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Cuando acabaron las clases me entretuve en el pasillo hablando con Amber. Le había contado sobre el tema que trataría mí redacción y, después de soltar una carcajada, me retó para que el ejercicio resultase lo más seductor posible. ¡Las dos compartíamos el mismo nivel de locura!

Después de despedirme de ella, subí a la segunda planta del edificio, que era dónde se encontraban los despachos de los docentes. No había estado nunca en el despacho del profesor de literatura, así que me guié leyendo los cartelitos con los nombres que había en las puertas.

Me detuve frente a una de las puertas en la que no ponía ningún nombre, aunque se podía adivinar la silueta de un cartel anterior. La madera estaba descolorida y presentaba restos de una especie de pegamento.

Llamé a la puerta y esperé respuesta.

-¡Adelante!- me contestaron desde el interior.

-¿Señor Lawson?- pregunté tras entreabrir la puerta.

-Sí. Pase, señorita Perkins.- me indicó.

Ya estabamos al final de la jornada, y alguno de los mechones de cabello del profesor habían cedido cayendo sobre su rostro. ¡Que empiece el espectáculo!

Me acerqué hasta él invadiendo su espacio vital. Y él no se incomodó.

-Y bien señorita Perkins... ¿Podría exponerme sus dudas?- me sugirió.

Desde mi posición podía apreciar el intenso aroma a menta que desprendía su boca. Debía de haber estado mascando chicle... deducí.

Ya con mí libro abierto por la página de la lección que habíamos tratado ese mismo día, sobre su mesa, golpee con disimulo los folios de los apuntes que había tomado en clase, y estos acabaron cayendo y esparciéndose por el suelo.

-¡Perdón!- me disculpé antes de agacharme a recogerlos.

A continuación me incliné con una sonrisa. ¡Estaba dándole la espalda y llevaba puesto un minúsculo tanga que dejaba al descubierto mis nalgas!

Me tomé mi tiempo para recogerlo todo. No le veía, pero sabía que estaba mirándome. Sentía sus ojos clavados en mí. Antes de levantarme escuché cómo tragaba saliva. ¡Había conseguido provocarle!

Cuando me situé de nuevo a su lado, me preguntó sobre en cual de los ejercicios tenía dudas. Acto seguido pasó su dedo por la página del libro y se detuvo sobre el que le había indicado y yo lo señalé a su vez con mí dedo. Nuestras pieles entraron en contacto, pero no retiré mi mano.
En cambio le miré seductoramente humedeciendo mis labios para después separarlos levemente. Él me observó contrariado. No sabía cómo reaccionar, pero estaba segura de una cosa, había tenido que controlar sus impulsos. Sus gestos le delataban.

El profesor trató de quitarle importancia a lo ocurrido retirando paulatinamente su mano para acabar apoyándola sobre la mesa. Yo lo hice de igual modo, pero no aparté mis ojos de sus labios. Me resultaban demasiado sexis como para dejar de mirarlos.

¿Qué sería lo que tenía que me resultaba tan atractivo... profesor Lawson?

Una vez despejadas mis falsas dudas, me dispuse a abandonar el despacho. Pero antes me acerqué de tal modo a su cuerpo que casi pude sentir su respiración sobre mi rostro.

-Gracias por su tiempo... profesor Lawson- susurré cerca de sus labios.

-Siempre estoy disponible para mis alumnos- aseguró.

-¿Siempre?- le pregunté con picardía. Y antes de que puediese responder, mí tío llamó a la puerta del despacho. Cuando entró, se sorprendió de verme allí.

-¿Interrumpo algo?- preguntó mi tío.

-No, director Perkins, yo ya me marchaba- aclaré antes de salir apresuradamente por la puerta.

-¿Hay algún problema con esa alumna?- indagó mí tío.

-No, señor Perkins. Emily sólo pretendía aclarar unas dudas sobre la lección de hoy- le explicó el profesor Lawson.

-De acuerdo- añadió mí tío.

Más tarde, ya en la mansión Perkins, traté de escribir la redacción para la clase de literatura del día siguiente. Tenía en mente multitud de cosas que quería decir y sólo debía tratar de ordenarlas para que tuviesen sentido.

En un arrebato de inspiración, me sitúe frente a la pantalla del ordenador y dejé que mis dedos volasen sobre las teclas.

                                                                                                                                               

                                                                                                                                                                 Emily Perkins

                                                                                   REDACCIÓN

                                                                                      Mi deseo

Deseo desear desearte cómo nunca antes he deseado a nadie. Deseo descubrir los secretos que esconden tus labios. Anhelo probar el sabor de tu boca. Codício tus besos. Deseo descubrir el tacto de la piel que hay bajo tu camisa. Deseo que tus manos recorran mí cuerpo ansiando conocerlo, ambicionando saborearlo. Quiero dejar tus dedos prendados de mi piel. Pretendo tentarte. Aspiro a tenerte. Quiero que prefieras poseerme a respirar. Te propongo que te encapriches de mis caricias. Que me pruebes para saber cuanto me necesitas. Que me retes a antojarme de tu pasión. Deseo que te enceles del aire que respiro, que aborrezcas el tiempo que pases sin mí. Deseo desvivirme porque me poseas. Deseo soñar que vivo entre tus sábanas. Pretendo que antepongas quererme a alimentarte. Sueño con brindarte mi intimidad y que la necesites. Te deseo.





SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora