Seis.

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98, 99, 100.

1000 abdominales no son suficientes.

Miro el reloj en la pared del gimnasio.

10:38 p.m.

Nick no demorará en llegar. Prometí no subir al gimnasio, pero últimamente desobedezco algunas reglas. Seco mi sudor para luego tomar agua. Mi rutina por hoy ha terminado.

Por alguna razón que finjo entender, pero no lo hago, Nick tuvo que quedarse de nuevo hasta tarde para poder arreglar algunos asuntos con la empresa, parece que últimamente necesitan a su jefe para que las cosas vayan bien. Llego al departamento, está solo y tal como lo dejé. Gato se encuentra en el sofá dormitando, camino con cansancio hasta nuestra habitación, lo único que quiero es un baño y dormir.

También quiero comida.

No le hago caso a mis pensamientos ansiosos. He logrado no ingerir más que té, agua y café hace más de cinco días. Nick ha estado tan ocupado que no alcanzamos ni a desayunar juntos, se acuesta tarde y levanta temprano. Y como en solo una semana nos iremos por nuestro viaje, se está esforzando por dejar todo perfecto para que no necesiten de su presencia. Y sí, en una semana llegaremos a Ámsterdam. Ni yo me lo creo. En mi tiempo libre trato de comprar todo lo necesario y tener todo casi listo. Nick dice que estoy paranoica, pero no se me puede culpar. Estoy muy emocionada.

Las sesiones con Sam Green van perfectas, tenemos una parte de las fotos elegidas. Recuerdo que mañana tengo una cita con ella. Es gracioso, como la chica de nada más veinte años esté casada y parezcan hermanos. Pero sí. Samantha Green está casada con Samuel Green. Interesante, sus nombres abreviados hacen que sean la misma persona. Samantha hace muy bien su trabajo, y sus fotos son perfectas, las hemos tomado algunas veces en el estudio u otras en diferentes partes de la ciudad. Nueva York es el lugar perfecto, siempre ofrece un escenario digno de fotografiar.

Me doy un baño y luego me tomo mi tiempo para echarme mi crema hidratante frente al espejo. Me veo bien, supongo.

No es suficiente.

Y algo me dice que jamás lo va a ser.

Termino con mis cremas para luego ponerme encima mi pijama. No me molesto en el peso de la delgada tela que me cubre, ya que no debe interferir con el peso que muestra en el tablero de la balanza, que se ha convertido en mi mejor amiga en los últimos días.

42.3kg.

Lo hice.

Sonrío quedándome en la balanza. Sintiendo mis ojos humedecerse por las lágrimas de felicidad. Lo hice, en realidad lo hice, lo logré. Me bajo de la balanza escuchando como la puerta principal del apartamento es cerrada. Haciendo que me sienta demasiado nerviosa. Seco los bordes de mis ojos que aun contienen lágrimas no derramadas.

– ¿Charlie? –Se escucha por el pasillo. Me alejo rápidamente de la balanza, tratando de lucir como si no me hubieran encontrado con las manos en la masa, busco con rapidez como disimular sin incriminarme.

–Estoy aquí –murmuro tomando el primer libro de la estantería pegada a la pared. Lo reviso por fuera y cuando Nick entra parece que nada más estoy revisando nuestra librería. Él me sonríe.

–Hola cariño –Su sonrisa es real, todo de él lo es. Él me salva de mí. Camino hasta él abrazándolo en cuanto lo tengo enfrente de mí. Me abraza fuerte, rodeándome con sus musculosos brazos, pegando su cuerpo al mío, haciendo que mi rostro se esconda en su cuello. Haciendo que todo mal desaparezca. Que todo deje de existir, solo estamos nosotros.

–Te extrañé –Sonrío mientras beso su cuello.

–Yo mucho más –Alcanza mi mejilla derecha y empieza a repartir besos en ella.

Y me ama, él me ama así.





Abro la carpeta con imágenes de Sam en cuanto Grace me anuncia que acaba de llegar. En ese momento ella entra con Sam detrás de ella. Les sonrío mientras los invito a sentarse en las cómodas sillas blancas del otro lado del escritorio. Ya las hemos elegido todas, algunas están en impresión y otras fueron compradas por una revista local.

–Hola Charlotte –Sonríe ella muy feliz como siempre. Su esposo se sienta junto a ella con esa mirada fría que nada más cambia cuando da un asentimiento sin expresión en modo de saludo.

–Buenos días Sam. Sam –Le regalo un asentimiento como él lo hace. Empezamos a hablar sobre la división del trabajo, como trabajaremos de hoy en adelante y hablar sobre su muy prometedor futuro si alguna compañía llega a ver sus fotos.




Suspiro con pesadez cuando termino mi rutina de hoy. He salido temprano del estudio y apenas son las 7p.m. He hecho 800 abdominales, Una hora en la caminadora y unas cuantas series de ejercicios funcionales. Tomo de mi botella de agua mientras seco el sudor de mi frente. Con mis cosas entre mis manos, bajo el elevador, justo cuando estoy buscando las llaves entre el bolso pequeño deportivo, escucho al elevador pitar, anunciando que alguien ha llegado al piso.

Mierda.

Abro rápidamente, aunque sé que si fuera Nick ya me habría visto, ya que el elevador se encuentra a unos escasos cinco metros de la puerta de entrada de nuestro apartamento. En cuanto entro veo a Gato viéndome indiferente desde el sofá.

–Yo no hice nada –le refunfuño tirándome junto a él.

– ¿Segura? –La madre que lo pario. Suelto un grito de lo más ruidoso que hace gato salte asustado de mi regazo, que yo lleve mi mano a mi pecho y que casi me dé un infarto.

–La mierda, mierda. Casi me cago del maldito susto –Nick me ve de arriba abajo desde la barra del desayuno con una taza de lo que supongo es café en sus manos. No sonríe, por lo que supongo que no está nada feliz de haber llegado a casa y no encontrarme en mi pijama y descansando, como lo dijo el Doctor Brunner.

"Charlotte necesita descanso, tiene un desequilibrio electrolítico, hipocaliemia, como lo sospeché y una severa deshidratación. Necesita una dieta en especial para el bajo nivel de potasio y administrarle líquidos por vía intravenosa".

Y sí, asistí tres veces al hospital por las malditas iv.

– ¿Dónde estabas? –La respuesta es muy obvia, ¿no? Estoy vestida con mi ropa deportiva y vengo toda sudada.

–Estaba comprando una pecera, Nick –Ruedo mis ojos para luego reírme de mi propio chiste.

–Te dije que te quedaras en cama –Se levanta de la silla alta para luego acercarse.

–Y yo te dije que ya estaba bien –Le recuerdo. Esta vez es él quien rueda sus ojos.

–Estoy muy cansado cariño, no quiero pelear ¿Por qué no me haces caso? Solo quiero lo mejor para ti –Me hace sentir mal, ¿por qué tiene que tener la razón?

–Solo vamos a dormir. –Le quito importancia al asunto, levantándome del sillón y guiándonos a nuestra habitación.



Demasiado corto y aburrido, lo sé.

Pero pronto comenzará lo interesante, lo prometo.

iNeedmyVoice

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora