cortas. Necesitaba que mi cuerpo volviera a su normalidad.
-Estuve hablando con papá mientras te atendía el médico -me dijo Jason pasando su mano por mi cintura y sin dejar de caminar-. ¿Qué te parece si cenamos mañana?
-¿Mañana?
-Sí, los cuatro. Te llevaría hoy pero una vocecita en mi cabeza me dijo que me matarías.
No pude evitar reír a carcajadas. Al menos me conocía bien.
La idea de la cena con los Larson me tentaba, pero pensarlo y repensarlo solo me llenó de ansiedad. Quería caerles bien a toda costa, y eso me presionaba tanto que no sabía si podría soportarlo. Pero él se había sometido a un almuerzo sorpresa con mis padres y las cosas salieron bastante bien. No creía que sus padres fueran peores que los míos, así que me aferré a eso como si fuera un pequeño hilo de esperanza.
-Bueno... -balbuceé-. ¿Hay algo que tenga que tener en cuenta?
Él me sonrió y negó con la cabeza.
-Solo sé tú misma y te amarán.
Lo dudaba mucho. Ser yo misma no era la mejor de las opciones, pero no sabía si me quedaba otra.
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Cicatrices (PAUSADA)
RomanceNo hay mal que por bien no venga. Pero, ¿cuál de todos mis males te trajo hasta mí?. De un extraño, pasaste a ser mi protector. De temerte, pasé a necesitarte. De odiarte, pasé a amarte. No te vayas nunca. No te permitas vivir sin mí. No me dejes s...