Veintiséis.

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Dejo el bolígrafo de tinta negra a un lado de los papeles, lo que me convierte en una mujer casada.

–Bueno, ya la puedes besar –se adelanta Derek, quiero darle una patada en las pelotas por tratar de dañar nuestro momento.

Nick solo suelta una risita nerviosa antes de tomarme de las mejillas y bajando su rostro hasta el mío y darme un beso, un beso tierno que termina siendo sus labios subiendo por las comisuras de los míos y alcanzando mi nariz para acabar en mi sien. Me agarro a su cintura y escondo mi rostro en su cuello mientras ignoro el hecho de que todos nos están viendo.

Solo somos él y yo.




– ¡Deja de tomar fotos! –Río mientras escondo mi rostro  en el cuello de Nick, quien también ríe de las estupideces de Derek.

Estamos sentados alrededor de nuestra mesa en el salón que está perfectamente decorado como lo habíamos arreglado y celebramos desde hace unas cuantas horas, hemos comido hace poco y la gente empieza a bailar las canciones que empiezan a ser movidas, el dj está en su mejor momento. Pero en este momento me encuentro muy ocupada en los brazos de Nick, hasta solo hace unos segundos donde Derek se ha dedicado a molestar más de lo que ya está acostumbrado.

Todo está perfecto. Aunque me duela un poco en el fondo, sé que lo mejor es que mis padres hayan decidido no venir, además de que los padres de Nick se han dedicado toda la noche en demostrar los felices que están. Lauren y Christopher se ven bastante animados en la pista de baile, la madre de Nick no se separa de su esposo, tampoco de su copa de champán.

Nick y Derek se enfrascan en una conversación tonta en cuanto me dispongo a integrarme. 

–Así que en dos semanas me iré, ¿qué te parece? –Nick le sonríe emocionado a Derek, se dispone a comentar algo antes de que su mirada quede congelada sobre mi hombro. Me volteo casi al instante en el que me ve nervioso y sus manos se aferran más a mi cintura.

Mis padres se quedan quietos en la puerta, mi madre va perfecta como siempre, lleva  un impecable vestido negro y va maquillada a la perfección. Me ve sin mostrar ninguna emoción, a contradicción de mi padre, que me ve bastante conmovido y sorprendido. No nos veíamos hace un tiempo.

Me levanto bastante con lentitud, porque me cuesta asimilar la sonrisa que da mi madre al verme con mi vestido blanco de novia.

Tal vez ya enloquecí.

Incluso mi camino es silencioso y tenso, algunos les sonríen divertidos a Nick, que todavía me guía entre las mesas hasta la entrada, donde mis padres ven de Nick hacia mí.

Mis manos se mueven nerviosas y no puedo evitar sentir miedo.

–Mamá –susurro. No me sale nada más. Sin decir más, mis padres me sorprenden mucho más envolviendo sus brazos a mí alrededor.

Dios mío, estoy en shock.

Siento las lágrimas mojando mi cuello descubierto.

–Lo siento –Asiento sin poder creerme que aun este abrazando a mis padres, que mi madre esté llorando sobre mi bonito vestido, que mi padre ya no defienda los regaños de mi madre y que ella se note arrepentida.








Sonrío cuando llegamos a nuestro destino.

La casa que hemos alquilado para nuestras cortas vacaciones de luna de miel, ya que nos hemos ausentado mucho tiempo cuando viajamos hace solo unos cuantos meses, es perfecta. Estamos a las afueras de la ciudad, donde ya empieza a sentirse con más intensidad el otoño. Las hojas anaranjadas se desprenden de vez en cuando de sus ramas por la fría brisa que se llega a sentir. Todo es perfecto.

No hay nadie por lo menos a quince minutos en auto, es un sitio bastante grande y es todo nuestro por cinco días, una pena que no pueda ser toda la eternidad.

Caminamos abrazados hasta la entrada, donde Nick abre con el manojo de llaves que nos ha entregado Jenny, la mujer que nos atendió de último momento la semana pasada al darnos cuenta de que no teníamos planes para después de la boda.

Ahora ya son las seis de la mañana, luego de tener una noche y madrugada bastante movida. Teniendo en cuenta de que me he casado con el hombre que más amo en este universo, he bailado sin parar y mis padres y yo hemos tenido una reconciliación -que aunque fuese bastante silenciosa y llena de lágrimas-, fue la mejor y de las más liberadoras.

Él lugar es espacioso y bastante rústico, pero me encanta. Hay bastantes ventanas grandes que nos muestran el gran bosque nos rodea, es un buen lugar para tomar unas cuantas fotos además de conocer y pasear un rato, con la luz que debe ofrecer el atardecer todo debe verse tan cálido y hermoso.

Pero ahora amanecía, cosa que hacía que una tenue luz rosa nos envolviera, el frío dejaba de tenerse en cuanto los rayos de un nuevo día te besaban. Ojalá pudiese ser siempre así, entre sus brazos, siempre sintiendo su calor alejando el frío, su compañía siempre a mi lado, su respiración animándome a seguir junto él.

Era lo que más amaba, yo lo necesitaba.

Siempre lo haría.

Aún lo amaba cuando parecía sacarme de juicio, aún cuando no lo entendía, aún cuando ni siquiera me quisiese a mí mima. Lo necesitaba, era como mi corazón, que bombeaba mi sangre y se encargaba de mantenerme viva. Era mi compañero, que me confirmaba que nunca iba a estar sola.

Era mi todo.

Lo es.

Y lo seguirá siendo.

Me di cuenta de eso mientras posaba sus brazos a mí alrededor y caíamos en un profundo sueño después de que me repitiera tantas veces como me amaba, después de darme unos cuantos besos antes de dormirse profundamente.

Fue cuando por fin pude descansar por un largo rato.

Fue cuando me di cuenta de que la felicidad tenía nombre.

Y ese es Nicholas.





Sé que es corto, pero es el último capítulo.
Nunca creí que pudiese llegar a publicar la historia completa.
Gracias a todos.
Subiré el epílogo cuando pueda.

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CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora