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A la mañana siguiente me demoré en exceso tratando de decidir que ponerme. En lo qué se refería al atuendo no tenía demasiada libertad de elección. Únicamente podía alternar entre el uniforme de la academia Perkins y la ropa deportiva de la misma. Mis dudas siempre tenían que ver con mi ropa interior. Eso era, junto a mí peinado y maquillaje, lo único que podía escoger personalmente, y he de confesar que las tiendas de ropa íntima eran mi debilidad.

Me apetecía sentirme muy sexy... y me decidí por un conjunto de sujetador y braguitas en seda negra y encaje que combinaban a la perfección con unas medias sujetas por ligueros. ¡Tal vez podría mostrárselas "accidentalmente" a mí nuevo profesor!

Todavía no tenía decidido que haría equella noche. Ya tenía el permiso de mí tío para pasar el fin de semana en casa de Amber. A su vez, a Amber le habían concedido el permiso para pasar el fin de semana en mí casa. Sus padres iban a pasar un par de días fuera de la ciudad y, aunque la casa estaría vacía, ni Amber ni yo teníamos intención de pasar la noche en ella.

Amber había quedado con Brad y no tenían pensado estudiar precisamente...

Yo me divertiría en uno de los locales de moda de la ciudad. Por mi aspecto no solían pedirme el carnet para comprobar mi edad. Además, tenía buenos contactos... Finalmente decidiría mi plan para esa noche durante las clases.

A primera hora teníamos clase de literatura. Volver a ver al profesor Lawson me produjo un escalofrío. Los nervios me poseyeron. No entendía porqué me atraía tanto pero disfrutaba de la sensación que me provocaba. Y cuando cruzó la puerta, noté cómo si cientos de mariposas revolotearan en mí estómago y me excitó recordar lo cerca de mí cuerpo que lo tuve el día anterior. 

Después de corregir conjuntamente la tarea que nos había encomendado, el profesor se dispuso a recoger las redacciones que nos había solicitado. Yo le sostuve la mirada mientras le entregaba la mía. Sabía que mí atrevimiento marcaría un antes y un después en nuestra relación.
Me imaginé cual sería su actitud hacía mí después de leerla, pero en todas las posibles opciones con las que fantaseaba, en ningún momento pensaba en la puntuación con la que la calificaría, porque siempre acabábamos desnudos...

A continuación me imaginé que cara pondría mientras la estuviese leyendo. ¿Le sorprendería? ¿Le excitaría? ¿Le haría dudar de si mismo? ¿Cabría la posibilidad de que dialogaran mis deseos y sus impulsos?

Después de la hora de comer empezó a llover. Y no se trataba de una de esas tormentas pasajeras, más bien de una de esas lloviznas continuas que no se despejaban en todo el día. El cielo estaba gris y encapotado, y no tenía pinta de mejorar cuando llegara la noche.

Cuando acabaron las clases, el chofer de mi tío me llevó a casa. Tenía que preparar una pequeña maleta para, supuestamente, pasar el fin de semana en casa de Amber.

Tras despedirme de mi tío, el chofer me trasladó a casa de mí amiga. La familia de Amber era una familia acomodada de la ciudad. Ella era de origen asiático y fue adoptada por sus padres cuando todavía era un bebé.

Minutos más tarde de mí llegada la  residencia de Amber, Brad llegó al lugar. En ese momento percibí que tres éramos multitud y me dispuse a marcharme. Pero todavía era demasiado pronto para vestirme como para salir por la noche, así que me dejé puesto el uniforme.

Una vez Amber y yo nos pusimos de acuerdo sobre a que hora nos reuniríamos en su casa al día siguiente, llamé a un taxi y le indiqué al taxista que me llevara a la cafetería que había frente a la academia Perkins.

No podía sacar al profesor Lawson de mí cabeza. Su imagen era lo único que me venía a la mente. Lo tenía decidido, iba a actuar. Todo me impulsaba a lanzarme, aunque probablemente acabaría estrellándome contra un muro.

Durante los dos días anteriores había observado cómo el profesor Lawson accedía y abandonaba el recinto de la academia a pie, y recé para que aquel día no fuese diferente.

Entré en la cafetería y me situé en una de las mesas que había junto a la ventana. Desde esa ubicación tenía controlada la puerta principal del recinto de la academia.

Dos capuchinos más tarde, observé cómo mi profesor de literatura abandonaba el recinto y decidí seguirle.

Seguía lloviendo, y no tenía paraguas, así que tuve que protegerme del agua con la capucha de mí chaqueta. Tras caminar a lo largo de tres manzanas, siguiéndole los pasos, la lluvia empezaba a calar mis zapatos.

Suspiré con satisfacción cuando observé cómo sacaba un juego de llaves de su bolsillo, y no tardó en adentrarse en un edificio de apartamentos cercano. Esperé unos instantes antes de acercarme al lugar. Por suerte, la puerta tenía la cerradura estropeada por lo cual no estaba completamente cerrada.
Tras entrar en el hall del edificio busqué en los buzones el apellido de mí profesor. Lo encontré con rapidez. De manera provisional, estaba escrito a bolígrafo sobre un trozo de papel y adherido a su buzón con un trozo de cinta adhesiva.

Cuando estuve frente a la puerta del apartamento 107 G, los nervios y la excitación libraron una batalla en mí interior. Ya no había vuelta atrás. Estaba al borde del precipicio, pero dispuesta a saltar al vacío. Nada me iba a detener.

Llamé al timbre un par de veces sin obtener respuesta. Instantes después escuché un lejano "Ya va" ,y segundos más tarde el profesor Lawson me abrió la puerta. Se quedó estupefacto al verme.

-¡Señorita Perkins! ¿Qué hace aquí?- me preguntó sorprendido.

Yo le miré de arriba a abajo. Se había cambiado de ropa y ahora lucía una camiseta lisa de algodón y unos pantalones tejanos. Su aspecto resultaba más juvenil y desenfadado, y no llevaba puestas sus gafas. Me sorprendieron la profundidad de sus ojos. Incluso consiguieron hipnotizarme.

-Yo...yo... necesitaba verle- titubeé.

-¡Pero si estás empapada, Emily! Pasa y sécate. Luego te acompañaré a casa- me aseguró.

Entré dentro de la vivienda. Estaba decorada con encanto aunque era bastante impersonal. Las pertenencias del profesor Lawson todavía estaban dentro de las cajas de la mudanza, que se amontonaban junto a la pared. El único rincón de la estancia que parecía tener algo de vida era en el que se encontraba el escritorio. Sobre él había multitud de libros, a cada cual más grueso. También estaban su agenda, un portátil y una carpeta que ya le había visto en la academia y en la que, supuestamente, archivaba  las tareas pendientes de corregir. ¡En ella debía estar mí redacción!

Las gafas del profesor se encontraban sobre una mesita auxiliar que había junto al sofá. Por el desorden deduje que en el apartamento no vivía ninguna mujer.

Cogí la toalla que me ofreció el y sequé mi melena sin dejar de observarle. ¡Cómo deseaba probar sus labios!
Él se tomó unos instantes para escoger las palabras que iba a decirme y finalmente se dirigió a mí.

-Deberías llamar a tus padres. Es tarde y estarán preocupados por ti.

-Yo no tengo padres, vivo con mi tío- le aclaré- pero este fin de semana lo paso en casa de Amber.

-¿Amber Fuller?- me preguntó, y yo le respondí con un movimiento de cabeza- Pues llamaré a sus padres- me advirtió antes de sentarse en el sofá con su teléfono móvil en la mano.

-Pero es qué... los padres de Amber están fuera de la ciudad- le expliqué.

-¿Emily, por qué estás aquí?- me preguntó sin rodeos.

-Porqué quería mostrarte esto- le dije antes de levantar mi falda dejando al descubierto el provocador liguero que sujetaba mis medias.- ¿Te resulta más sexy esto o el tanga que llevaba puesto el otro día?

El profesor Lawson se mordió el labio antes de contestar.

-Emily, no deberías...- me advirtió entre dientes.

Yo me acerqué a él y cogí sus manos para a continuación situarlas sobre mis muslos. Él enredó sus dedos en mis ligueros.

-Los ligueros me hacen sentirme muy, muy sexy, pero los tangas dejan al descubierto mis nalgas... ¿Tú que prefieres... Spencer?- le pregunté para acto seguido guiar sus manos hasta mis glúteos.

Pero no le di tiempo para contestar. Al instante estaba subida a horcajadas sobre él. 

SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora