Epílogo.

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Abrí los ojos por el sonido del despertador, me di cuenta de que no tenía intención de separarme de la cama y de quien estaba sobre ella, conmigo. Las ganas de pasar junto con él unas cuantas horas más eran enormes,  pasar todo el día en casa con Nick parecía un buen plan. Pero no, teníamos que trabajar.

Solté un suspiro en cuanto me levanté de la cama dejando a un Nick dormido y tomé un baño.

Cuando el café ya estuvo preparado y los dos nos encontramos sentados en la barra de desayuno bebiendo de nuestras tazas, revisaba los mensajes de un Derek emocionado; Alaska podía ser dura, pero para Derek Trason un par de meses apenas eran una aventura, aún faltaban unas cuantas semanas para su regreso, por lo que mi asistencia era indispensable en el estudio. Había unas cuantas sesiones que hacer y trabajo que supervisar.

Cuando tuve un pequeño descanso entre las diez ya habían llegado los papeles de la adopción que tanto habíamos querido, todo estaba listo. Solo quedaba que nos mostraran a nuestro niño e hiciésemos las visitas que suponían que tendríamos hasta comienzos del próximo mes.

Me emocionaba la idea de tener un hijo con Nick, me era inevitable no pensar en cómo no me habría creído lista, porque ya no podía esperar por tener una familia completa. Mi esposo sería estupendo como padre, se encontraba bastante emocionado, me había convencido del todo y pegado su ansiedad.

Pasadas las tres, cuando ya me había librado del trabajo, Grace me acompañó -como últimamente lo hacía- a tener nuestro almuerzo, esta vez habíamos decidido ir hasta unas cuantas cuadras más allá caminando un poco para comer una buena comida italiana, la mejor de toda Manhattan.

Me encontraba riendo de los comentarios de Grace sobre su exnovio, que era una clase de acosador patético que no lograba ni hacer ese trabajo bien cuando recibí la llamada.

– ¿Hola? –Era un número que desconocía. No habría contestado, pero últimamente Derek llamaba desde teléfonos públicos que podía encontrar, hasta pedir favores a desconocidos que le prestaban algún móvil

Me sorprendió escuchar la voz de Carl, compañero de Nick. No solo eso, también me dio escalofríos cuando se echó a llorar.

–Charlotte... –No podía reaccionar, y no encontraba la razón.

El corazón me latía rápido y no sabía por qué el pánico me entraba.

–Charlotte –repitió. Sollozó otra vez, pero esta vez no lo detuvo al hablar–. Ni... Nick acaba de... Nick... –No entendía nada, pero a la vez lo entendía todo– Estoy en el hospital.

No parpadee, tampoco solté ni una sola palabra o sollozo, no reaccioné. Pero no hacía falta, ya Grace se habría encargado de todo en el momento en el que mi celular calló al suelo.

Me llevó hasta un hospital que nunca había visto, me condujo hasta urgencias, preguntó por Nick o por Carl, no lo sé... Perdí la intención de saber lo que pasaba a nuestro alrededor. Sabía que algo malo se venía pero no quería ser consciente de aquello. Grace me guiaba entre los pasillos hasta dar con un Carl que aun traía su traje formal para oficina, casi tan impecable como el que llevaba Nick esta mañana; a diferencia de que Nick no traía sangre fresca sobre su camisa blanca de botones que iba muy bien planchada.

Se encontraba llorando, pero eso no me hacía efecto ahora. Solo una cosa podía concienciarme en este momento.

– ¿Dónde está Nick? –Lo pregunté así sin más. No sabía, pero lo sabía. Solo quería que mi última esperanza se desvaneciera para poder aceptarlo.

En ese momento unos hombres salían arrastrando una camilla de la habitación que teníamos enfrente, fue lo peor que pude haber visto en mi vida.

Mi corazón se quebró en ese momento y una parte de mí dejo de funcionar.

Nick estaba ahí, pálido y lleno de sangre, como la otra vez en Holanda, pero esta vez se encontraba muerto.

Y me derrumbé, sin importarme nada más. Porque ya no había nada más que hacer.

Ya no había por qué luchar.

Ya no había razón para nada.

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora