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Aquella noche, Spencer apenas pudo pegar ojo. Sentía la imperiosa necesidad de protegerme, pero no sabía cómo hacerlo. Tenía claro que los agentes que trabajaban en el caso darían conmigo en breve. Y si me consideraban parte de la investigación,  me mantendrían bajo vigilancia, y eso, sin duda, reduciría sus posibilidades de quedar conmigo a solas.

Cuando entró en clase, me buscó desesperadamente con la mirada. Me había sentado en primera fila y clavé mis ojos en los suyos.
Tan fuerte era lo que transmitían nuestras miradas que me obligó a que retirase por un instante mis ojos, para acabar sonriendo con timidez. Y, cuando volví a centrar mí mirada en Spencer, mis mejillas se habían sonrojado.
 Ahora mis ojos estaban cargados de lujuria y me mordí el labio sin dejar de observarle.
Spencer tuvo que contar hasta diez para poder centrarse antes de disponerse a explicar la lección programada para aquel día.

Cuando sonó el timbre que alertaba del cambio de clase, todos los alumnos se apresuraron a abandonar el aula. Todos menos yo. Que me demoré a propósito con la intención de quedarme a solas con Spencer.

Portando mí libro de literatura, además de un cuaderno, me acerqué a la mesa del profesor. Ansiaba besarle. Los labios de él parecían reclamar los míos y estaba más que dispuesta a complacerle.

Spencer era consciente dé qué no podía arriesgarse de esa manera. La puerta estaba abierta de par en par y, aunque el aula estaba vacía, los pasillos estaban siendo transitados por decenas de alumnos.
Con todo el dolor de su corazón, extendió el brazo para, a continuación, alzar la mano tratando de evitar así que me acercase demasiado.
En ese mismo instante, Amber, mí mejor amiga, se detuvo frente a la puerta para recriminarme mí tardanza.

-¡Vamos Emily! ¡No quiero tener que sentarme en primera fila en clase de matemáticas!- exclamó.

De inmediato, me dispuse a marcharme, pero antes de hacerlo, abrí mí cuaderno, arranqué la última hoja del mismo y se la entregé a Spencer.
En ella había escritas tres líneas en las qué le indicaba cuando y dónde pretendía encontrarme con él.

 << Te espero esta tarde, a las cinco y media, en la piscina cubierta. Las luces estarán apagadas. Entra por la puerta de mantenimiento.>>

Media hora después dé qué acabaran las clases, los alumnos ya se habían marchado a casa y el recinto estaba prácticamente desierto.

Spencer se acercó al edificio dónde estaba ubicada la piscina cubierta y lo rodeó hasta encontrar la puerta de mantenimiento.
Cuando se disponía a darle un empujón con la intención de abrirla, comprobó que se encontraba entreabierta.
El mango de una fregona hacía de tope impidiendo así que pudiese cerrarse del todo. Entonces Spencer retiró el utensilio de limpieza para poder cerrar la puerta tras su paso.

Cuando accedió al interior, tan sólo las luces de emergencia iluminaban el recinto. Ya dentro de la sala dónde se encontraba la piscina, pronunció mí nombre tratando de localizarme.

-Emily...- dijo en voz baja.

-¡Aquí!- respondí.

Estaba dentro de la piscina. El agua mantenía oculto mí cuerpo desnudo.  Pero Spencer no se percató de ello hasta que estuvo a mí lado.

-¡Emily! ¿Estás desnuda?- me preguntó.

-¡Ni que fuera la primera vez que me ves desnuda!- exclamé con sorna.

-Alguien más podría verte- insinuó él.

-Estamos solos- afirmé- quítate la ropa y ven aquí conmigo...

Spencer advirtió cómo mis pechos desnudos emergían del agua. Y sintió la imperiosa necesidad de tragar saliva al contemplar mis pezones erectos. Todo en mí le excitaba. Y no dudó en obedecerme sin pensárselo dos veces.

Cuando Spencer se sumergió en el agua, tan sólo se demoró unos instantes en situarse junto a mí.
Yo me colgué de su cuello y sonreí satisfecha al notar cómo la erección de él presionaba mí cuerpo.
Le besé seduciendo sus labios. 
Y Spencer me retuvo por los glúteos tratando de introducirse en mí interior.

Para complacerle, nadé hasta la cercana escalerilla que facilitaba el acceso al agua y apoyé mí espalda en ella. Me sujeté en los pasamanos de acero inoxidable a la vez que posaba parcialmente mí trasero en uno de los peldaños antideslizantes facilitando así que Spencer me penetrara.
Expectante, jadeé en sus labios mientras se habría paso entre mis piernas.
El deseo nos consumía. El agua mecía nuestro cuerpos dejando fluir la pasión que sentíamos. Nuestros gemidos acompasados impregnaron el ambiente. Y los momentos de gozo parecían interminables cuando el orgasmo de ambos detuvo el tiempo, liberándonos.

Mientras tratabamos de recuperar el aliento, escuchamos el sonido de unos pasos que nos advirtieron dé qué alguien se acercaba al lugar.
Entonces sugerí a Spencer qué se ocultara tras uno de los armarios de material deportivo que había junto a la pared. Él, después de pensarlo un instante, me obedeció.

Spencer pensó que el castigo que me podría acarrear el encontrarme allí a esas horas no sería peor qué los problemas que podría ocasionarle a él tal comportamiento. La actitud inadecuada que estaba teniendo podía acabar destapando su verdadera identidad, dando así al traste con la misión policial.

Nick, uno de los guardias de seguridad de la academia, hizo acto de presencia en el recinto de la piscina. Al percatarse de la presencia de un intruso, iluminó el lugar con su linterna.

-¿Emily?- dijo al intuir de quién se podía tratar .

-¡Hola Nick!- le saludé.

-El señor Perkins no me había comunicado que acudirías a la piscina-  aseguró él.

-Es que él no sabe que estoy aquí. He tomado la decisión a última hora- le expliqué.

-Tal vez debería informar a tu tío dé qué estás aquí... - sugirió Nick.

-Tal vez... - repetí ascendiendo por la escalerilla para sentarme al borde de la piscina- ...o tal vez no sea necesario.

Nick se quedó perplejo al contemplar mí cuerpo desnudo. Y no era para menos. Me mostré ante él sin tapujos. Y él era un chico joven y yo, una chica muy atractiva. El pobre no sabía cómo reaccionar.

-E... Emily... yo... - tartamudeó Nick- ¿Podrías avisarme cuando vayas a marcharte?

-De acuerdo. Así lo haré- le aseguré con una pícara sonrisa en el rostro.

Cuando finalmente nos encontremos de nuevo a solas, Spencer se dirigió a mí desconcertado.

-¡Emily! ¿El director y propietario de la academia es tu tío?- me preguntó sin salir de su asombro.

-Sí- afirmé con total normalidad.

-¿Y por qué no me lo habías dicho?

-Y que más da que sea mi tío. ¿Qué tiene que ver él en nuestra relación? ¿Acaso cambia algo que sea la sobrina de Howard Perkins?

-¡Eso lo cambia todo!- me recriminó Spencer.

-¡Claro!- aseguró Emily con sorna- Algún día, todo lo que hay ante tus ojos, será mío... ¡Soy un muy buen partido!

-¿Cómo has podido ocultarme algo así?- insistió él.

-Sólo es un pequeño secretillo. Nadie, excepto Amber y algunos empleados de confianza, saben que soy su sobrina. ¿Es qué acaso tú no tienes secretos?- le pregunté con inocencia.

Spencer tuvo que tomarse un instante para reflexionar. Los secretos que él me ocultaba eran unas enormes mentiras que seguramente acabarían por destruir nuestra relación. 
Porqué él no era profesor, era policía. Ni su apartamento ni su coche eran suyos. Su pasado era inventado. Ni siquiera su nombre era real.
¡Spencer Lawson no existía! Él era Cody, Cody Meyer y su deber era seguir interpretando el papel que le habían asignado a pesar dé qué finalmente le costara perderme. 

SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora