Que pasen los refugiados

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Disclaimer: si leen algo y les parece familiar, no es mío.

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–Con eso de "que pasen los refugiados", me refería en un par de semanas, ¿sabes?

Cassandra sintió como el calor subía desde su cuello hasta sus mejillas. Ulrich la miraba desde su posición agachado junto al muro frontal de la casa, donde estaba ocupando su tiempo, al parecer, haciendo algún tipo de mediciones con un aparato de forma extraña. Ulrich tenía estudios en construcción y pensaba darle buen uso haciendo modificaciones en su casa-mansión para recibir más gente. 

Si tan sólo ella le hubiese dado más de doce horas para hacer esas modificaciones.

–Bueno, verás...–Cassandra se rascó la parte trasera de la cabeza, intentando adornar mentalmente su explicación para hacerla parecer más decente y aceptable, mientras observaba a Ulrich ponerse de pie, sacudir las rodillas de sus pantalones oscuros y acercarse a ella –...las cosas no salieron como esperábamos.

Claramente no le resultó mucho, pero era lo que tenía.

–No me digas.

Ulrich dirigió una mirada en su dirección que, para las cinco personas de pie detrás de ella, se percibió como una mirada de furia, basándose en cómo los vio retroceder un paso, alejándose de la periferia de su vista. Pero Cassandra ya parecía ser capaz de reconocer los estados de ánimos del hombre del bosque. Tenía los ojos arrugados en las comisuras y el ceño despejado. Le estaba tomando el pelo.

Cassandra decidió combatir su enojo de mentira, con una sonrisa verdadera y la única excusa que tenía.

–No pude hacer otra cosa –dijo, encogiéndose de hombros.

–Ajá, eso también me lo imaginé –la mirada de Ulrich encontró su cabello desordenado, su cara sucia y luego la manga rasgada de su blusa gris.

–Verás...iba todo según el plan, lo juro –el plan siendo que ella fuera al centro de Totton, con su mejor cara de "no estoy tramando nada, ni tengo ningún plan oculto". Debía comprar provisiones para mantener a toda la casa que, en una semana o dos estaría un poco más colmada de gente. Sólo que se adelantó un poquito en eso de las semanas. Debía comprar velas, comida varia, semillas de diferentes verduras y hortalizas, ropa y mantas. Café, mucho café... –. Pero entonces noté a cuatro tipos y les encontré caras conocidas...y entenderás que además de ti y de Sirius y de la gente de La Orden, mis conocidos en general son mortífagos... sí, muy triste, ya lo sé...entonces los seguí y noté que estaban siguiendo a un grupo de gente. Y antes de que entendiera qué diablos pasaba estábamos en camino hasta acá y...

El ruido de la puerta abriéndose de golpe la hizo sobresaltarse levemente y más allá de Ulrich vio a Sirius caminando con paso urgente hasta ellos. O hasta ella más bien.

–¿Qué sucedió, estás bien? –las manos de Sirius encontraron de inmediato su ropa rota y Cassandra se sintió volver a respirar tranquila, ante su tono preocupado. Hasta ese momento, no había notado lo nerviosa que había estado.

–Sí, sí...todo bien –Cassandra tomó uno de sus brazos, buscando tranquilizarlo –, las cosas sólo se salieron leeeevemente de control. Levemente. Mira –Cassandra se giró hacia las personas que hasta el momento se habían mantenido al margen de toda conversación. –Traje compañía. Ellos son Callista, Monique, Tobías, Darian y su novia April. Gente...–les dijo Cassandra entonces a los recién llegados, deteniéndose para mirarlos a todos a los ojos –...bienvenidos a la sede de La Resistencia.

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La mesa de la cocina, por suerte, era lo suficientemente grande como para recibir a once personas. Marge, a quien Cassandra había conocido aquella mañana, era una señora adorable, de cabello blanco y con tantas arrugas como buenas intenciones tenía en el corazón.

Ovejas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora