Tres timbrazos y desperté exaltada. No esperaba a nadie, ¿quién podría ser? Mamá y papá no regresarían hasta mañana. Un timbrazo más me apuró. Arrojé las mantas a un costado y bajé corriendo hasta la puerta. No llegué a posar mi mano en la perilla cuando el timbre volvió a sonar. ¿Quién tiene tanta desesperación? No iba a abrir a nadie. Me acerqué a la ventana de la sala y corrí las cortinas unos centímetros. Mi sangre se heló, la camioneta negra de Jason estaba estacionada frente a mi casa, sobre el asfalto mojado. Recién en ese momento me percaté de que llovía. Esta vez fueron varios golpes a la puerta.
-¿Lizzie? -llamó mientras golpeaba- Lizzie, soy yo, Jay.
Mierda, mierda, mierda.
Como acto reflejo, o de ansiedad, llevé mis uñas hacia mis brazos y comencé a rascar.
-Chloe me dijo que si llovía no irías a la universidad, así que decidí pasar por tí.
Fruncí el ceño y miré el reloj. ¿12:15? Claro, nunca configuré el despertador.
Un nuevo golpe me sacó de mis pensamientos.
-Liz, sé que estás aquí, ábreme, por favor. Si no te apuras, llegaremos tarde y... créeme, con mis profesores, eso es peor que no llegar -una pequeña risa se escapó entre sus palabras.
Él sonaba demasiado tranquilo, pero mi interior estaba alborotadísimo. Mis manos comenzaron a temblar y mi estómago se estrujaba con cada golpe en la puerta. Los golpes sonaban más fuerte en mi mente que en la realidad, y yo no podía dejar de rascar la piel de mis brazos.
-No importa si no quieres hablar, no te presionaré, pero no quiero que sigas faltando.
Me acerqué a la puerta y apoyé mi frente sobre la madera. Casi podía sentir su respiración del otro lado, su aroma, podía ver su cara en mi mente, sus ojos. Mierda, Jason, vete ya.
-Lizzie... -esperó unos segundos- Prometí que me encargaría de tí mientras tus padres no estuvieran. Vamos, abre la puerta, compré algo para almorzar, podemos comerlo en el camino.
Su tranquilidad se disipó, esta vez comenzó a sonar como si estuviera rogándome.
-Linda -su voz se quebró-. Solo quiero saber si estás bien.
-Lárgate -susurré entre lágrimas. Supe que no me oiría.
Él volvió a golpear, pero esta vez con furia, el ruido me asustó y la puerta tembló. Me alejé sobresaltada.
-¡Demonios, Elizabeth, sé que estás ahí, abre la maldita puerta!
Tres golpazos más que sonaron más fuerte que los anteriores. Comenzó a forcejear la manija con fuerza mientras las uñas en mis brazos iban cada vez más profundo. Tomé un poco de coraje y grité.
-¡Lárgate de aquí, no iré a ningun lado contigo!
La manija se detuvo. Unos minutos de silencio nos invadieron, pero no escuché el sonido de su auto. No me animé a acercarme nuevamente a la ventana por miedo a encontrarme con sus ojos ahí. El susto me mataría. Él seguía parado esperando que le abriera, cosa que no haría ni por todo el oro del mundo. Lo escuché respirar agitado y secarse la nariz. Sentí que lloraba, pero no estaba del todo segura.
-Linda...
-Estoy bien, Jason. Vete de una buena vez.
Me alejé de la puerta y comencé a subir las escaleras, los golpes seguían sonando y él volvía a gritar, pero lo dejé. Me cubrí nuevamente con las sábanas y tapé mis oídos con la almohada. Entre eso y la lluvia que comenzó a caer más fuerte, ya no escuché los gritos del rubio.
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Cicatrices (PAUSADA)
RomansaNo hay mal que por bien no venga. Pero, ¿cuál de todos mis males te trajo hasta mí?. De un extraño, pasaste a ser mi protector. De temerte, pasé a necesitarte. De odiarte, pasé a amarte. No te vayas nunca. No te permitas vivir sin mí. No me dejes s...