Siete.

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Agarro mi maleta esperando a que Nick haga lo mismo con la suya. Me sonríe antes de dirigirnos fuera del aeropuerto de Ámsterdam Schiphol. En cuanto salimos, tomamos un taxi que nos lleve a nuestro hotel, que no queda muy lejos del aeropuerto. Lo que me hace recordar que estamos a menos de media hora del centro de la ciudad.

– ¡Estamos en Ámsterdam! –Le recuerdo con emoción a Nick, que me sonríe asintiendo con su cabeza. Llevo diciendo cosas como estas en cuanto puse el mapa de nuestro vuelo en el avión–. Estamos en Holanda –Él ríe y el hombre conduciendo también lo hace.

– ¡Y estamos en la A4! –Agrega el hombre que tiene cierto acento y aspecto hindú.

– ¡No lo puedo creer! –Mi risa sale sola por la emoción. Rápidamente saco de mi mochila una de mis tres cámaras para el viaje. No se me puede culpar, pienso aprovechar este viaje al máximo. Las fotografías solo capturan el momento, y pienso que este viaje tenga mucho momentos felices que capturar. Empiezo tomándole fotos al conductor del taxi. Él ríe mientras entabla una conversación con Nick. Yo empiezo a tomar fotos de Nick.

Llegamos a un hotel muy bonito y, algo, caro. El señor Aakesh nos ayuda a bajar nuestras maletas, pero cuando voy a tomar la mía, un botón se encarga de quitarla de mis manos, regalarme una sonrisa y darme indicaciones en neerlandés.

–Lo siento –Le sonrío con pena–. Solo inglés.

–Oh, nosotros llevaremos sus maletas a recepción. No se preocupen. Bienvenidos a Ámsterdam –Le sonrío a Nick, que ve con ojos entrecerrados al rubio y pálido botón.

Dank u.

– ¿Por qué coqueteas con él? –pregunta con el ceño fruncido Nick. Río mientras caminamos hasta la amplia y luminosa recepción.

–Solo le doy las gracias. No seas celoso –Es imposible no reírme de él. Ya habíamos hablado de esto hace millones de años–. Solo porque fui amable no significa que esté coqueteando. Tu sabrías si estuviese coqueteando –Le doy un beso en su mejilla antes de pararnos enfrente del recepcionista igual de pálido que el botón. Todos aquí son tan pálidos y rubios. Le tomo una foto, a lo que él me ve con el ceño fruncido, pero sé que está aguantando una risita.

–Perdón, estoy emocionada –Le explico viendo la foto–. Pero has quedado muy bien –Él suelta una risa ahogada murmurando algo así como americanos.

– ¿A nombre de quién está hecha la reserva? –Su acento me da risa, pero trato de evitar reír mientras veo las fotos en mi cámara.

–Nicholas Wells –Cuando el hombre holandés empieza a responder a Nick preguntas de tipo: dónde puedo encontrar o cuándo podré ir a... –típicas de un turista aburrido–, yo me ocupo tomándole fotos. Hace rato no hacíamos esto.


Subimos al piso número 8, nuestra habitación es la 810, la última del pasillo. Sonrío en cuanto él abre la puerta para mí. Nuestras maletas ya están a un lado de la cama, una cama de un tamaño preocupante, es enorme. La habitación, que parece estar en la parte trasera del edificio, tiene vista a un campo sin nada. Más allá se alcanza a ver un canal.

Siento los labios de Nick ubicándose en mi cuello, mi respiración flaquea en este momento. Sus brazos rodean todo mi cuerpo y empieza a hacerme cosquillas con su respiración en mi cuello y la parte superior de mi espalda. Quita mi saco, dejándome con mi delgada camiseta gris holgada. Sus manos encuentran el borde de mis pantalones. Siento mi estómago revolverse

No importa, ahora son 38 kg. Todo está bien.

Por ahora.

Cierro los ojos cuando muerde mi cuello y me agarra con fuerza mi cintura, sus dedos acarician mi piel.

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora