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A la mañana siguiente, mí rostro de cansancio reflejaba el insomnio que había padecido durante parte de la noche.  Había estado dandole vueltas al asunto de cómo darle un escarmiento al profesor Lawson, y recordé haberme dormido agotada tras haber estado llorando de rabia y sin consuelo.

Tras llegar a la academia Perkins, y después de la primera hora de clase, me aseguré de ser la última en entrar en el aula después del descanso de cinco minutos.

Me apoyé de espaldas en las taquillas del pasillo y silbé al paso de Connor Fox. Connor Fox era uno de los miembros de la defensa del equipo de futbol americano de la academia. A sus 17 años, ya contaba con 1'90m. de estatura, y una enorme y ancha espalda digna de un titán. Su pelo rubio y despeinado le otorgaba un cierto aire de rebeldía.

-¡Hola muñeca!- dijo Connor apoyando su mano en las taquillas acorralandome así bajo su alargada sombra.

-Hola Connor...- le saludé  mordiéndome el labio- Me han contado que este fin de semana has hecho un muy buen partido.

-Te sorprendería la de cosas que sé hacer bien... - me respondió él acercando sus labios a mí oreja.

En ese instante, el profesor Lawson apareció por el fondo del pasillo, apresurado, padeciendo por no estar en el aula cuando sonaba el timbre de cambio de clase.
Contempló asombrado cómo la boca de ese chico estaba sobre mí oído y, cuando pasó a mí lado, me quedé mirándole fijamente y le sonreí con malícia.

Connor susurraba, cerca de mí cuello, todo lo que podría hacer para demostrarme que era muy bueno en diferentes campos. Inmediatamente después dé qué Spencer entrara en clase, me deshize de él con un empujón.

- Mejor otro día...- le dije despidiéndome de él con un gesto.

-¡Te tomo la palabra, preciosa!- me aseguró Connor.

Entré en clase y me acomodé en mí pupitre. Mientras, Spencer trataba de aparentar indiferencia a pesar dé qué le hervía la sangre por la escena que había presenciado en el pasillo.

El profesor repartió las redacciones debidamente corregidas y puntuadas.  Y cuando se dispuso a entregarme la mía, ni siquiera le miré a los ojos, y eso, le enfureció más si cabe.
Fijé la vista en mí folio buscando la calificación de mí redacción y en su lugar encontré una nota a pie de página: "Tema inadecuado, repetir". Enfadada, hize una bola de la hoja dónde había plasmado mí escrito y se la lancé a Spencer a la espalda. Amber me sonrió con complicidad.

Spencer permaneció inmóvil un instante, rezando porqué no fuera yo quién le huviese lanzado la bola.
La recogió para comprobar a que alumno pertenecía.
Al estirarla y comprobar que era la mía, no le quedó más remedio que darme una reprimenda ante todos mis compañeros.

-Señorita Perkins, se pasará usted la hora del almuerzo en mí despacho reflexionando sobre si su comportamiento es el adecuado para su curso en la academia o más bien se asemeja más al de un alumno de primaria.

La reflexión del profesor despertó tímidas sonrisas entre el resto de los alumnos y, para cuando Spencer buscó mí rostro con desaprobación, se encontró con qué le sacaba la lengua a modo de burla. El profesor me ignoró para no echar más leña al fuego.

Llegada la hora del almuerzo, me dispuse a ir al despacho del profesor de literatura. Los pasillos estaban desiertos, ya que el bullicio se había trasladado al exterior del edificio. Todos los alumnos disfrutaban de su media hora libre aprovechando para tomar un tentempié, practicar deporte o dar un agradable paseo por los jardines de la academia.

Mietras tanto, yo maldecía por no saber controlar mí mal carácter. Ahora tendría que verme las caras con Spencer y eso era lo último que me apetecía hacer.
Cuando estuvo frente al despacho del profesor Lawson, llamé a la puerta con desgana y, al instante, él me abrió desde el interior.
En el momento en el que entré en la estancia, Spencer cerró la puerta con llave y me acorraló contra la pared.

-¿Quién era ese chico? ¿Es tú novio?- me preguntó con evidentes muestras de enfado.

-¡Y a ti que te importa!- le contesté  con descaro. Y Spencer sujetó mí rostro con una mano, inmovilizándole.

La cara del profesor estaba tan tensa que los huesos de sus pómulos se le marcaban endureciendo su gesto más si cabe. Sus ojos me exigían una explicación.

-¡Lo que yo haga no es asunto tuyo! ¡Tú y yo no somos nada! No podemos volver a vernos...  ¿recuerdas?- contesté llena de ira.

Spencer aflojó la mano con la que me sujetaba y me miró fijamente a los ojos. Yo le estaba dando un poco de su propia medicina, y le sorprendió con la facilidad que era capaz de manipularle. 
Lejos de apartar mis ojos de los de él, le reté con la mirada para acabar soltando un sonoro "idiota" frente a sus labios.

-¡Mierda, Emily! ¿De verdad crees que no quiero volver a verte, besarte, tocarte, estar dentro de ti?- me preguntó mientras paseaba sus húmedos labios por mí cuello.

Yo jadeé. Incluso se me puso el bello de punta al sentir de nuevo su ardiente boca sobre mí piel. Pero no estaba dispuesta a ponérselo tan fácil. Me había sentido humillada y se lo hize saber golpeándole tratando así de apartarle de mí.
Él aguantó estoicamente todos los golpes mientras me retenía junto a él.

-Lo sé, nena, lo siento. Lo que dije no lo sentía de verdad, sólo era lo que tenía que decir- me aseguró.

Acto seguido dejé de golpearle para besarle con desesperación. Mí enfado no era más fuerte que el deseo que sentía por él.

Las manos de Spencer se perdieron en por mí cuerpo. El tacto de mí piel le provocaba dependencia. Su pantalón apenas podía retener la erección que le provocó tenerme tan cerca. Y no tuve más remedio que levantarme la falda del uniforme.

-Vamos... hazlo...- le supliqué excitada.

Spencer desabrochó el cierre de su pantalón con rapidez. Estaba dispuesto a darme lo que le pedía. Iba a hacerme el amor allí mismo...

¡RING! ¡RING! ¡RING!- sonó a todo volumen el timbre que daba por acabada la pausa para el almuerzo.

Spencer se detuvo en el acto. Ambos tenían que volver a clase de inmediato.

- Nena...- susurró Spencer antes de separarse de mí.

-¡Mierda!- exclamé.

-Podemos acabar lo que hemos empezado después de las clases... en mi apartamento- sugirió Spencer.

-Hoy no puedo- me disculpé- tengo clase de piano. La profesora me espera en casa después de las clases.

-Está bien, nena- me aseguró antes de darme un último beso- lo dejaremos para otro día.

Yo le sonreí. Mí plan de ponerle celoso había dado los frutos esperados. Me encantaba que él, diez años mayor que yo, me deseara de tal manera.
Las mariposas que había sentido en el estómago resucitaron al instante. Spencer y yo teníamos algo prohibido, secreto y sexual. Estaba tan emocionada que apenas podía disimular la satisfacción que sentía. Y me marché del despacho del profesor con una sonrisa.

Spencer se tomó un instante para recuperar la compostura. Estaba irremediablemente rendido a mis pies.
Tenía un poder tan grande sobre él que incluso le costaba asimilarlo. Spencer estaba acostumbrado a llevar la voz cantante, a ser él  el que llevaba las riendas, pero ahora era esclavo de mis deseos.

Cuando oscureció, Spencer simuló trabajar hasta tarde para poder registrar los despachos de los otros profesores. Copió la información de todos los ordenadores que pudo. Más tarde, en su apartamento, revisó todas las pruebas, indagando para lograr encontrar pistas que pudieran aportar luz al caso en el que trabajaba.

SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora