Dieciséis.

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Las medicinas que he tomado hace solo unas horas me tienen algo lenta, no puedo moverme muy bien, además de que todo se ve como nubloso a mí alrededor. La puerta es tocada antes de que Nick entre. Lleva ropa limpia y mi mochila sobre su hombro, no ha querido hablar conmigo, lo cual entiendo perfectamente. Aunque todo esto me tiene un tanto triste.

Se sienta junto a mí, tratando de hacer el menor ruido posible, parece que cree que estoy dormida, puesto que tengo mis ojos entrecerrados debido a las medicinas que me tienen un poco débil.

–Siento arruinarlo todo –Mi voz sale ronca y muy baja, además de que las palabras son arrastradas. Si no estuviera consciente de que no tomé nada de alcohol, diría que estoy borracha. Las lágrimas salen solas, sin sollozos o dramas. Es que una tristeza profunda atraviesa mi cuerpo, le he decepcionado. Y él nunca me ha hecho daño, yo nos hiero a ambos. Busco su mano, pero su contacto nunca llega. Cierro los ojos tratando de que los sollozos no salgan. Sin darme cuenta, me quedo dormida.

Quiero ir al baño, necesito descargar mi vejiga. Me encuentro sola en la habitación, la lámpara que se encuentra en la mesita del otro extremo de la habitación está encendida. Me levanto como puedo y pongo mis pies sobre el suelo con mucho esfuerzo y apoyándome en el soporte del suero de la intravenosa alcanzo a dar unos cuantos pasos hacia la puerta que supongo que es el baño.

Pero me caigo.

Caigo de culo, y estoy a punto de llorar del dolor.

–Mierda –me quejo. No sé si reír o llorar. Al parecer me decido por las dos, porque segundos después estoy riendo mientras gruesas lágrimas caen por mis mejillas. Mis piernas se acomodan en el frío suelo, mientras trato de ingeniar un plan para levantarme.

No sé qué me pasa, estoy tan lenta que podría jurar que estoy drogada.

Pero mis planes ya no son necesarios cuando Nick aparece por la puerta de la habitación. Corre hacia mí y me carga con cuidado, arrastrando cómo puede el soporte del gotero. Niego porque siento que me hare en mis pantalones, luego me doy cuenta que no tengo mis pantalones de pijama puestos. Río por mis pensamientos.

–Tengo que ir –Las palabras salen como un trabalenguas de mi boca–. Pisss... –alargo mucho más la "s".

Me lleva hasta el baño, donde es capaz de bajar mis pantys y sentarme en el váter. Frunzo el ceño.

– ¿Cómo te atreves? –pregunto indignada. ¿Quién se cree?– Sal –Aprieto mis manos en mis piernas porque no creo aguantar un segundo más sin hacer pis.

Cierra la puerta en cuanto sale, lo cual es un alivio. Dejo que todo el líquido salga, y me refiero a mucho líquido. Demasiadas bebidas hidratantes para mí. Me quedo sentada en cuanto no tengo nada más que hacer, no me puedo levantar y he acabado con mi descarga de vejiga. Como puedo, subo mis pantys y tiro de la cadena. Soy incapaz de moverme otro centímetro por mi cuenta. Recargo mi cabeza en mis manos mientras que mis codos se apoyan en mis piernas. Tocan la puerta

– ¿Charlie? –Es Nick, obviamente.

– ¿Mmm?

– ¿Terminaste?

–Sí –respondo en un bostezo.

–Voy a entrar –Entra y cuando está a punto de llevarme de vuelta lo detengo.

–Necesito cepillar mis dientes –Recuerdo muy bien que he estado vomitando, más el mal olor no lo siento en mi boca, como todo lo demás. Él asiente caminando de nuevo hacia la habitación y llegar con mi mochila, saca mi cepillo de dientes y la crema dental. No me pregunta, simplemente se encarga de cepillar mis dientes manteniéndome sentada en el váter. Cuando me indica que me enjuague con agua del vaso que se encuentra en la orilla del lavado, devuelvo el agua ahí mismo. No me siento limpia o aliviada como pensaba que ocurriría–. Sabe a nada –murmullo mientras seca la comisura de mi boca con la toalla que se encuentra cerca. Él me ve confundido–. No siento el sabor de las cosas hace unos días –informo como si fuera lo más normal del mundo, mi tono de voz es cansando y puedo sentirme medio dormida.

– ¿Por qué no me habías dicho? –pregunta cuando ya estamos a mitad de camino hacia la cama. Parece un pulpo tomándome en brazos y arrastrando el soporte del suero.

–Por la misma razón por la cual no te conté que vomito –respondo obvia. Él me ve con el ceño fruncido en cuanto me vuelve a arropar.

– ¿Y por qué empezaste a vomitar? –No entiendo por qué no me siento presionada o nerviosa al hablar de esto con Nick.

–Porque cuando llegue de Londres estaba gorda, –bostezo– tú me lo terminaste de confirmar

– ¡¿Yo?! –asiento mientras siento como el suelo se empieza a apoderar de mí.

–Me miraste extraño, ya no te gustaba –balbuceo.

En cuanto me levanto no está Nick, pero la mujer de horas antes cambia la bolsa de suero, me da una pequeña sonrisa.

–Traeré tu desayuno –su acento francés anuncia. Asiento como puedo mientras trato de calentarme un poco entre la gruesa colcha. Me doy cuenta de que la habitación está muy grande, y que la cama es demasiado cómoda, además de la colcha. Ruedo los ojos al pensar en cuanto habrá gastado Nick en darme este lujo de habitación cómoda. Minutos después tengo a la mujer trayendo una bandeja con lo que parece avena. Frunzo el ceño ante la bandeja con el desayuno en él. Mientras la mujer me está acomodando para poder comer cómoda, Nick entra por la puerta sin tocar. Me ve por unos cuantos segundos.

–Puedes retirarte, yo me encargo –La mujer se va sin rechistar. Él camina hacia mí de manera lenta, puedo detallarlo perfectamente. Se ve que no ha dormido correctamente, las bolsas debajo de sus ojos me lo confirman, además de que su cabello se ve desordenado y su ropa arrugada.

–Hola –digo algo apenada, recordando por primera vez en el día la conversación de anoche. Literalmente le eché la culpa a él, cuando él no tiene la culpa de nada. Se sienta en silencio a mi lado y acerca lo más que puede su silla a la cama, no sin antes arrastrar el pequeño carrito donde ha traído la enfermera mi desayuno.

–Hola, cariño –dice en cuanto tiene todo arreglado y está tomando la cuchara para luego tomar un poco de avena y acercarla a mi boca. Me siento más culpable al ver cómo me aguanta. Acepto las cucharadas de la avena hasta que me siento demasiado llena, faltando muy poco para que acabe con el plato completo.

– ¿Te supo a algo? –pregunta pasándome el vaso de agua. Niego para luego tragarme el agua despacio.

–Pero no me duele el estómago –le digo para animarlo un poco, tratando de que su ceño fruncido desaparezca.

–Eso está bien, Charlie –dice tomando mi mano. Le doy un apretón para luego pasar su mano a mis labios. Él me ve unos segundos antes de inclinarse un poco y dar un beso en mi frente–. Escucha, –llama mi atención luego de acomodarse en su silla y alejar el carrito con la bandeja encima– recomiendan internarte, pero yo no quiero eso. Y tú tampoco, ¿verdad? –Niego con un poco de impresión ante sus duras palabras–. No quiero visitar a mi prometida en un centro de rehabilitación –Su pulgar acaricia mis nudillos, alcanza a tocar mi nuevo anillo en el proceso–. Así que voy a asumir la decisión, siendo consciente de la advertencia de los médicos y todo lo demás, vamos a firmar los papeles y todo va a mejorar a partir de ahora; solo si tú prometes ayudarme, ¿sí? –Asiento como una estúpida, porque yo ahora mismo sería capaz de bajarle la luna, las estrellas y hasta el mismísimo sol.


CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora