28

1.4K 60 28
                                    

Cuando amaneció el radiante sábado de mí vida de color de rosa, Spencer me sorprendió trayéndome el desayuno a la cama. El detalle no me resultó tan romántico cómo me esperaba. Porqué me pareció realmente incómodo comer en la cama, aunque traté de disimular para no ofenderle.

Mientras me disponía a darme una ducha, Spencer se dirigió al comedor para atender una llamada telefónica. En ella le informaron de qué se había dado luz verde a la detención de Howard Perkins, y que la acción se llevaría a cabo de inmediato.

 Tras colgar el teléfono, Spencer se acercó a mí muy nervioso. Y me rodeó con sus brazos con tanto ímpetu, que casi me deja sin respiración. Permanecí junto al calor de su pecho incontables minutos antes de qué se decidiese a dirigirse a mí.

-Emily, tengo que confesarte algo pero, antes de hacerlo, quiero que sepas que te quiero- me aseguró sujetando mi rostro entre sus manos- Sí después de conocer lo que voy a decirte todavía sigues amándome, estoy dispuesto a empezar una nueva vida a tu lado, a casarme contigo.

-¿Te casarías conmigo?- le pregunté con los ojos bien abiertos por la impresión.

-Me casaría contigo, porqué quiero vivir contigo, dormir y despertarme a tu lado. Y eso que jamás he querido permanecer junto a alguien. Por no mencionar que nadie ha tenido la suficiente paciencia para soportarme.
Te besaría a cada minuto del día, y te amaría sin horarios ni condiciones. Gritaría a los cuatro vientos que te quiero. Y no necesitaríamos tener que ocultarnos nunca más- aseguró Spencer.

Yo salté sobre él y me subí a su cintura rodeándole con mis piernas. Y, colgada de su cuello, le besé sin apenas dejarle respirar.

-¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Te quiero, Spencer!- exclamé.

-¡Te quiero, pequeña! Te amo cómo nunca había amado antes pero... -titubeó antes de depositarme de nuevo en el suelo-... nena, en realidad no me llamo Spencer, me llamo Cody, Cody Meyer.

-¿Te llamas Cody Meyer?- le pregunté confusa.

-Si cariño. Me llamo Cody Meyer-me confirmó.

-Bueno... Cody no es mí nombre favorito, pero creo que no es tan feo cómo para dejar de amarte por eso- aseguré con una sonrisa.

-Hay algo más... En realidad no soy profesor, soy policía- confesó Cody expectante.

Y yo me abracé a mí misma cada vez más confusa. Porqué una mezcla de incredulidad y tristeza se estaban apoderando de mí.

-Emily, soy agente de policía. He estado trabajando de incógnito en la academia Perkins con la intención de resolver el asesinato del profesor Robbins- dijo Cody.

-¿Has estado trabajando infiltrado? ¿Estabas representando un papel? ¿Todo es mentira?- me cuestioné con lágrimas en los ojos.

-¡No cielo! ¡No todo es mentira! ¡ Yo te quiero, mí amor!- aseguró Cody.

Pero yo ya me había alejado de él instintivamente. Sentía que había perdido de un plumazo toda mí confianza en él.

-Nena, se qué estás confusa, que no entiendes nada, que dudas de mí y de mí palabra. Te daré todas las explicaciones que necesites. Resolveré todas tus dudas, te lo prometo... pero ahora tengo que llevarte a la mansión Perkins.

-¿Vas a llevarme a casa? ¡Pero te meterás en un lío, Spencer, digo Cody, digo cómo quiera que te llames!- le repliqué.

-Emily, hazme caso, todo saldrá bien- me aseguró.

Y sin saber por qué, me subí al coche de Cody con el ánimo por los suelos. Mí príncipe azul se había convertido en rana derrumbando así nuestro castillo.
Había demasiadas mentiras en nuestra relación, tantas que habían dinamitado los cimientos de la misma. Desolada, accedí a que me llevara a casa. Pasara lo que pasara, no podía ser peor de lo que ya era. Lo veía todo tan negro cómo estaba en esos momentos mi corazón.

Las puertas exteriores de la finca donde se ubicaba la mansión Perkins estaban custodiadas por dos coches de policía. Eso me confundió más si cabe. Los agentes, al reconocer a Cody, le permitieron el paso en el acto.

Frente a la puerta del edificio principal varios agentes aguardaban instrucciones, otros se disponían a adentrarse en el interior de la vivienda. Salí del coche a toda prisa y Cody me siguió.
Al entrar en el hall observé horrorizada cómo estaban esposando a mi tío.

-¿Pero que sucede, tío Howard? ¿Por qué te detienen?- pregunté entre la tristeza y la perplejidad.

-Howard Perkins- empezó a relatar la chica a la que enseguida identifiqué cómo la que aseguró que era la novia de Cody- queda detenido por el asesinato de Cynthia Jensen y Gerhard Robbins.

-¿Qué? ¿Cómo? ¿Pero qué está diciendo, tío Howard?-le cuestioné incrédula- ¿Mi madre está muerta? ¿Has matado a mí madre?

-Tienes que entenderlo, pequeña. Años después de abandonarte quiso recuperarte. Aseguraba que había cambiado pero las personas cómo ella nunca cambian. Me amenazó. Sabe dios que hubiera sido de tú vida si te hubieras marchado con ella. No podía permitirlo... ¡Eres mí hija!- confesó.

-¿Soy tu hija?- le pregunté confusa.

-Emily... sólo fue una vez, ¡te lo juro! Ella había discutido con Francis y se presentó en mi casa, desconsolada. Bebimos y... una cosa llevó a la otra... ¡No mantenía una relación con ella! ¡Nunca le hubiera hecho eso a mí hermano! ¡Jamás pensé que él fuera a suicidarse por eso!- afirmó.

-¡Perfecto! ¿Entonces soy el fruto de un revolcón de una noche?- le rebatí entre lágrimas.

-¡Emily, sólo espero que puedas perdonarme! ¡Todo lo que he hecho, lo he hecho por ti, pequeña! ¡Eres lo único que me queda!- aseguró antes de qué se lo llevasen a rastras para acabar introduciéndole en la parte trasera de uno de los coches patrulla. Tras él, también se llevaron detenidos a varios miembros de su equipo de seguridad.

Me abracé a Cody desconsolada. Él me acogió con ternura entre sus brazos. Después de todo, su amor parecía ser lo más real que había tenido hasta el momento. Ahora sus mentiras me resultaban menos graves, menos dolorosas. Le quería y él me quería más allá de nombres o profesiones, al margen de misiones secretas y familias impostadas.

Más tarde, me enteré de qué los papeles que había firmado me convertían en la propietaria de todos los bienes de la familia, en la máxima autoridad de la academia Perkins y la nueva administradora del imperio Perkins y su inmensa fortuna.

                                                                                                           FIN

A todos y todas los que habéis dedicado vuestro tiempo a leer esta historia:

¡Gracias por leerme!

He escrito otras historias que espero resulten de vuestro agrado. ¡Mil gracias!

 ¡Besos para todos!

SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora