ACEPTACIÓN

3.3K 232 22
                                    

La delicada figura de su amada se deslizaba lentamente por la alfombra roja, ella parecía flotar. Él, ansioso, la esperaba en el altar. Sus manos, tan acostumbradas a trabajar con arbustos, matas y flores, sudaban frías. Al verla su respiración se detuvo aunque su vida recomenzaba. Cuando sus miradas se encontraron, el sol dió inicio a su ciclo de vida, al solsticio de verano.

Ella lo había amado por mucho tiempo, desde que sus ojos la evitaban y se desviaban hacia aquella maravillosa mujer, la que le había devuelto la alegría total. Pero la joven sanadora lo esperó, sabía que un día el hombre apasionado por las plantas sería suyo.

Él, verdadero héroe de mil batallas, había ganado la más importante. Venció su soledad, su miedo a amar sin ser correspondido y fue premiado, no solo con el amor de la mujer que a partir de esta ceremonia sería suya para siempre, sino con el amor de la gente que lo rodeaba y nunca lo abandonó. Pues ellos le habían devuelto la mitad de su vida, sus padres.

Alice y Frank Longbottom miraban a su hijo, ya hombre. Lejos había quedado aquel niño regordete que lloraba al verlos sufrir, padecer, casi morir.

Este hombre frente a ellos, valiente como pocos, los había honrado con su recuerdo permanente y había sido premiado.

Augusta Longbottom compartía la dicha de ver a su nieto feliz y radiante, sin preocupaciones, sin pena en su mirada, sin ese vacío que lo consumía. A su lado su hijo y su nuera le devolvían la fe- "si obraste bien en tu vida, a la larga serás recompensada"- le había dicho alguna vez su amigo entrañable Albus Dumbledore.

Cuando Charity llegó al altar y tomó la mano de Neville supo que había llegado a casa, por fin. Él lo supo cuando la besó.

-Hola Sra. Charity Longbottom.

- Hola Sr. Neville Smith- bromeó ella.

- ya quisieras- y la besó por segunda vez. La audiencia celebraba por partida doble.

                                                                          -0-0-0-0-0-0-

-Hermione  mi niña, me tenías olvidado- el anciano sonreía al verla y dejó el jarrón que sostenía en el suelo para abrazarla.

-hola Richard, buenas tardes, traje tarta- levantó el paquete que sostenía- para acompañar tu rico té y compensar mi ausencia injustificada.

-Pasa, ven ya está todo listo- prometía ser una tarde de historias, té y dulzuras.

- Mi madre solía hacer una tarta así-saboreaba la porción, cerró sus ojos y habló- hace tanto tiempo que no comía algo que me la recordara tanto.

-me imagino, la memoria gustativa aflora sin querer- recordaba un par de ojos grises.

-este sabor trae a mi madre y mi hermana melliza- suspiró triste- fuimos separados durante la guerra, durante el bombardeo- él hablaba de la segunda Guerra Mundial- papá y yo estábamos de visita en la casa de mi abuela, mi mamá con Isabella habían seguido hacia el mercado. Lo encontramos totalmente destruído- secó un lágrima traicionera- al igual que nuestra casa, papá enloqueció, las buscamos desesperadamente pero nada, nunca las encontramos, las dieron por muertas pero mi padre no se rindió, hasta el final las buscó. A mí ya no me queda vida, me la gasté buscándolas- concluyó.

-¿Isabella dijiste?- él asintió- ese es el nombre de la repostera que la prepara, tiene además una adorable cafetería cerca de la estación de trenes, algún día te llevaré por allí.

Siempre fue ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora