Dieciocho.

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Toco el timbre de la gran casa que tenemos enfrente. Nuestras maletas están a cada lado de la entrada y Nick me tiene agarrada de la cintura, hemos cenado en un restaurante bastante costoso no tan lejos de la casa de la tía Milla. He acabado mi plato de crema de tomate y mi vaso con agua, me siento satisfecha y no siento ningún tipo de dolor en mi estómago. Tal vez todo está volviendo a ser como antes.

¿Quiero que todo sea como antes? 

52 kilos.

Me siento abrumada por un momento ante mis pensamientos, pero me desconcentro de estos en cuanto abren la puerta. Le sonrío a Kate, una mujer pasada de los treinta que ayuda a la tía Milla con la casa, es muy agradable, además que tiene cierta imagen maternal, cabe agregar que en varias ocasiones al estar en Londres trajo a sus dos gemelos, unos angelitos de ocho años.

– ¡Charlotte! –Me sonríe antes de dirigirse hacia Nick y presentarse– Deja que los ayude con sus maletas, tu tía debe estar en la salita de té.

Nick la ayuda a subir las maletas por las grandes escaleras antes de que baje rápidamente a la entrada, donde todavía me estoy quitando el grueso abrigo, tratando de ponerlo sobre el perchero de la entrada, donde están todos esos abrigos costosos y de pieles de la tía. Nick me ayuda a quitármelo y también se quita el suyo de un solo movimiento.

Lo tomo de la mano para guiarnos hasta la salita de té. Atravesando la sala de estar, donde tienen la chimenea encendida, al parecer Londres sigue siendo frío con habituales lloviznas frías aun siendo verano. Cruzamos el comedor y llegamos a la sala de té. La puerta se encuentra abierta, mostrando a mi tía Milla vestida de negro, con su cabellera rubia recogida en un moño elegante y muy sobrio. Se levanta a penas nos ve en la entrada.

– ¡Charlotte! –Me mira con ojos sorprendidos y una expresión muy desconcertante que me deja nerviosa, sus ojos pasan a Nick, quien le regala una sonrisa antes de movernos hasta llegar cerca de la mujer que tenemos enfrente. Ella me cubre con sus brazos en cuanto me tiene a unos cuantos centímetros– ¿Cómo estás, querida? –Sus palabras van solo para mí– ¿Qué te ha pasado? –Niego con una sonrisa algo tensa antes de apartarme de sus brazos. Regreso al lado de Nick.

–Tía, te presento a mi prometido, Nicholas Wells –Ella le regala una sonrisa honesta antes de darle un pequeño abrazo.

–Nick, señora Blumer –Nick derrocha todo su encanto en ella, su formalismo me recuerda a las veces que lo he acompañado a algún evento de su trabajo. El apellido del difunto esposo de mi tía hace que le cambie la expresión a una sonrisa triste.

–Es un gusto conocerte, querido. Charlotte me ha hablado maravillas de ti –su acento y el hecho que le diga "querido" hace que una sonrisa de pura felicidad se pose en mis labios. Como la había extrañado. Ella revisa su delicado reloj de muñeca y suelta un gritico–. Pero miren que tarde es, deben estar exhaustos. Su habitación está lista y supongo que necesitan descansar –Asiento– ¿Ya comieron? Porque puedo decirle a Katherine que les prepare algo –Negamos y le damos las gracias a mi tía antes de despedirnos, prometiendo que mañana le contaríamos como va nuestro maravilloso viaje, como le ha bautizado ella.

Sonrío mientras subo las escaleras junto a Nick, apenas puedo con el sueño que tengo, y Nick parece estar igual que yo, apenas cepillamos nuestros dientes y nos cambiamos a nuestros pijamas nos acomodamos en la gran cama muy bien arreglada de la habitación que nos han asignado.



Siento como se nubla mi vista y me siento asustada. No encuentro a Nick, pero no me asusta el hecho que yo este perdida, ya que puedo llegar a la casa sin problemas, me asusta el hecho que siento como no encuentro mi equilibrio, mis rodillas tiemblan y, aun cuando estoy apoyada contra una pared de Piccadilly Circus, la gente empieza a chocar contra mí. El lugar está lleno de gente y por un momento me pongo a pensar en cómo Nick podría encontrarme. Me siento peor cuando ni siquiera me siento capaz de tratar de buscarlo, estoy demasiado débil.

Camino lentamente, chocando con unos cuantos asiáticos en el camino, hasta el memorial a Shaftesbury y Eros, las luces que se ven desde arriba me recuerdan al Times Square en Nueva York, carteles iluminados y el lugar lleno de gente. Las personas se amontonan alrededor del monumento y yo solo soy capaz de sentarme a un lado de este. No me molesto por mi seguridad, ya que el montón de personas a mi alrededor es un seguro de que no me pasará nada, es una noche tranquila donde la mayoría de personas a mi alrededor ve al grupo de chicos que bailan una canción bastante extraña desde su propio equipo, algunas personas aplauden y otras, como yo, solo tomamos un descanso.

Me pregunto qué está haciendo Nick en este momento, ¿me está buscando? ¿Ya se habrá dado cuenta que no voy detrás de él? Lo recuerdo muy emocionado después de nuestra mañana en el London Eye, el cambio de guardia en el palacio de Buckingham y, en la tarde, la visita a la Torre del reloj. Reviso mi reloj de muñeca.

10:53 p.m.

– ¿Charlotte? –El llamado de mi nombre, me hace alzar mi rostro. Enfrente de mí tengo a Leonard, el hijo de una amiga de la tía Milla, Suzanne, creo.

–Hola –digo como puedo, aún estoy débil y recuerdo muy bien lo nerviosa que me ponía con las insinuaciones que yo trataba de ignorar en cuanto acompañaba a su madre a visitar a la tía.

Me ofrece su mano para levantarme del suelo, niego cansada. Quiero a Nick y quiero volver a casa.

– ¿Te encuentras bien? –Niego pasando mi mirada al suelo– Pensaba que habías regresado a América –Se sienta a mi lado y, en solo unos segundos, tengo su chaqueta sobre mis hombros. No lo veo, no estoy de humor para nada.

–La verdad, –Empiezo a quitar su chaqueta de mis hombros, estoy temblando del frío, pero solo quiero que se vaya– no necesito de tu hospitalidad en este momento, estoy esperando a mi novio y sí, regresé a mi país hace algunos meses, estoy de vacaciones.

El me ve sorprendido por la hostilidad con la que va cargada mi voz, pero no me importa, quiero que se vaya y Nick me encuentre rápido. No puedo llamarlo o dar alguna señal de vida, ya que él tiene mi mochila, donde se encuentran mi móvil y billetera.

– ¿Necesitas ayuda para contactar a tu novio? –Le miro desde donde estoy con una cara de culo, estoy cansada y mi cabeza está a punto de explotar– Te puedo prestar mi móvil.

Saca su Samsung de un tamaño impresionante de su bolsillo, incluso su móvil es más grande que su mano. Lo desbloquea y me lo pasa con una sonrisa en la cara, se la devuelvo tensa y cómo puedo. Con ansiedad marco el número de Nick que me sé de memoria, además de que sé que el de él lo tiene en el bolsillo delantero de sus pantalones, ya que mi móvil está en la mochila.

Contesta a los dos timbrazos.

– ¿Hola? –Se escucha agitado.

–Nick, –Suelto un suspiro– describe el lugar donde estás, cariño.

Oh, Charlie... –Se queda un momento callado recuperando su respiración antes de darme el nombre de una tienda no muy lejos del lugar donde me encuentro.

–Muy bien, cariño –Me levanto con una dificultad espantosa. Me duelen las rodillas y aún me siento cansada–. Ya voy para allá.

Me voltea hacia Leonard para devolverle el móvil.

–Muchísimas gracias. Perdona por ser tan grosera, solo necesito llegar a casa –Él asiente y me regala una sonrisa.

– ¿Dónde se encuentra? –Analizo muy bien sus palabras porque se me es difícil seguirles el paso a los ingleses con su acento tan enredado.

–Me está esperando no muy lejos de aquí. Muchas gracias, Leonard. Nos veremos otro día –Me despido lo más cortés que puedo y con la paciencia a punto de desaparecer.

–Déjame acompañarte, me sentiría más seguro –Ruedo los ojos cuando le sonrío falsamente y doy media vuelta camino a Nick.

Se mantiene callado, pero sigue detrás de mí. Luego de unos cuantos minutos que se me hacen eternos, entre tanta gente veo a Nick contra la pared enfrente de entrada de la tienda. Sonrío como puedo en cuanto él me ve. Entierro mis uñas en las palmas de mis manos al recordar al estúpido inglés que se cree un caballero de armadura de oro en su caballo rescatando americanas al borde de un riesgo mortal. Está bien, solo ayudó un poco.

Siento como el poco de energía que me quedaba se esfuma de un tirón y como mis rodillas tiemblan, antes de que la oscuridad me trague y un golpe en mi cabeza me deje inconsciente

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora