Capítulo 54. Las sombras se desvanecen. (Final).

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  Siguiendo las órdenes de la comandante Annie Mashon, Los Beatles y Michelle subieron a una camioneta de vidrios blindados que pertenecía al MI6, con total tranquilidad por no haber hecho nada malo más que defenderse. El cielo se había bañado en un oscuro tono azulado, siendo la brillante luna y las estrellas partícipes del relato que los hombres se encargaron de contar a Annie durante el trayecto a la base. Le hablaron desde el principio del problema; cuando dos amigos discutían porque uno quería crear canciones diferentes mientras que el otro ansiaba continuar con las baladas románticas, forjando una pelea que había llevado a uno de ellos a salir del estudio para no volver hasta tres años después, mientras parte del grupo lo daba por muerto. Cada uno contó el caso desde su propia perspectiva, y gracias a ello, muchas dudas que se tenían entre los presentes fueron quedando aclaradas, y una que otra risa se hizo resonar en el vehículo.

Annie Mashon quedó boquiabierta cuando la historia acabó con la intervención del MI6.

—He quedado muy impresionada tras enterarme de todo esto —admitió, frotándose el brazo derecho —. Los fabulosos Beatles de Liverpool creando un mito estrafalario. Sin duda la jueza quedara tan impactada como yo cuando se entere.

—Creo que ya no será un mito —comentó John —. Al menos para mí ya no lo es.

Ringo estrechó el hombro de su compañero y lanzó un resopló. Le dolía un poco la cadera y el labio inferior tras los golpes que le habían dado.

—Sigo sin poder creerlo —continuó la comandante Mashon, mirando a Paul y William juntos. Se podía encontrar un enorme parecido en los dos hombres, aunque uno tuviese barba y el otro no —. Paul McCartney no era en realidad Paul McCartney, porque el grupo creía que Paul McCartney había muerto cuando en verdad Paul McCartney estaba vivo aunque inválido y sin poder recordar su vida pasada...

Los amigos soltaron una carcajada intercambiando miradas. Viéndolo desde ese punto les parecía muy gracioso.

—Lo sé —comentó Ringo —. Es una buena historia, ¿no? Creo que deberíamos escribir un libro. Venderíamos millones de copias.

—Más bien rodar una película —carcajeo Paul —. Ya me estoy imaginando el guión al igual que las críticas del cine de Hollywood.

—¡Yo mismo escribiré el guión! —intervino John con una mueca de gracia —. ¿Y por qué solo una película? Podríamos hacerlo con secuelas, ya me las estoy imaginando: "Los Beatles y el mito de Paul McCartney parte I". "Los Beatles y el mito de Paul McCartney parte II", y finalmente, "Los Beatles y el mito de Paul McCartney: el regreso de Paul McCartney". Já, sería toda una bomba.

El comentario de John logró sacar una sonrisa a la agente Annie Mashon, quien se había planteado no reír con los Beatles, pero le fue imposible. Ellos eran tan graciosos todavía.

—John y sus ideas locas —dijo William —. Al menos ya no habrá pistas que meter en secreto.

—¿Quién dice? —terció John, cómico —. ¡Fueron geniales! Pistas de John, pistas de John... —canturreó.

Paul soltó un suspiro.

—Esas pistas..., ¿cómo diablos se te ocurrieron meterlas en los discos de esa manera? —le dijo —. ¡Fue una idea descabellada!

—¡Hey! En esos tiempos estaba descabellado —carcajeo William —. Creo que Los Beatles usamos tu supuesta muerte como excusa para volvernos locos.

—En lo elemental, queridos compañeros —habló John, cruzando la pierna derecha —, me guíe por la táctica de mensaje subliminal. Ya muchas propagandas lo habían hecho antes como para quedarme atrás. Me dije, "John, si Coca-cola puede, ¿por qué tú no?" Y lo hice. No me deje vencer por nada ni nadie. Así funciona mi forma de trabajar. Además, tengo la sensación de que esas pistas van a durar más que los propios Beatles...

A day in the life (The Beatles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora