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Amber y yo paseábamos por el pequeño aunque frondoso bosque situado en el interior del recinto de la academia Perkins cuando algo llamó poderosamente mí atención.
Me pareció observar cómo un animal salvaje se escondía huidizo entre la vegetación y dejé a Amber con la palabra en la boca para salir en su busca.

Caminé tan sigilosamente cómo me permitieron las hojas secas que cubrían el sotobosque del  lugar.
Y, a pesar de que me arañé la rodilla con uno de los arbustos, ese pequeño percance no me detuvo, me pudo más la curiosidad.

Escondida tras un viejo roble, me concentré en localizar al animal, pero alguien tiró de mí brazo. El sobresalto casi me paró el corazón.

-Hola, Emily- susurró Spencer.

-¡Spencer!- exclamé en voz baja.

Él puso su dedo sobre mis labios rogandome silencio. A continuación, me besó a la vez que sostenía mi rostro entre sus grandes manos. Sólo podía sonreír mientras él repartía besos húmedos por todo mí cuello.

-Tengo tantas ganas de ti...- aseguró en mi oído.

Acto seguido me elevó apoyando así mi espalda en el tronco del árbol. Su corteza ensució la parte trasera de mi chaqueta, pero nada de eso me importó, porque ya notaba la erección de Spencer entre mis piernas.
Estaba tan cerca de su cuerpo que apenas podía pensar con claridad.

- Alguien podría vernos...- insinué  en un ataque de lucidez.

-¡Me vuelves loco!- dijo Spencer en mis labios.

El calor que desprendían nuestros cuerpos hizo que se empañaran sus gafas. Yo sonreí por su impaciencia. Me encantaba ser el objeto de su deseo.

-Estás tan atractivo con esa corbata- le aseguré antes de tirar de ella. Se la quité con facilidad. El nudo que se había hecho era muy rudimentario- ¿A que podríamos jugar con esto?- le pregunté mordiéndome el labio.

-¡Eres muy traviesa, Emily!  Debería atarte, amordazarte y enseñarte disciplina- sugirió con la respiración entrecortada.

-Haz conmigo lo que quieras...- susurré excitada.

Spencer introdujo sus manos bajo la falda de mi uniforme y asaltó mi sexo sin contemplaciones. Sus dedos me ofrecieron placer al instante, mientras tanto, yo me aferraba a su cuello jadeando.

-¡EMILY! ¡EMILY!- gritó Amber a lo lejos tratando de localizarme- ¡ES HORA DE REGRESAR A CLASE!

A Spencer y a mí nos costó horrores separar nuestros cuerpos, pero no teníamos otra opción.

-¿Te espero en mí apartamento esta tarde?- me preguntó anhelando una respuesta afirmativa.

-Los martes y jueves tengo clase de equitación...- contesté a la vez que observaba cómo la decepción se apoderaba de su rostro- ... pero trataré de librarme de la lección de hoy.

-Cuando acaben las clases espérame  en el café de la esquina.  Yo pasaré por delante de la ventana y te haré una señal para que me sigas. Nos reuniremos en el portal de mi edificio- planeó Spencer.

-Está bien. Haré todo lo posible por acudir. Te lo prometo- dije.

Spencer me depositó de nuevo en el suelo regalándome un romántico beso de despedida. A continuación, salí corriendo en busca de Amber. Por el camino, me percaté dé qué me había llevado la corbata de Spencer. Mi chaqueta no tenía bolsillos, y lo único que se me ocurrió fue ocultarla dentro de mis braguitas.

Cuando acabaron las clases, me acerqué al coche con el que me desplazaba habitualmente. Mi chofer me esperaba en el interior.

-¡Hola Raymond! Hoy no hace falta que me lleves al club de campo. Iré con la madre de Amber. Tomamos clases de equitación juntas, ¿recuerdas?- le propuse.

-Emily, primero debería consultárselo al señor Perkins...- insinuó.

-¡No, por favor! No tiene porqué enterarse...- le indiqué guiñándole un ojo- de ese modo dispondrías un par de horas libres... ¡Tú sólo ven a recogerme a la hípica, a las siete en punto, y ya está!

El chico se lo pensó un instante y finalmente aceptó el trato. Raymond era el sustituto del señor Hale, mi chofer habitual, que se encontraba disfrutando de sus vacaciones. ¡El pobre chico no tenía ni idea de lo manipuladora que podía llegar a ser!

Esperé a que mí coche, y el coche de la madre de Emily se alejaran antes de salir a hurtadillas del recinto de la academia.
Pensé que, en lugar de esperar a Spencer en la cafetería, me iría directamente a su apartamento y así podría darle una sorpresa.

Cuando llegué al edificio subí hasta su piso y me senté junto a su puerta. Para hacerme más amena la espera conecté mis auriculares al teléfono móvil y me dispuse a disfrutar de la música.

Minutos más tarde, una chica de melena larga y morena, embutida en unos tejanos oscuros, se detuvo frente a mí. La exuberancia de sus atributos apenas le permitía cerrar los botones de su camisa, que era del mismo tono de verde que sus ojos.

-¿Y tú quién eres?- me preguntó haciendo gala de unos modales no demasiado refinados.

-Soy Emily... Emily Perkins. Estoy esperando al profesor Lawson. Tengo que entregarle un trabajo que no me dió tiempo a acabar en clase- me inventé.

Ella, tras echarle un vistazo a mí uniforme, no dudó de la verazidad mi historia.

-Yo soy Bianca, la novia de Spencer- afirmó- puedes darme el trabajo a mí y yo se lo haré llegar.

Tras escuchar esas palabras, mi corazón se partió en mil pedazos. ¿Ella era la novia de Spencer? ¿Spencer tenía novia? ¡Mierda! ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Estaba convencida dé qué yo le gustaba pero, al ver a Bianca... ¿Cómo iba Spencer a preferir a una chica inexperta cómo yo a una exuberante mujer cómo ella?

Al instante, me levanté del suelo a toda prisa y salí corriendo escaleras abajo. Una vez había descendido el primer tramo, las lágrimas empezaron a empapar mí rostro. Cuando salí al exterior del edificio rodeé la plaza que había en la calle paralela y caminé a paso ligero  intentando tranquilizarme.
Una vez hube recuperado el aliento, llamé por teléfono a Raymond y le aseguré que había cambiado de idea y que ahora prefería que fuese él quién me llevase al club de campo.
El chico, un poco confuso, me aseguró que no tardaría más de diez minutos en recogerme.
Aunque fuese a llegar con retraso a mis clases, necesitaba alejarme de allí lo antes posible.  

  

SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora