Conversaciones imprevistas

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Cuando tu novio se aparece en tu colegio gentilmente a recogerte no es una mala opción considerar que no piense llevarte directamente a casa sino que cometa un pequeño secuestro parcialmente consentido.
Y aunque hayas pasado la mejor tarde de todas solamente paseando por ahí, bromeando, riendo, tomando un helado y besándote con la persona que más quieres, llegar a casa puede traer algún que otro problema.

Entré a casa rogando mentalmente que el mensaje de "volveré un poco tarde" hubiera servido de algo. El problema con mis papás era que no podía mentirles. Siempre les contaba todo. Incluso ante una mentirilla blanca (que sí decía de cuando en cuando) solía preferir decirles la verdad. En todo caso, si decidiera engañarlos era demasiado complicado. Sabía que podía decir que me quedé estudiando en la biblioteca y mi mamá lo aceptaría sin reparos. Mi papá me miraría como si estuviera loca o enferma y no me creería ni una palabra. Si decía que me fui a casa de alguna amiga o que estuvimos haciendo algunas bromas, contaba con la reprimenda de mi mamá por no avisar con tiempo mientras que mi papá intentaría ocultar una sonrisa aprobatoria.

Con cuidado cerré la puerta del apartamento. Al distinguir al instante a mi mamá que salía de la cocina y me miraba sorprendida cerré los ojos con fuerza.

-Perdón -pedí sin encararla.

Oí un correteo y cuando abrí los ojos vi a mi papá saltar el sofá para caer en él sentado, cruzando los brazos y fruncir el ceño echándole una ojeada al reloj.

-¿Estas son horas de llegar, señorita?

Mi mamá había pasado su atención hacia él y lo miraba como preguntándole qué diablos acababa de hacer.

-Es que se ve más seria la regañada si parece que la hemos estado esperando molestos mirando el reloj -le contestó él entre susurros que eran más gesticulaciones que sonidos.

Volteé el rostro hacia un lado luchando por contener la risa para que no se note que lo había escuchado y entendido. Tras soltar un suspiro y musitar un "me olvidé que no tengo tres sino cuatro hijos" mi mamá volvió a centrarse en mi.

-¿Dónde estabas? -inquirió también cruzándose de brazos.

-Perdona, ma. Te mandé un mensaje ¿No te llegó? Logan vino a recogerme y salimos. No lo veía hacía... -me detuve un instante recordando que mis papás no sabían de mi salida hacía dos semanas -...hacía tres semanas y media. Casi un mes. Lo extrañaba un montón.

-Con que el tal Logan -masculló mi papá.

-Ale, me encantan que se vean y se quieran y verte contenta, pero no me gusta nadita que te desaparezcas así. ¿Qué te costaba llamar y preguntar?

-Ya casi soy mayor de edad ¿Tengo que seguir pidiendo permiso? ¿Acaso ustedes lo hacían?

-Sí y sí -contestó mi mamá con firmeza.

-Sí y... -mi papá que había empezado a responder a la vez que mi mamá y con la misma energía pareció darse cuenta de su error, bajó la mirada y alborotándose un poco el pelo susurró de manera casi inaudible -...no.

Mi mamá lo riñó con la mirada mandándole un claro "no ayudas". Él se encogió de hombros pidiendo perdón de la misma silenciosa manera.

-Lo siento, ma.

-¡Hey! -protestó mi papá.

-Lo siento, pa -me giré hacia él.

-Solo te voy a pedir que llames a avisar. No puedes solo mandar un mensaje y aparecerte casi a las ocho y media. Quizás a tus amigos los dejen hacer lo que les da la gana. Yo me preocupo. Quisiera que al menos me llames a decir que planes tienes. 

The Real Good GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora