–No hay ningún daño, el golpe no fue muy fuerte, no fue la causa de la inconsciencia –Sabía que el que le brindaba esta información a -quien creo- Nick, era un doctor. Estaba muy segura de que me encontraba en un hospital, otra vez. Me remuevo en mi lugar, quiero regresar a casa.
Al abrir mis ojos, me encuentro con tres pares de ojos. Nick, Milla y un doctor de tez morena y bastante alto con rasgos fuertes.
–Hola, cariño –Nick se encuentra sentado en la punta de la camilla donde me encontraba recostada, me aprieta mis fríos pies a través de las delgadas sábanas que me ofrecía el hospital. La tía Milla solo se encuentra sentada en una silla a unos cuantos metros de distancia, mientras que el doctor se mantenía a menos de u metro de distancia con una tabla en manos.
Me encontraba en un cuarto improvisado, con paneles de tela azul que me resguardaban del bullicio que se escucha fuera.
–Buenas noches, Charlotte. Soy el Dr. James, creo que entiendes el porqué de tu estadía esta noche acá en el hospital, ¿Cómo te sientes?
–Bien –susurro.
– ¿Sientes algún dolor? Creemos que te encuentras bien, a pesar de ver tu historial. Creo que puedes retirarte en momento que lo creas correcto, firmaré tu salida en cuanto la pidas –El hombre decía todo de manera rápida y concisa. Al parecer una chica que no ha comido como es debido no es su preocupación en estos momentos, tiene trabajo que hacer.
–Quiero irme ya –Trato de incorporarme cómo puedo, el doctor asiente en mi dirección y se despide diciendo que dejará todos los papeles firmados para mi salida.
Cuando Nick me deja apoyarme en él y cruzamos la sala de espera directos a la salida, Leonard se levanta de la silla en la que estaba y camina con una agilidad hasta la puerta que estamos a punto de atravesar.
– ¡Oh, Leonard! Que sorpresa que te encuentres aquí, ¿todos se encuentran bien? –La tía Milla pregunta con preocupación en su voz detrás de nosotros.
–Señora Blumer, que alegría volver a verla –Ruedo los ojos por los estúpidos modales ingleses-. Estaba con Charlotte en el momento que pasó esta tragedia, yo los traje hasta acá en mi auto, pero no me dejaron entrar por no ser familiar... o novio –La tía ríe de sus últimas palabras, yo solo me recargo más contra Nick.
–Es su prometido, cariño –El rostro de Leonard es un poema, pero en realidad no me puedo divertir ni un poco de su cara, estoy agotada–. En fin, creo que has sido muy amable y de gran ayuda con Charlotte, ¿qué tal si lo hablamos todo mañana con una taza de té en mi casa? Invita a tu madre, cariño, no la he visto en algunas semanas, será bueno ponernos a charlar un rato –La tía se nos adelanta y, antes de atravesar las puertas dobles, se despide de Leonard con un beso en su mejilla.
Nos quedamos solo unos segundos viéndonos incómodos.
–Muchas gracias, Leonard. No sabría que hubiese hecho sin tu ayuda, pero en este momento tenemos que irnos. Charlie necesita descansar –Las palabras de Nick son sinceras, aunque se nota que está incómodo.
–Gracias. –alcanzo a decir antes de que Nick nos mueva para seguir el camino de la tía Milla.
El último vistazo que tengo de él es alzando su mano agitándola un poco a modo de despedida. Caminamos hasta el auto de la tía Milla, donde nos espera Johnson, el conductor. Me es imposible no dormirme camino a la casa.
Nick se mueve, lo que hace que yo me mueva con él. Me despierto por el movimiento, me tiene entre sus brazos y al darse media vuelta me lleva consigo, por lo que termino acostada sobre su cuerpo. Todavía se ve profundo en sus sueños, mientras a mí me parece que es hora de levantarse. Verifico en el reloj de alarma que hay a un lado de la cama sobre la mesilla que son las 9 a.m. No quiero despertarlo, por lo que descanso mi cabeza sobre su pecho, tratando de reconciliar el sueño.
Más o menos, una hora más tarde me encuentro fascinada con la manera en que su corazón me arrullaba, pero sé que es tarde. Salgo de entre sus brazos con pereza. Me encuentro en una de sus camisetas con cuellos en v que hacen de mi pijama además de que también traigo unas medias bastante cómodas sobre mis pies, tal vez es la razón por la cual no tengo tanto frío como siempre acostumbro. Me demoro bastante tiempo tratando de encontrar los pantalones de pijama en mi maleta, principalmente porque está hecho un desastre, además de que, aunque estoy bastante despierta, me duele cualquier movimiento.
Cuando me encuentro cubierta por los pantalones de pijama color azul y un saco que me he comprado en Ámsterdam en un suvenir con un tulipán solitario sobre este, bajo las amplias escaleras con las que estuve familiarizada hace nada más dos meses con cuidado, me siento débil, pero puedo llegar hasta la cocina, donde me encuentro con Kate, que se encuentra picando unas frutas.
–Buenos días –me saluda ella con una enorme sonrisa. Me siento en una de las altas sillas que rodean la isla de la cocina.
–Hola Kate –Me robo una manzana que se encuentra en el frutero de en medio de la isla. Le doy un mordisco sin esperar su sabor siquiera.
– ¿Te encuentras mejor? –pregunta apartando la vista de la tabla para picar solo unos segundos y verme a los ojos.
–Sí, no tienen de que preocuparse –aseguro arrastrando la vista por la cocina escapando de su mirada.
–La señora Milla me ha dicho esta mañana que el doctor le ha contado lo que ha leído en tu historial. Me preocupa mucho, se nota muy asustada –Sé por su tono que dice la verdad. Siento como mi estómago se cierra de repente por la advertencia en sus palabras. Se puede decir que Kate hace parte de la familia, aún recuerdo que en mis meses en Inglaterra la trataba más como una amiga que como parte del servicio, salíamos un rato a algún centro comercial o con la tía Milla a algunos parques.
–Kate, no hay de qué preocuparse –susurro. Pienso por primera vez que la tía pueda llegar a decírselo a mi madre. Eso sería lo peor, ella me haría sentir peor de lo que ya me siento. En ese momento entra la tía Milla usando uno de sus elegantes vestidos de luto que ahora hacen parte esencial de su guardarropa.
–Hola cariño –Trae entre sus manos una taza de té vacía, por lo que camina directamente hasta la tetera que siempre se encuentra llena y caliente, de eso se encarga Kate.
–Hola tía, que alegría verte esta mañana –la saludo con todo el buen humor que he tenido desde que desperté.
– ¡Oh Charlotte! –Me regaña en una voz tan baja– Por favor no me vengas con ese tono inocente en este momento. Me encuentro tan enojada contigo, muy enojada. No me puedo creer que hayas decidido poner tu vida en riesgo de tal modo. ¿Has visto a tu pobre novio? Lo único que hace es aguantar las lágrimas cada vez que alguien insinúa lo que has hecho –Su respiración agitada se escucha en la cocina y mi silencio la acompaña, solo me puedo quedar viendo la manzana que tengo entre manos– ¡40 kilos! Eso o menos, ¿puedes creerlo? –Muerdo mis labios tratando de controlar mi respiración. Es obvio que se dirige hacia Kate, quien me mira en silencio.
–Lo siento –mi susurro apenas es audible. Está a punto de agregar algo más, pero en ese momento Nick entra a la cocina con sus pantalones de pijama y una camiseta con cuello en v que pertenece más a mí, pero sé que la usa porque no quiere incomodar a ninguna de las mujeres que vive en la casa. Entra en silencio, apuesto que ha escuchado la conversación desde el pasillo, pero –sabiamente- calla.
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Charlie
General Fiction- ¿Qué has hecho? -preguntó con voz rota al ver sus costillas marcadas con su piel encima. Ella miró hacia otro lugar de la habitación con los ojos empañados. No me quiere, he hecho todo lo que he podido para complacerlo, para complacerme a mí, no l...