Subimos a la furgoneta de vidrios polarizados y nos fuimos. Durante el resto del camino iba pidiendo en mi cabeza que no fuese verdad todo lo que estaba pasando. Paul debía estar jugándonos una broma muy pesada, de mal gusto. Él no podía estar muerto, no podía. Me negaba a creer que mi amigo, que apenas unas horas antes se había ido molesto del estudio, estaba muerto.
Maxwell no explico que lo habían mandado del MI5, el Servicio de Seguridad Secreto de Londres, porque era un caso que envolvía a un famoso. Nos dijo que sus oficiales habían visitado la escena de un accidente mortal en el que se había visto implicado un Aston Martin color blanco y que una mujer, que se llamaba Rita, insistía en que él fallecido era Paul McCartney. Los chicos y yo teníamos que comprobar si el cadáver era en realidad el de nuestro amigo Paul. ¡Todos estábamos en estado de shock! El ambiente frio y pesado nos afligía, poniéndonos más nerviosos de lo que ya estábamos.
―Estoy muy asustado, George ― sollozó John. ―Paul ya debería estar en casa, ¿no lo crees?, ¿por qué no nos llamó, George?, ¿por qué?
Sospeché que mi amigo se negaba a creer lo sucedido con Paul. John se imaginaba a un McCartney vivo, jugándonos una broma cruel. El corazón se me achico. ¡Oh, sí tan solo eso fuese real!, ¿qué debía hacer yo?, ¿qué palabras debía decir? John parecía un niño, cuyo rostro inocente ansiaba ver aquel rostro tan amado por él. Su arrepentimiento había llegado, ¡pero todo fue demasiado tarde!
Me reservé mi comentario, miré a John y le estreché el hombro izquierdo fuertemente.
La camioneta oscura condujo alrededor de unos cinco kilómetros y, al llegar, la escena de un automóvil blanco destrozado se hizo presente ante nuestros ojos. Nadie dijo nada. Ni John, que me sostenía del hombro fuertemente, ni Ringo, que parecía un fantasma con su piel tan diáfana. Evocaba la escena de Paul, que se había ido en su automóvil, y como los vientos y la lluvia le jugaban una mala racha. El Aston Martin daba vueltas y vueltas por toda la calle... también veía a los policías, quienes acudían para ver el fatal accidente.
Sentí que en mi garganta nacía un grito dispuesto a brotar cuando vi a aquella mujer de vestido azul, sentada en una banquita mientras lloraba con la mirada baja.
―Ésa es Rita ―nos dijo Maxwell, apuntándola con el dedo índice.
Me mordí el labio inferior.
Nos acercamos a ella con delicadeza. Maxwell le llamo, indicándole levantar la vista y mirarnos. Para nuestra sorpresa no hubo una reacción eufórica por su parte, nada ni nadie podían quitarle esa mirada tan triste y desolada. Mismamente, Maxwell dijo a la joven que nos narrará los sucesos detalle a detalle. Rita se puso de pie, poseía un rostro bonito, claro, sospeché entonces el porqué nuestro Paul se ofreció llevarla a "casa."
―Caminaba por la carretera, bajo la lluvia, y Paul McCartney se ofreció a llevarme... ―nos relataba Rita sin poder vernos a los ojos, entre sollozos. ―Acepte enseguida, porque me percate de su identidad Beatle. Me dio un ataque de histeria al tener a Paul tan cerca de mí y comencé a abrazarlo y besarlo, la lluvia era fuerte y...
El tiempo retrocedió.
¡No!, ¡no!, ¡no! Una y otra vez, mi cerebro gritaba, incluso mientras Rita narraba los detalles del accidente, la impotencia y necedad comenzó a abatirme por completo. Rita dijo que Paul había quedado encerrado dentro del auto, y que ella logró escapar para pedir ayuda pero, cuando volvió al automóvil, este había explotado y Paul estaba decapitado y quemado...
Cuidadosa y respetuosamente los otros oficiales depositaron los objetos personales de Paul en una mesita que se encontraba ahí, como hacían en todos los casos de accidentes fatales. ¡Oh, por favor, que esto sea una pesadilla!, pensé. Esta vez yo contemplaba las cosas que Paul solía llevar en sus bolsillos. Todo era irreal, una pesadilla de la que pronto despertaría... ¡Dios!, no era la fotografía de su madre que siempre llevaba en su cartera, ni aquéllos el reloj de pulsera y el anillo de compromiso que iba a dar a Jane. No Paul McCartney, no, no, no.
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A day in the life (The Beatles)
FanfictionCuenta la leyenda que el Beatle, Paul McCartney, falleció el nueve de noviembre del año mil novecientos sesenta y seis tras un accidente automovilístico, mismo que Los Beatles restantes se encargaron de contar mediante una serie de pistas. Muchos di...