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Durante la mañana del lunes, Spencer recibió varias notas de voz en su teléfono móvil. Procedían de la central de la policía.
El equipo de informáticos que descifraba el archivo codificado encontrado en el disco duro del ordenador del profesor Robbins, había conseguido recuperar parte de unas conversaciones en las que se apreciaban discusiones entre dos personas. Un hombre y una mujer.

A la hora de la pausa para el almuerzo, en la intimidad de su despacho, Spencer las escuchó por primera vez. Y nada más oír la voz del hombre, fue capaz de identificarle. Se trataba de Howard Perkins, el director de la academia.

 <<-¡Quiero recuperar a Emily! ¡Es mí hija! ¡No puedes impedírmelo!- exigía la mujer.

      -¡Tú me cediste su custodia! ¡Legalmente está bajo mi tutela!, y, además... ¡También es hija mía!-aseguraba el señor Perkins.

      -¡Puede ser tan hija tuya cómo de cualquier otro!- sugirió la mujer con intención de herir al señor Perkins.

      -Conmigo no te servirán esas patrañas... Le he hecho a la niña las pruebas de ADN  y, sin duda, es hija mía- le confirmó.

      -¡Cabrón! ¡Tienes que devolvérmela! ¡Te pondré una demanda! ¡Y nos veremos en los tribunales si es preciso!- le amenazó la mujer.

      -¡Ilusa! ¿Crees que eso me asusta? Tengo a mí servicio al bufet de abogados más prestigioso del estado. No hay nada que un abogado de medio pelo, que tú puedas costear, sea capaz de hacer contra ellos. Soy poderoso, soy influyente y tú no eres nadie- le aseguró el señor Perkins.

      -¡Por favor, Howard! ¡He cambiado! - exclamó la mujer entre lágrimas- Tengo un trabajo y una casa... el mejor sitio para un niño está junto a su madre.

      -¡Las lágrimas no te servirán de nada conmigo, zorra! Puede que así embaucaras a mí hermano, pero a mí, tus sentimientos, me importan una mierda- blasfemó el señor Perkins.

      -¡Cómo quieras! ¡Pero esto no se ha acabado! ¡Esta vez pienso llegar hasta el final!- afirmó la mujer.

      -¡Escúchame bien, Cynthia! ¡Jamás permitiré que te lleves a Emily!- aseguró el señor Perkins en un tono tan autoritario y solemne, que se asemejó al de un juez dictando sentencia. >>

-¡Joder!- maldijo Spencer. ¡El tío de Emily era en realidad su verdadero padre!

Cuando finalizó el audio, Spencer lo tuvo claro. Todos los datos, la información, cada prueba... todo empezaba a ordenarse en su cabeza.

El señor Perkins tenía un buen motivo para querer quitar de en medio a Cynthia Jensen y, gracias a su riqueza y sus contactos, ni siquiera tenía que mancharse las manos de sangre.
¿Y si él hubiera contratado a alguien para que acabara con la vida de mí madre y a su vez simulase que su muerte fue un suicidio?

Las conversaciones, y quien sabe que más pruebas, que estubieron en poder del profesor Robbins, eran una información muy valiosa y comprometedora. Y puede que el señor Perkins, al ser consciente de qué tal vez pudiesen salir a la luz, o acabar en manos de la policía,  también hubiera ordenado que asesinaran al profesor de literatura. 

SEDUCIENDO A MI PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora