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El viernes por la mañana, minutos antes de qué sonara la alarma del despertador de Spencer, recibió la llamada de la agente Bianca Kelley.

-¿Meyer?

-¿Kelley? ¡Son las seis de la mañana! ¿Qué puñetas quieres?- gruñó Spencer.

-Le tenemos- aseguró Bianca.

-¿A sido él, verdad?- le preguntó Spencer con la seguridad de qué estaba en lo cierto.

-Tenemos al cabrón de Howard Perkins y a sus lacayos cogidos por los huevos- afirmó ella.

-¿Cuando emitirán la orden de arresto?- preguntó Spencer.

-Hoy- respondió la agente Kelley.

-¿Hoy? ¡No puede ser! ¡Hoy no!- exclamó Spencer pensando en qué tenía que ponerme a salvo- ¡Tenemos que posponerlo hasta mañana!

-¿Por qué tendríamos que hacer tal cosa?- preguntó Bianca intrigada.

-Porqué hoy es día lectivo en la academia Perkins.
Su equipo de seguridad podría aprovechar las horas punta para buscarle, a Perkins, una vía de escape camuflándolo entre los alumnos.
Al inicio y al fin de las clases hay muchos vehículos entrando y saliendo del recinto- replicó Spencer- Deberíamos detenerle el fin de semana. En su casa no le resultaría tan sencillo huir.

-Puede que tengas razón... - reflexionó la agente Kelley- se lo comentaré al comisario y te llamo en cinco minutos.

Inmediatamente después de qué la agente Kelley colgara el teléfono, Spencer me llamó con insistencia, pero yo todavía dormía. Sin embargo, él se inquietó al ver que no le atendía. Desesperado, me dejó varios mensajes en el buzón de voz sugiriéndome que me las ingeniara para poder pasar la noche con él. Y, aunque era cierto que deseaba estar conmigo, con su cita también pretendía protegerme. No quería que me encontrase en medio de la operación policial que, con toda seguridad, acontecería al día siguiente.

En el momento en qué Spencer llegó a su despacho, en la academia Perkins, media hora antes de qué empezaran las clases, recibió mí llamada.

-¡Hola muñeco!- le saludé.

-Hola , nena. ¿Has podido arreglártelas para pasar la noche en mí casa?- me preguntó Spencer en un tono más serio de lo habitual.

-¡Si!- exclamé ilusionada- No se qué le pasa a mi tío, pero no me ha echo ni una sola pregunta antes de darme el visto bueno. ¡Me ha dado permiso sin interrogarme! ¿no es genial?

-¡Es perfecto, preciosa!- aseguró Spencer ya más tranquilo- ¿Te recojo en la cafetería que hay frente a la academia, después de clase?

-¿En la cafetería? ¡Alguien podría vernos! ¿No prefieres que vaya a pie hasta tú apartamento y nos encontremos allí?- le cuestioné tratando de evitar que se metiera en un lío.

-¡Me importa una mierda que puedan vernos!- aseguró Spencer a sabiendas de qué la misión llegaba a su fin- ¡Te necesito, Emily!

-¡Está bien!- afirmé dejando que las mariposas que me provocaba el amor por Spencer revolotearan dentro de mí estómago- Hasta la tarde entonces, ¡te quiero!

-¡Te quiero!- me respondió Spencer pretendiendo que sus palabras fuesen capaces de retenerme a su lado.

Spencer impartió sus clases con la cabeza puesta en lo que acontecería al día siguiente.
Su tiempo cómo Spencer Lawson llegaba a su fin y le angustiaba pensar que eso traería consigo el decirme adiós.

Al llegar la tarde, el cielo estaba gris y encapotado. La lluvia con la qué amenazaba no tardó en caer.
Cuando me subí al coche de Spencer, la mágica luz que traía consigo pareció iluminar el interior del vehículo. Spencer moría de amor por mí haciéndome sentir la persona más especial del mundo, a la par que se negaba a aceptar que, posiblemente, esa fuese una de las últimas veces que podría contemplar mí angelical rostro.

-¡Estás loco!- aseguré antes de besar sus labios con discreción- Cómo alguien me haya visto subir a tú coche te despedirán, perderás tu trabajo y te echarán a patadas de Charleston. ¡Tendrás suerte si no te destierran del país!- bromeé.

-¡Nada de eso me importa si estoy contigo!- afirmó Spencer.

Yo sonreí complacida por su respuesta.

-Si eso ocurriese, yo tengo la solución a tus problemas...  ¡Podría ocultarte en mí apartamento!- sugerí.

-¿Tu apartamento?- me preguntó Spencer sorprendido.

-El domingo, mí tío me entregó las llaves de un apartamento que pertenecía a mi padre. Firmé las escrituras de la vivienda y no sé qué más papeles, de otras propiedades, para que figurasen así a mí nombre- le expliqué.

-¿Que demás propiedades? ¿Qué ponía en esos papeles, Emily?- me cuestionó Spencer temiendo que mí tío hubiese tratado de involucrarme en sus turbios asuntos.

-No lo sé... No leí esos documentos... Mi tío lo hizo por mí- aseguré.

-¿Has firmado unos documentos sin leerlos Emily? ¡Cómo puedes ser tan estúpida!- exclamó Spencer enfurecido.

Yo me quedé estupefacta. ¿Por qué Spencer estaba tan enfadado? ¿Por qué me estaba tratando así?
Tras sus palabras me sentí triste y confusa así que aproveché que Spencer había detenido el vehículo frente a un semáforo en rojo para salir huyendo de allí.

Corrí bajo la lluvia, pero, cuando tan sólo me había alejado unos metros, Spencer me alcanzó y me retuvo entre sus brazos contra mí voluntad. Y, aunque trataba de liberarme, Spencer no me permitió alejarme de él.

-¡Perdóname, mi amor!- me suplicó Spencer- ¡Sólo quiero protegerte!

-¿Protegerme de qué? ¿De mí tío? ¿Crees que él me engañaría? ¿Qué me ocasionaría algún daño a propósito?- le pregunté confusa.

-Pretendo protegerte del mundo entero, cariño. Todo es mucho más complicado de lo que parece- me aseguró.

SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora