Diez: Charlie.

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Cruzo la calle por las cebras mientras acomodo mi mochila. Es de noche y el tráfico está bastante pesado, como es normal cuando me encuentro a unas muy pocas calles de la quinta avenida. Tomaré el metro para llegar a Brooklyn, donde queda mi departamento compartido con Lena, y poder dormir aunque sea un poco.

Solo me quedan unas cuantas calles para llegar a la estación de metro más cercano y poder salir de Manhattan, ya es casi media noche y está helando. Marzo siempre ha sido el mes más lluvioso para la ciudad, pero aun así no me importa estar empapada de pies a cabeza mientras apuesto que la temperatura debe estar muy baja. El frío siempre me ha gustado, además de que llevo un gran abrigo impermeable, lo que hace que nada más sea mi corto cabello el que sufra las consecuencias de estar mojado.

La gente camina de aquí allá por entre las calles, Nueva York siempre va a ser una ciudad muy movida, no cabe duda. Las sobrillas tapan las luces de las calles, hay mucha gente y los autos no paran de pitar el día de hoy. Parece que todo es un desastre.

En cuanto estoy del otro lado de la calle puedo sentir las gotas más pesadas de lluvia sobre mi cabeza, la gente empieza a correr y abrigarse mientras solo puedo sonreír al sentir la lluvia correr sobre mi cuello desnudo, rodando sobre mi espalda.

Soy afortunada de haber dejado mi equipo en casa de Derek, mi cámara se hubiese mojado, y mi MacBook igual. Las amo mucho para evitar que eso ocurra. Mis pies se sienten mojados a través de las converses que llevo puestas, así que debo tener cuidado, no debo caer en mitad de la calle -cosa que ya ha pasado y casi ha ocasionado un accidente-.

Me siento mejor cuando la mayoría de personas han optado por amontonarse en los puestos que están a los lados de las aceras, mientras me dan camino libre y a unas cuantas personas más.

Hoy estoy extremadamente feliz, a pesar de los problemas que tuve a principios de semanas con mi familia, todo me indica que me estoy dirigiendo a un gran camino exitoso. Derek me había propuesto un pequeño trabajo, ya que siendo fotógrafo profesional es un hombre con bastantes asuntos, y me ha dado la oportunidad de acompañarlo en una de sus sesiones con una famosa modelo. El pago no era lo importante, ni lo que más llamaba la atención, lo que más me importaba es que podría llegar a poner mi nombre en una de las reconocidas fotógrafas de Nueva York.

Dándole vueltas al asunto, no me percaté de que aquel joven hombre de traje me hablaba, estaba muy ocupada en mis pensamientos, parada en la esquina de la acera esperando a que el semáforo peatonal nos diera el paso.

–Perdón, ¿qué? –Giro mi cabeza para encontrarme con unos ojos mieles y una cara que podría ser fotografiada desde cualquier ángulo y se vería perfecta. Lleva un traje elegante mientras que con una mano lleva un maletín y con la otra sostiene un paraguas color negro. Él me ve con ojos entrecerrados y luego me ofrece una sonrisa.

– ¿Podrías darme la hora, por favor? –Está viendo mi reloj de muñeca. Le sonrío para luego murmurar un claro:

–Diez –Limpio las gotas que caen por mi frente. Suelta un suspiro algo cansado para luego negar con la cabeza.

–Creo que me he convertido en un hombre soltero –Murmura con resignación, aunque una sonrisa se asoma por sus labios.

– ¿Perdón? –Miro incrédula al elegante hombre que tengo enfrente, pero entonces las luces cambian, lo que nos lleva a los dos a cruzar las cebras. Es gracioso como el empieza a andar a mi lado e incluso taparme con el paraguas de la lluvia.

–Me dijo que si llegaba tarde otra vez a nuestra cita terminábamos –Ríe–. Es algo tonto, al parecer no entiende que estoy ocupado –Lo miro de reojo mientras seguimos caminando por la acera. No sé a dónde se quiere dirigir él, pero estamos tomando justo el camino hacia la próxima estación.

–Si te quiere, te entendería un poco –digo entre dientes. Es decir, es algo tonto terminarle a tu novio porque está muy ocupado trabajando.

–Está bien, chica mojada, no iba a durar mucho –Su tono no trasmite dolor ni sufrimiento, mas no hago más preguntas– ¿Te diriges a la estación? –Asiento sin siquiera verlo, pero se toma el trabajo de tomarme de mi codo y detener mi caminata. Mira a nuestro alrededor, donde la gente se encuentra ocupada viendo la lluvia caer mientras se esconden entre los puestos para evitar mojarse. Le miro con un claro signo de interrogación en mi expresión esperando a que se despida de mí. Ha sido agradable saber que todavía existen buenos neoyorquinos.

– ¿Qué tal si tomamos algo? Hace algo de frío –Le miro sorprendida. Primero, me está mirando con una sonrisa coqueta, pero a la vez es bastante dulce; segundo, siento que si acepto tomar algo puede que haya algo más; tercero, el hombre joven, elegante y con traje me está pidiendo tomar algo.

– ¿Qué pasaría si digo que sí? –No creo estar dispuesta a que solo esto se convierta en un simple acostón.

–Conseguiría el nombre y número de la chica mojada que parece fascinada con la lluvia, sabría si le gusta el té o el café y es posible que le pida salir –Parpadeo varias veces intentando encontrar un contra.

–Me gusta el café –Su sonrisa se extiende.

–A mí también –Sus ojos tonos miel recorren la calle– ¿Me dejarías invitarte a un café para luego conseguir tu nombre?

–Charlie.

Me mira a los ojos durante lo que parecen largos segundos.

–Charlie. –repite en un susurro todavía con una sonrisa en su rostro.


CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora