Trece.

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Desde el momento en el que salimos de la habitación de aquel frío y blanco lugar, me toma de mi mano. Hemos decidido seguir con nuestro viaje, con unos cuantos retrasos, reservas perdidas y unos euros de más. Al estar en el hotel, nos dormimos luego de un largo rato en el agua caliente de la bañera, dormimos unas largas horas, donde no hay interrupción, únicamente somos nosotros dos abrazándonos mientras dormimos con las cortinas tapando cualquier tipo de luz que quiera interrumpir nuestro sueño.

Pasamos por migración para luego buscar nuestra sala de abordaje en el aeropuerto de Ámsterdam, no hemos hablado mucho, pero puedo asegurar que estamos muy bien y el silencio que llevamos es de tranquilidad. La seguridad que irradia Nick me hace pensar que solo fue un pequeño susto, hasta por momentos puedo lograr que se me olvide el incidente.

El vuelo a París es tranquilo y pasa con bastante rapidez, aunque para mí es el propio infierno. En cuanto nos ofrecen un sándwich a cada uno, quiero negar. Pero Nick no se molesta en tomar mi opinión.

–No hemos desayunado por la prisa que llevábamos, tienes que comer –Lo siento como un regaño, pero sé que lo dice por mi bien. Asiento sin importarme mucho, ya que tengo mucha hambre. Cinco minutos después, estoy vomitando en un avión internacional a muchos metros sobre la tierra, mientras Nick, que espera fuera del baño, pelea con una azafata, ya que la señal de cinturón acaba de ser encendida.

Cuando volvemos a nuestros lugares de primera clase, él no dice nada, puesto que nada más saca una bebida hidratante de fresa para pasármela. Me he enjuagado la boca como he podido, pero ni siquiera soy capaz de sentir el sabor de mi vómito, ni tampoco de la bebida, no siento nada en mi boca, es como una masa sin sabor cuando mastico, o como si estuviese bebiendo agua cada vez que tomo bebidas de sabores. Ni el sabor mentoso de la crema dental me sabe, es tan frustrante y realmente alarmante.

Lloro en silencio sin querer molestarlo, no sé qué hacer y temo que en algún momento se canse de mí, pero -como siempre- arruino las cosas, me ve preocupado antes de darme un abrazo y pasarme a su silla en su regazo, acaricia mi cabello y mi espalda mientras sollozo, no puedo detenerme. Llevo días enteros sin comer algo realmente y me siento tan débil. Me duermo entre sus brazos, porque es el único lugar seguro, donde nada me pasa, donde estoy a salvo, hasta de mí.

Cuando me despierto, unos largos minutos después, la azafata pide amablemente que regrese a mi lugar porque estamos a punto de aterrizar. Sorbiendo mi nariz e hipando aun por los sollozos, regreso a mi asiento. Nick me mira atento a todo, parece evaluar cada uno de mis movimientos, pero su mirada no me transmite nada. Lo que quiere decir que de sus labios no saldrá ni una sola palabra, estoy preocupada de que él pueda llegar a decirme. Mientras me quedo en silencio, tomando de pocos sorbos mi bebida hidratante me pongo a pensar lo que podría estar pensando.

Tal vez está pensando la manera de regresarme a Estados Unidos y romper al mismo tiempo.

Tal vez está encontrando el lugar exacto donde empecé a equivocarme.

Tal vez...

El sueño me invade, y solo soy capaz de entregarme a él, estoy tan cansada que no soporto otro minuto más. Mis ojos se cierran solos y mi respiración se tranquiliza y por fin puedo descansar un poco, así sean unos cuantos minutos.

Mamá me lleva de la mano mientras cruzamos la calle, saludo a unas cuantas señoras con la mano que saludan a mamá en cuanto llegamos a la entrada de la academia. Llevo mi body rosa de ballet, lo que hace que las señoras cuchicheen entre ellas sobre lo tierna que me veo. Mamá les sigue la corriente, y yo las observo charlar, sabiendo que todo lo que mamá piensa sobre el tutú es todo menos tierno.

Ella es muy estricta, aunque en parte tiene razón. El body rosa es mi peor pesadilla, solo el body rosa y unas mallas del mismo color, cuando hacemos presentaciones nos ponemos un tutú bastante grande hacia los lados. Se pega a mi cuerpo, mi gordo cuerpo, como le dice mamá.

Unas niñas salen de la academia, tienen el mismo body que yo, pero ellas ya son grandes, por lo menos unos cuantos años más que yo, que nada más tengo 10, tal vez ellas tengan 16 o 18.

–Mira, Charlotte –llama mi atención mamá, sé que en silencio es una clase de advertencia–. Deberías tomar ejemplo de Anna, asiste a la academia y también hace patinaje, su madre compitió conmigo en las nacionales de gimnasia artística –Las señoras sonríen entre ellas y sus hijas apenas las escuchan. Ambas están concentradas en su conversación, parece que no les parece grandioso que las alaben.

Tal vez siempre lo hacen.

Mi madre nunca me halaga, porque jamás está conforme conmigo, yo la entiendo, nunca seré lo que ella quiere, siempre lo dice.

–Charlotte apenas puede moverse cuando está calentando en la barra –Una risa burlona sale de la boca de mamá. Las mujeres me miran entre divertidas y algo apenadas–. No se parece nada a mí, no fui campeona mundial dos veces para que mi hija no pueda hacer ni un Split.

Las mujeres sueltan unas cuantas risitas y yo solo puedo sentirme aun peor. Nunca me gustó que lo hiciera, que me humillara, aunque siempre lo hacía.

–Tal vez necesite más práctica, Ellen –dice una. Mi madre rueda los ojos y sé lo que viene a continuación. Aún tiene mi mano entre su mano izquierda, alcanzo a darle un apretón antes de que ella hable.

–Lo que ella necesita es cerrar esa boca al momento de comer tantos carbohidratos.

–Llegaremos tarde –susurro al escuchar el profundo silencio que fue formado luego del cruel comentario de mamá.

–Vamos, Charlotte.



–Charlie –Me llaman, es Nick, me sacude desde mis hombros con cuidado y delicadeza. Mis ojos se abren alerta ante el recuerdo que he soñado.

Mi madre, una de las primeras voces dentro de mi cabeza.

Charlotte da vergüenza.

Decepción, eso es lo que eres, eres la decepción familiar.

Sacudo levemente mi cabeza, tratando de enfocarme en los ojos de color miel que tengo enfrente, sus pobladas y oscuras cejas tratan de unirse a través de su ceño demasiado fruncido, está tratando de adivinar en que estoy pensando.

–Deja eso atrás, cariño –Me da un beso en mi sien mientras empieza a desabrochar el cinturón de mi cintura. Me doy cuenta de que, además de las azafatas y algunos empleados que organizan todo dentro del avión, somos los únicos pasajeros aun presentes en él–. Solo es tu madre, no es una pesadilla –Me pone mis zapatos con cuidado, acariciando mis fríos pies con sus grandes y calientes manos–. Bienvenida a París, Charlie –dice en cuanto me levanta con cuidado de mi asiento y, mientras el lleva mi mochila de colores, estamos en mitad del pasillo del avión.

Una sonrisa real aparece en mi rostro por primera vez en más de 24 horas.


...

Bueno, me he demorado, pero aquí están los dos capítulos.

Gracias a las 250 lecturas (Me emociono fácil)

También a los 22 votos, que no son mucho, pero a mí me sigue gustando ver como van recibiendo la historia.

Gracias.

iNeedmyVoice

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora