Nueve.

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–Despierta –Frunzo mi nariz, acomodándome más en la almohada blanda que tengo debajo de mi cabeza.

Mi cuerpo duele y tengo sueño, estoy muy cansada y no pienso salir de la cama ni que me ofrezcan todo el té de Inglaterra.

–Charlie –Sus manos acarician mi espalda desnuda haciendo que me dé más flojera levantarme.

–No quiero –suelto un quejido.

–Hoy la vamos a pasar muy bien –Besa mi frente, bajando por mis ojos haciéndome reír–. Vamos Charlie, tenemos que desayunar –Arrugo mi nariz al mismo tiempo que el besa mis mejillas, yo sigo con mis ojos cerrados.

–No quiero –Parezco una niña de cinco años tratando de convencer a su madre no darle verduras con una pataleta.

– ¿No quieres qué? –me pregunta acomodándome sobre su cuerpo, yo recuesto mi mejilla sobre su pecho.

–No quiero moverme de aquí –Beso su pecho haciéndole reír–. Te quiero –Le susurro.



Termino de vomitar mi plato de frutas, café y tortilla. No aguanté más, simplemente íbamos camino a la habitación y créanme cuando quise retener mi desayuno, que estuvo bastante rico, pero no pude. Salió solo. Entré al baño de damas corriendo, que estaba a unos cuantos metros de la salida del restaurante, entrando al primer cúbico a vomitar.

Escucho susurros detrás de mí, por lo que veo ni siquiera cerré la puerta del cúbico. Las lágrimas caen solas, escupo lo que queda en mi boca antes de tirar de la cadena y sentarme en el piso.

– ¿Estás bien? –Una chica me pregunta con acento italiano a mis espaldas. Asiento antes de hundir mi cabeza entre mis rodillas.

Estoy jodida.

Se escucha la puerta del baño abrirse con fuerza y algunos gritos y quejas en otros idiomas. Siento a Nick abrazarme por detrás.

– ¿Estás bien? –Riega besos por mi cuello, acariciando mi estómago con su mano derecha. Lloro más fuerte mientras niego con mi cabeza.




–Estoy bien –insisto. Siento que ya han pasado horas desde que me dejó en la cama, tapándome cada vez que alejo la deliciosa colcha de mí.

–Hoy no haremos nada, tienes que descansar –Saca de mi maleta una bebida hidratante. Traje muchas con sabor a fresa. Se sienta a mi lado, quitando sus zapatos para recostarse conmigo un rato. Me tomo mí bebida en menos de dos minutos, dejando encima de la mesita de noche la botella vacía. Él me ve asombrado.

–Tengo sed –Recuesto mi cara en la almohada. Él se encarga de acomodarme encima de su cuerpo, para terminar abrazándolo con mi cara contra su pecho y mi cuerpo boca abajo.

– ¿Qué te pasa? –Besa mi sien una y otra vez, haciendo que el sueño me atrape. No quiero dormir, pero estoy tan cansada.

Dos horas después, cuando son las nueve, consigo hacerlo aceptar el hecho de darme otro baño para luego seguir con nuestros planes un poco más de Ámsterdam, ya que es nuestro último día completo aquí, mañana por la noche sale nuestro vuelo a París, donde pasaremos unos cuantos días.

Estoy en eso de sacar el shampoo de mí cabello dejando que el agua que cae de la ducha se lleve la espuma de mi cabeza, pero siento algo en mi rodilla, inmediatamente veo la parte trasera de mi pierna derecha, donde sigue bajando un mechón de mi cabello color castaño que empuja el agua hasta desaparecer por el desagüe. Guío las manos a mi cabello, donde empiezo a tirar en busca de más mechones caídos. Termino con varios mechones de mi cabello, que no es muy llamativo pero sigue siendo importante para mí. Siento como entro en pánico. Salgo de la ducha de inmediato, secándome con la toalla que he dejado a un lado, para luego empezar a secar mi cabello. Me tranquilizo solo un poco cuando nada más caen cabellos sueltos.

Miro hacia la ducha, donde quedaron en el suelo largos mechones de mi cabello. Los recojo con papel y los envuelvo en más papel antes de botarlo en la basura. No se nota mucho el cambio en mí cabeza, pero siento como si hubiera perdido demasiado cabello, nunca me había pasado algo parecido.

Todavía un poco preocupada por mi cabello, salgo del baño con la toalla alrededor de mi cuerpo. Nick está viendo un programa en francés, no entiendo el por qué. Empiezo con mi rutina de nuevo, echarme cremas corporales y luego ponerme mi ropa interior. No es como es Nick no me hubiese visto toda ya.

Yo, con mi cabello en la papelera del baño, mi piel seca y ya nada sonrojada, mis pechos de niña, mis rodillas llenas de morados por tantas caídas que he tenido al vomitar y, lo que más odio de mí, mis 38 kilos.

Se ve decepcionado, y parece que no quiere verme. Lo miro otra vez, lo atrapo viéndome desde la cama. Alejo mis ojos de él, porque siento que toda su mirada transmite decepción, lo que hace que me sienta estúpida y triste. Él se levanta de la cama para acercarme a mí, que estoy a solo unos cuatro metros de la cama. Me toma el mentón con su gran mano derecha, acariciando mi mejilla con su dedo pulgar. Cierro los ojos, pasando mis brazos alrededor de su cuerpo, pegando mi cabeza a su pecho. Sus manos bajan a mi espalda baja y sus labios se pegan a mi sien.

–Te amo –Me lo dice en voz baja, como si fuera nuestro secreto. Sonrío con lágrimas retenidas en las orillas de mis ojos, no quiero arruinar el momento. Este momento en el día donde no me preocupo por nada más aparte de él.



– ¿Quieres probar el famoso queso holandés cien por ciento original? –Miro con mis labios apretados hacia el letrero del establecimiento, promete ser delicioso. El interior está repleto de queso y turistas.

Más o menos cien gramos de queso holandés tiene 20 gramos de grasa, por supuesto que me informe antes de salir del hotel.

Tal vez pueda vomitarlo si tomo mucha agua.

Asiento hacia Nick y en parte al acuerdo que he hecho en mi cabeza.

–Este queso es ahumado, uno de los mejores, queso artesanal tradicional, queso holandés tradicional, queso Maasdammer, con un sabor a almendras, delicioso; queso de cabra, queso... –Miro la tienda todavía sorprendida mientras la mujer detrás del mostrador nos ofrece todo tipo de queso, me duele el estómago del hambre que tengo. No soy muy fanática de los lácteos, pero en este mismo momento me comería un elefante. La mujer rubia sigue hablando de quesos y Nick a escucha atentamente, algo me dice que pedirá un poco de cada uno. Ruedo los ojos mientras voy sacando mi billetera que contiene todo nuestro dinero.

Como lo supe desde un principio, quedamos sentados en una de las tantas mesas que se encuentran dentro del local con una gran variedad de quesos en nuestra tabla. Llevo una botella con agua en mi mano mientras Nick se decidió por un vino blanco. Muerdo mi primer bocado para luego cerrar los ojos del placer que me da comer algo, además de que está delicioso.

–Creo que tengo el mismo cielo en mi boca –digo a Nick mientras tapo con mi mano mi boca para poder hablar. Él me mira con disgusto, para luego tomar una de las servilletas y devolver su pedazo.

–Creo que esta fue la peor inversión del mundo –Me río mientras él sigue envolviendo entre más papel su casi digerido queso artesanal tradicional.

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora