Catorce.

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–Hora de levantarse –El leve movimiento que hace Nick sobre mis hombros me levanta, acompañado con unos besos en mi sien. Cierro mis ojos con más fuerzas, solo quiero descansar. Dormir en la deliciosa cama de nuestra habitación en París es como un sueño, estamos a solo unas calles de la Torre Eiffel, además de que podemos ver el río Sena, nuestra habitación se encuentra en el piso más alto del costoso hotel, ya que nuestra triste reservación del piso 3 fue tomada, para subirnos a una hermosa, espaciosa y muy cómoda suite presidencial, nada mal.

Me quita las gruesas colchas y caras sábanas de encima para luego darme otro beso en mi cuello, me acurruco contra él, porque huele delicioso además de que está cálido y yo muero del frío. Siento cómo me levanta de la gran cama para luego caminar unos cuantos metros. Me decido por pasar mis brazos alrededor de su cuello e inspirar su aroma, huele a su colonia y a él. Le doy un beso en el centro de su cuello antes de que me aleje de él, sentándome en una silla.

Me encuentro sentada en una de las sillas del balcón con la gran vista al río y la torre, todo se ve hermoso, puedo ver una taza de té a un lado, la elegante tetera humea y unas cuantas tostadas yacen en un plato de lo más elegante. Algunas frutas y un plato con croissants me reciben. Él se sienta a unos cuantos metros míos, del otro lado de la pequeña mesa que contiene nuestro desayuno. Le sonrío al ver que no hay café, ni huevos, ni algo muy pesado, y asumo que los tres croissants son para él, puesto que no hace ni el más mínimo amague de acercarlos a mí. Él no se mueve, no come ni hace ningún movimiento, solo me ve. Me mira en mis pijamas de pantalones cortos y una camiseta de él, aun con mi cabello desordenado, ojeras espantosas y mi piel hecha un desastre, me mira como si fuera la más bella, sé que no lo soy, pero para sus ojos si lo soy, y espero que siempre sea así.

–Espero que no te caiga mal –Se sirve media taza de té y lo lleva a su boca. Sonrío en silencio y alcanzo una manzana. La muerdo aunque no me sabe a nada en cuanto la estoy masticando.

La brisa fría me hace temblar, a pesar de que el sol esté en su mayor esplendor, apenas está comenzando el verano en Europa, por lo que las brisas llegan a ser algo bajas. Comemos en silencio, a veces me cuenta algo chistoso, o simplemente me quedo escuchando las tres llamadas que recibe desde la oficina, además de mostrarme la foto que han enviado los encargados del hotel para mascotas donde hemos dejado a Gato, se le ve bastante consentido.




–No puedo creer que la Mona Lisa sea tan pequeña –Río con Nick entre el montón de gente. Esto parece un caos, tantos asiáticos de aquí para acá mientras los de seguridad del museo cuidan que las bandas no se caigan y la gente se acerque mucho a la muy cuidada y pequeña Mona Lisa–. Se dice que la modelo fue la esposa de Francesco Bartolomeo de Giocondo, y que su nombre real fue Lisa Gherardini –Lee en voz alta del libro que lleva en sus manos–. Es posible que la modelo hubiese estado embarazada para el momento en el que Da Vinci realizó su obra, lo que significa que se podrían conocer los descendientes de la mujer en la actualidad. Pese a todas las suposiciones, todas estas no parecen responder las interrogantes que giran en torno a la obra, lo que hace que sea una entre las más reconocidas –Deja el libro para luego dirigir su mirada al pequeño cuadro, me tiene entre sus brazos, cuidándome del montón de empujones y pisadas–. Francesco Bartolomeo nunca supo lo que es amor, –asegura dándome un beso en mi sien– mira nada más que cuadro tan pequeño le han hecho a su esposa y se queda de brazos cruzados. Yo jamás permitiría tal aberración.

Suelto una carcajada.

Terminamos de recorrer el enorme Museo de Louvre luego de unas cinco horas después de llegar. Demasiado grande y demasiadas obras, un muy buen tiempo invertido. Caminamos por las calles de París abrazados, tratando de llegar a la Torre Eiffel.

Llegamos una hora después, cuando la tarde ya se siente ligera y sé que en unas pocas horas llegará el atardecer. Tomamos unas cuantas fotos donde la Torre se ve completa, le pedimos ayuda a una chica inglesa que nos tome una foto juntos, para luego andar a hacia la entrada para subir por los ascensores a la torre. Nick paga nuestras entradas luego de una media hora esperando en la larga fila, seguimos por esta, donde revisan nuestras pertenencias, para luego llegar al ascensor que nos llevaría al primer piso.

No dejo de tomar fotos, como lo he hecho en todo el día, además de que Nick es el modelo perfecto, él se encarga de las baterías descargadas, lleva tres baterías recargables a tope de energía en mi mochila que descansa en sus hombros.

En el ascensor me tomo un pequeño descanso de tanta caminata, Nick me entiende, y empieza a sacar una de mis bebidas de la mochila, y cuando llegamos al primer piso de la Torre Eiffel estoy terminando mi quinta bebida del día.

Todo es hermoso, la sombra que refleja el sol sobre la torre me encanta, las personas se ven minúsculas desde abajo cuando llego a los vidrios que hacen de suelo. Nick no se despega de mí en todo el rato, está callado, admirando la gran obra en la que estamos. Caminamos juntos hacia el ascensor que nos subirá al segundo piso, el mantiene su brazo derecho sobre mis hombros, acercándome cada vez más a su cuerpo cada vez que puede.

En cuanto llegamos al segundo piso está todo muy movido, la gente no deja de tomarse fotos y de bajar y subir entre las escaleras que llevan al altillo. París se ve hermoso, no pierdo tiempo de acercarme a las escalerillas, con Nick aun pegado a mí esquivando todos los empujones que van destinados a mí, me acerco rápidamente a la barandilla, estamos mirando hacia el río Sena, todo se ve demasiado hermoso, me apoyo en la baranda, separándome de Nick por unos segundos, esto necesita ser fotografiado.

Cuando termino con una hermosa toma de atardecer me volteo a tomarle fotos a Nick, está justo donde lo deje con una sonrisa en su rostro, tomo la foto antes de lanzarme a sus brazos con emoción.

–Esto es muy hermoso –Le doy un corto beso–. Gracias, te amo –Me aprieta en sus brazos, cuando nos separamos miro sorprendida mi alrededor. Las personas nos miran y se pasan entre ellas globos blancos y pocas personas llevan rosas rojas en sus manos.

–La verdad, yo he querido preguntarte esto desde nuestro primer aniversario, cariño –Miro confundida a Nick–. Le pedí a mamá este anillo desde hace mucho. Desde que te pedí la hora esa noche, mi mundo cobro sentido –Mis manos viajan a mis labios, que se encuentran abiertos por la sorpresa en cuanto saca una caja aterciopelada de su chaqueta. Una sonrisa aparece en mi rostro mientras unas cuantas lágrimas empiezan a acumularse en las orillas de mis ojos–. Cada vez que paso por la mitad de la quinta avenida no puedo dejar de pensar que soy el hombre más afortunado del mundo –Su rodilla derecha toca el suelo y su mano busca la mía–. Y es que eres tan especial que no puedo pedírtelo de una manera tan simple –Sus ojos se conectan con los míos. Soy capaz de escuchar el latido de mi acelerado corazón en mis oídos–. Charlie –suspira–. Charlotte Sullivan, ¿te casarías conmigo? –Las lágrimas ya mojan mis mejillas y me es imposible no lanzarme a sus brazos.

–Sí. –susurro solo para él.



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CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora