Dos.

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Me levanto antes de que él lo haga -como siempre- me doy un baño y visto para luego entrar a la cocina y poner la cafetera a que tenga nuestro café. Cuando estoy tomando pequeños sorbos de mi taza sentada en una las sillas de la barra del desayuno, Nick aparece vestido nada más con sus pantalones de pijama. Me ve un segundo antes de sentarse a mi lado y tomar su café entre sus grandes manos.

Me da un beso en la frente, ya que no quitó la taza de mis labios, y me sonríe antes de darle un largo sorbo a su café.

– ¿A qué hora terminarás? –me pregunta. No quiero hablar en este momento, estoy cansada y mi cabeza duele.

–A las diez tengo una sesión, supongo que saldré como a las doce, pero tengo una reunión a las cuatro

Él me sonríe tomando mi mano.

–Entonces te llevaré a comer algo a medio día –anuncia. Sonrió como puedo para mostrar que estoy de acuerdo, pero en realidad es lo que menos estoy.

Lo último que comí -y no devolví- fue un yogur hace dos días en mi hora de almuerzo. He tomado agua, café y té, pero no he comido casi nada en lo que llevo de la semana, ya que todo me encargo de devolverlo.







–Levanta un poco la barbilla, cariño –le pido con voz tranquila a la pequeña niña que posa para las fotos. Se llama Sarah, y posa alegremente en el gran jardín de la casa de su madre. Tiene seis años y creo que es la niña más linda que he conocido. Su madre lleva pidiendo mis servicios desde que ella es una pequeña bebé, la mujer tiene su casa llena de las fotos que he tomado en todos los tamaños. Esta vez la sesión ha sido en su casa, en el gran jardín muy bien cuidado. Sarah tiene un vestido muy bonito, la han cambiado hace poco, este es su tercer cambio y esta será la última foto.

–Creo que con ésta es suficiente –Me dirijo a Mariah, la madre de Sarah, que se encuentra detrás de mí.

–Me han gustado todas –dice Mariah entusiasmada– ¿A ti te han gustado, cariño? –le pregunta a la niña que viene caminando hasta quedar al lado de su madre.

–Quiero verlas –pide la pequeña con el mismo entusiasmo de su madre.

Con una sonrisa me dirijo hasta mi MacBook, donde ya se encuentran todas las fotos. Se las muestro a Sarah, quien comenta que se ve hermosa en todas.

–Te las mandaré por correo y tú me dirás cuales quieres y los tamaños para enviarlas a impresión –le digo a Mariah terminando de meter mis cosas en mi mochila de colores.

–Te mandaré un cheque en cuanto me lleguen –asegura ella luego de regalarle una golosina a su hija

– ¿Nos quieres acompañar a comer, Charlotte? –pregunta la pequeña. Le sonrió.

–Sería una gran idea –agrega Mariah–. Podremos charlar sobre el cumpleaños de Sarah, que es en unos cuantos meses.

Les sonrió educadamente.

–La verdad me encantaría, pero mi novio me ha invitado a comer –Mariah asiente con una sonrisa mientras que Sarah se queja, ambas reímos por el refunfuño que da la niña.

Nos despedimos y salgo por la puerta principal. Camino un poco apurada, ya que mis cosas pesan y tengo que llegar al restaurante que me ha dicho Nick en metro. Se ofreció a buscarme, pero no quise hacer que atravesara la ciudad para venir por mí. Llego cuarenta y siete minutos después. Él me está esperando en una mesa algo apartada del resto junto a la ventana, por un momento me siento fuera de lugar. Yo toda vestida con mis jeans algo gastados de color claro, mi blusa con mangas largas de botones color rosa pálido y mis zapatillas planas de color negro mientras todos están vestidos con sus trajes elegantes, corbatas y zapatos negros brillantes, mientras las mujeres con sus vestidos que parecen nuevos, tacones altos y peinados trabajados.

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora