Veintiuno.

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Abro los ojos por la necesidad de hacer pis, cuando soy capaz de escapar del sueño, me doy cuenta que nadie me abraza por detrás ni toma mis manos. Mi mano viaja inmediatamente al lado donde Nick se supone que debe estar, pero no hay nada. Me siento de un salto en la cama y mi mirada recorre la habitación tratando de encontrar señales de Nick, todo está oscuro y a duras penas puedo distinguir entre las sombras de la habitación en la que nos hospedamos en Madrid.

Reviso el reloj de alarma que está en la mesta de noche al lado de la cama, 03:38a.m.

¿Dónde está Nick?

Como puedo me levanto, estoy cansada por el viaje y porque no descansamos las primeras horas al llegar al hotel. Enciendo la luz de la pequeña lámpara que descansa encima de la mesita. Consigo un pijama en mi maleta y desconecto mi iPhone del cargador para conectar el de Nick.

Camino entre el desorden que hicimos en la habitación y llego hasta la puerta del baño, no hay sonido alguno, mas toco primero, esperando a que Nick se encuentre ahí dentro.

– ¿Cariño? ¿Estás ahí? –Toco por segunda vez, repicando mis nudillos sobre la madera unas tres veces. Se escucha como se mueven adentro del cuarto del baño y estoy a punto de abrir la puerta, pero Nick me interrumpe:

–Ya voy –A penas lo puedo escuchar, es casi un susurro.

– ¿Puedo pasar?

–Charlie, no pasa nada. Espera un segundo –Espero unos largos segundos donde se escucha como mueve cosas en el baño con rapidez. Estoy a punto de preguntarle de nuevo que tiene, pero la puerta se abre y aparece un Nick algo pálido con un bóxer negro nada más. Lo miro bien, parece nervioso, pero solo me da un beso en los labios para callar mis preguntar, su boca sabe a menta y es porque acaba de cepillar sus dientes. Cuando nos separamos mis manos se posan en su mandíbula, Nick tiene unas facciones fuertes y de vez en cuando se deja ese rastro de barba sobre la línea de la mandíbula y un poco alrededor de su boca. Me da un pico antes de apagar la luz del baño y cerrar la puerta, lo detengo, porque en realidad mi vejiga está que explota.

–Necesito hacer pis –Él se encamina a la cama y asiente. Se mete entre las sábanas antes de que yo entre al cuarto del baño apenas entrecerrando la puerta. Casi nunca cerramos las puertas cuando estamos juntos, es decir, siempre nos bañamos a diferentes horas en casa y siempre está dormido cuando me toca a mí y yo siempre estoy tirada en la cama viendo televisión cuando el usa el baño por las mañanas para salir a trabajar, y siempre la deja entreabierta, o simplemente abierta. No es que esté paranoica, pero siempre ha sido una costumbre.

La luz es casi cegadora por eso me siento encima de váter con los ojos casi cerrados por el sueño que tengo, sigo muy cansada; cuando termino y abro el pequeño bote de basura me asusto al ver muchos papeles llenos de sangre, trató de esconderlos poniendo más papel encima, pero todos esos papeles están mojados de sangre, todo es rojo.

Me subo mi ropa interior y mis pantalones de pijama largos con rapidez y camino con paso decidido hacia la cama, donde Nick me mira con culpabilidad y algo de vergüenza.

– ¿Qué paso? –Mi voz suena asustada, me es imposible tratar de disimular lo nerviosa que me he puesto en menos de unos segundos y lo despierta que me siento ahora– ¿Necesitamos ir al hospital? –Niega rápidamente y me toma de mis dos manos, tira de mí, me siento en la orilla de la cama, junto a él.

–Solo fue un pequeño susto, el doctor dijo que podría pasar, no me duele nada, fue muy poca. Lo prometo –Besa mis nudillos de la mano izquierda cuando termina su explicación, algo me dice que es para distraerme, tal vez no esté diciendo la verdad, se ve muy nervioso; solo una pequeña parte de mí desconfía de lo que me dice, porque la mayor parte de mi cabeza, la parte más enamorada, le cree todo. Yo creería que los zombies existen si él me lo asegura.

Enamorada hasta los huesos.

–Está bien, –suspiro– pero por favor no me escondas cosas así, mi corazón se detuvo un momento en cuanto he visto toda esa sangre –Él me arrastra con él debajo de las sábanas y apaga la lamparilla antes de abrazarme y pegarme a su cuerpo lo más que puede, antes de sentir como mis ojos se cierran por su cuenta soy capaz de escucharlo.

–Te amo, Charlie –dice bajito. Besa mi cuello y me duermo.



–Estoy aquí –susurra Nick. Caminamos por los abarrotados pasillos del museo del estadio Santiago Bernabéu. Luego de tener una pequeña vista a la gran cancha verde, un montón de trofeos y balones con fotografías, narradores cantando el "gol" y luces parpadeando nos reciben. Debo admitir que, aunque no sea muy fan del fútbol el lugar va cargado de emoción, hace que mi piel se erice–. Realmente estamos aquí.

Nick agarra mi mano fuerte, me da un apretón y me incita a ir con él. Parece que la felicidad lo ha tocado, ve todo con admiración y con los labios entreabiertos por el asombro, nunca lo había visto así.

Trata de explicarme todo a medida que pasamos por las estanterías y televisores que muestran la gran historia del Real Madrid C.F, pero en realidad no me llama mucho la atención, disimulo escuchar mientras le pido que pose algunas veces en los grandes trofeos o en los que él me pide que le tome una fotografía, la hilera de altas y grandes copas es donde más nos demoramos, ya que esperamos a nuestro turno hasta que por fin estoy a punto de tomarle la fotografía, pero la hilera de grandes copas con confeti volando a su alrededor es muy larga, así que me dan esos ataques de fotógrafa empedernida donde casi les gruño a todo quien interrumpa mi gran foto para Nick, ambos sonreímos al ver la foto, se ve bien.

La mañana es larga y tengo a un Nick emocionado como un niño. Sonrío porque su emoción y felicidad son contagiosas.


Muuy corto, lo sé.

Espero poder publicar hoy mismo otro capítulo.

iNeedmyVoice

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora