Capítulo 50: La sentencia.

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Yoko no tardó mucho en telefonear a casa de William para preguntar por John. Aunque la mujer no sabía nada sobre lo del mito, comenzaba a sospechar que algo muy extraño ocurría con su esposo y los demás Beatles. Ella pensaba que "Paul" tendría la respuesta a todo. Cuando William le contestó ella le soltó todo; "tras encerrarse en la habitación para leer una carta, John salió minutos después agarrando la cartera y excusándose con que debía enfrentar su pasado". William escuchó paciente y no supo cómo reaccionar, pues algo relacionado con Paul se le vino a la mente, pero actuó rápido y con discreción.

—No sabría decirte a dónde fue, Yoko —le dijo —. John es muy impulsivo en sus actos, pero déjame indagar un poco más y cuando sepa algo te llamaré.

—Eso espero, Paul —articuló Yoko con su tono tan petulante.

Al colgar, William hizo lo que creía correcto en ese momento. Llamó a casa de los Starkey y, sorpresivamente fue Ringo el que contestó.

—Ha pasado algo muy malo, o bueno, la verdad no sé cómo llamarlo... —dijo William con la frente sudorosa —. Yoko me llamó para preguntar por John; al parecer él recibió una carta y salió de su casa hecho una furia. ¡Ni siquiera se llevó a su mujer como es usual! Y él le dijo que se tenía que enfrentar con su pasado...

Ringo se rascaba el mentón mientras escuchaba la plática de William y vigilaba a los niños. Zak, de cuatro años, enseñaba a jugar a los cochecitos al pequeño Jason, de dos años.

—Temo que haya ido a verlo. Que en estos momentos ya sepa toda la verdad...

—Michelle está aquí en Londres—comentó Ringo después —. John fue a verlo, de eso no tengo duda. Acababa de terminar de hablar con ella cuando tú me llamaste. Al parecer Paul se quedó en Acapulco porque así lo quiso, pero escribió una carta a John diciéndole todo, y Michelle se encargó de enviársela cuando la encontró tirada en la basura.

—¡Dios mío! —exclamó William —. ¿Ahora qué vamos a hacer, Ringo?

—Lo único que nos queda por hacer, Will. Si John lo sabe no tardará en volver para matarnos a los dos por haberle mentido, y George también. Por mucho que me duela ganarme el odio de ambos, tenemos que decir la verdad. Hoy mismo será. Cita a Yoko también, de todos modos algo me dice que ella ya tiene sospechas.

William asintió a todo lo que dijo Ringo.

—De acuerdo. Será aquí, en la casa que tengo en Escocia, llama a George y dile que tenemos que hablar con él. Yo me encargo de Yoko.

—Llevaré a los niños ya que Maureen salió y se llevó a la mucama. Llamaré a George. Te veo allá en una hora, Will.

—Sí, Ringo. No queda otra cosa por hacer. El mito de "Paul está muerto" acaba hoy para Los Beatles —sentenció William y colgó.

Después de eso cada hombre actuó con prisa. Ringo le dijo a George y William le dijo a Yoko. Todo parecía marchar bien pero quizá el tiempo o la verdad habían nublado las mentes de ambos, las consecuencias de sus actos. Quizá William había olvidado que Maxwell tenía cámaras y podía escuchar las conversaciones telefónicas de Ringo. Quizá no pasaba por su mente que Maxwell les llevaría una ventaja cuando supiera de lo que hablaban ambos. Quizá olvidaba que ya sabía lo de Michelle, y que había mandado rastrearla y vigilarla de sol a sombra. Habían olvidado que Los Beatles continuaban bajo el mando del MI5.

Maxwell escuchó todas las conversaciones que hizo Ringo con Michelle, George y William. Su rostro se llenó de ira y arrojó la tasa de té que bebía al suelo.

—¡Esos malditos me han engañado! ¡Mi propia sangre me estafó! ¡William me mintió!—bufó —. ¡Pero no son más listos que yo! Quisieron verme la cara de estúpido pero ese deseo no les será concedido —alzó el altavoz del teléfono —. ¡Silver, Hammer, los necesito! Tenemos que hacer una visita a casa de "Paul"...

A day in the life (The Beatles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora