No habría vuelta atrás, de eso estaba seguro y tampoco quería arrepentirme de mis decisiones porque eran las más factibles para momentos de crisis como ese.
¿Qué otra alternativa podía tomar? Estaba inválido, con una silla de ruedas que siempre me seguiría de por vida y una identidad falsa que en nada podría ayudarme estando lejos.
Sí, quizá sonaba de lo más tonto y demostraba mi debilidad para enfrentarme a los problemas, pero así soy yo. No me caractericé por mi valor, ese dote pertenecía más a John, porque él si lo es. Pero, ¿no es malo querer proteger a los que amo? Es lo único que sí puedo hacer, porque lo demás no depende de mí.
Para George y John estoy muerto, para cierta parte de la población también lo estoy. Nunca quise que las cosas sucediesen de esta manera ¡pero no puedo remediarlas! Jamás hubiera permitido a mis amigos hacer tales pistas y meterlas en los álbumes. Todo fue por mi culpa, por mi culpa..., no. No todo lo hice yo... ¡Ellos también tienen peso en esto!
Quise ser como Little Richard, con su carisma y pasos rítmicos, y fui más que él. Fui un Beatle. Un querido, deseado y exitoso Beatle. Ahora soy nada, y no tengo intenciones de cambiar las cosas.
Incluso ahora, sentado en el ala este de la casa y comiendo una nieve de limón me pregunto si alguno de mis compañeros se sentirá igual de pésimo como me siento yo, harto y cansado de ser un jodido Beatle. Entre nosotros siempre hubo una especie de lazo que conectaba los pensamientos de uno con el de otro y viceversa. John y yo nos comunicábamos de esa manera, pues no hacía falta hablar mucho para sentir y saber lo que afligía al otro.
John..., a veces le hecho tanto de menos.
[...]
Con Michelle las cosas no se terminaban por consolidar. Ella estaba muy preocupada por el bienestar de Ringo y William que incluso parecía hermana o novia de uno de ambos. Eso me ponía celoso, muy celoso.
No había día en el que no peleáramos. Pero cierta tarde las cosas se salieron de control.
—¿Quién eres? —masculló ella —. Ya no te reconozco.
En sus ojos habían lágrimas que esperaban por brotar hasta terminar en sus mejillas.
Tuve que tragarme el maldito orgullo. ¡Cuánto me lastimaba verla en ese estado!
—¡No lo sé! —grité —. ¡No sé quién soy! Maldición. Déjame en paz, ya no quiero seguir odiándome por esto.
—Pero Paul...
—¡Ya! —clamé —. ¡Deja de llamarme Paul! ¡Paul McCartney está muerto! ¡Ángel también se murió! Soy un hombre de ningún lugar, ¡ya!
—¡Eres un cobarde! —me gritó Michelle —. Un mal amigo.
—Ya comienzas a hablar como John —le dije y después me di la vuelta con todo y silla.
—Ojalá fueras y tuvieras la valentía que él tuvo con esto —espetó de manera tajante.
Sus palabras fulminantes y frías penetraron en mi corazón como una filosa daga que terminó por romperlo completamente. ¿Cómo podía decirme eso?, ¿acaso no veía lo que yo hacía para protegerla? No era un hombre completo y con todo eso estaba dispuesto a dar mi vida por ella. ¡Y me compara con John!
Oh, un enojo se apoderó de todo mi ser, sin dejarme pensar y controlándome en cada movimiento.
—¡Escúchame, Michelle Smith! —solté —. ¿Quién te crees tú para compararme? ¿Crees que puedes venir a decirme cosas que ni siquiera sabes bien? ¡No hables si no tienes idea de lo que he sufrido!
—¡Claro que la tengo! ¡Lo sé porque te he cuidado todos estos años!
—¡Pero no te lo pedí! —grité y ella pareció sorprendida —. ¡No rogué porque me salvarás! ¡Nunca quise que esto pasara! ¡Ustedes, todos, hicieron cosas sin siquiera darle importancia a mis opiniones! Sobre si quería vivir o morir, ser o no ser recordado, tener o no un doble..., ¡todo! Y si tan preocupada estás por Los Beatles, ¡pues lárgate, Michelle! ¡Vete a Londres y déjame así! A fin de cuentas que no te necesito. ¡Ya!
—¿Quieres que me vaya, Paul? —Michelle no contuvo más sus lágrimas.
—La decisión no es mía, Michelle. Si quieres irte no seré yo quien te retenga. Buena suerte.
Giré la silla en corto y me retiré de la habitación.
[...]
Como lo dije paso. Michelle se fue de casa. Se fue tras varios meses de estar conmigo, sin más que decir. Solo tomó sus maletas y me dejó en la compañía de Lochie.
El dejarla partir fue lo más triste del mundo. Es difícil dejar marchar a alguien importante de tu vida cuando la felicidad había tocado a nuestra puerta.
Todo sucedió tan rápido que ni siquiera hubo tiempo de pensar las cosas entre los dos y arreglar el asunto de una vez por todas. Pero hasta yo sabía que estando en Londres Michelle no podía hacer gran cosa para ayudar a los chicos puesto que no todos la conocían. ¡Y corría peligro si Maxwell la encontraba! Oh, solo esperaba que nada saliese mal en su camino.
Con la partida de Michelle mis días en Acapulco se fueron dando grises. ¿Dónde había quedado la luz? Ya el sol no iluminaba nada. Qué gran soledad.
Leía el periódico para distraerme. Al parecer las cosas aquí son iguales que en Londres. En todos lados siempre hay problemas, gente necesitada y personas malas que abusan de los demás.
Lochie yacía dormido en mis piernas. No había nada en la cocina y la televisión terminó por aburrirme, por eso leía. Prefería eso a no hacer nada.
De repente se escuchó un golpe en la puerta. Levanté la vista. La puerta volvió a sonar; al parecer alguien estaba urgido por entrar.
Me aproximé para verificar de quién se trataba.
—¿Paul? —dijo una voz familiar —. ¿Eres tú, Paul?
Casi me da un paro cardiaco cuando lo escuché y más cuando, de poco a poco, vislumbre su rostro con claridad. ¡No podía ser cierto! Era...
—¡Paul! —aseguró cuando me vio —. ¡Paul!
«Oh mierda»
¿Quién creen que sea la persona que Paul vio, eh?
Les aseguro que el capítulo que viene estará mil veces mejor y será mucho más largo que este UwU
-Areli 💜
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A day in the life (The Beatles)
FanfictionCuenta la leyenda que el Beatle, Paul McCartney, falleció el nueve de noviembre del año mil novecientos sesenta y seis tras un accidente automovilístico, mismo que Los Beatles restantes se encargaron de contar mediante una serie de pistas. Muchos di...