Velas y estrellas

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Disclaimer: si leen algo y les parece familiar, no es mío (y)

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17 de octubre de 1997, La Resistencia, Hampshire

Cassandra había tenido muchos tipos de cumpleaños a lo largo de sus, ahora, veinte años. Algunos felices, otros muy tristes. Cumpleaños con su padre y su tía presentes, y sin ellos. Con regalos y saludos, otros sólo con maullidos de Mina y aplausos de Tinkie.

Para su cumpleaños número quince incluso lo olvidó y fue a notar sólo una semana después el pequeño detalle que significaba haber dado otra vuelta al sol.

Pero, en general, no podría describir ninguno de sus cumpleaños como "raro". Con la excepción del actual, porque esa era la primera palabra que venía a su mente en ese momento, raro, mientras una multitud de personas le cantaba; la habitación siendo sólo iluminada por un batallón de velas de colores sobre un gran pastel, justo frente a ella.

Extrañamente, incluso si al ochenta por ciento de la gente que le cantaba en ese momento la había conocido hace no más de dos horas, Cassandra se encontró sintiéndose tremendamente a gusto, entre conocidos y desconocidos.

Rossie, que se encontraba sentada sobre sus piernas, le ayudó a apagar las velas y la cocina de La Resistencia se encontró sumida en la oscuridad, a la vez que se llenaba de fuertes aplausos y pequeños gritos felices.

Las luces volvieron a encenderse sobre sus cabezas y Cassandra buscó con la mirada a Sirius, mirando hacia arriba y hacia atrás donde sabía que lo iba a encontrar, parado tras la silla que ella estaba usando desde que volvieron de Andaline.

Ya había recuperado la sensibilidad de su costado, brazo y pierna adormecidos, aunque aún le costaba un poco coordinar para tomar las cosas con la mano izquierda y ahora tenía un precioso moretón a lo largo de todo su costado. Pero qué diablos, al menos ya no tenía problemas para respirar. Y poder respirar era siempre considerado punto a favor.

Mientras Marge se hacía cargo de dividir la hermosa torta que Ulrich había hecho para ella, Cassandra miró alrededor, a aquellas personas que ahora reían y recibían platos con biscocho, manjar y crema.

Las caras pálidas y asustadas de un par de horas atrás, ahora se veían serenas y relajadas. Y los rastros de sangre habían sido limpiados y las heridas tratadas y cubiertas.

La Resistencia había adquirido doce nuevos integrantes y Cassandra se encontró sintiéndose agradecida de que Ulrich hubiese pensando tan en grande al momento de acondicionar el edificio para la llegada de refugiados y aliados. Sirius y ella probablemente habrían llenado una casucha de dos pisos con quince literas y eso habría sido todo. A Merlín gracias por Ulrich.

La mujer rubia, Charlote Phillips, o Charlie, estaba sentada en una de las sillas a la derecha de la mesa de la cocina viéndose aún muy pálida, probablemente por la pérdida de sangre, pero tranquila. Luego del pequeño y poco amistoso intercambio de palabras que tuvo con Callista, se había mantenido en silencio y, aunque Callista aún la miraba con recelo, a Cassandra le pareció que Charlie era después de todo una mujer agradable. Hasta su voz aguda dejó de ser tan molesta y se hizo totalmente normal y tolerable en sus oídos. Ya ni siquiera la encontraba aguda, sino...algo infantil, quizá. Su cabello, ahora limpio, tenía en tono de rubio más pálido que Cassandra había visto en su vida.

Y eso incluía a Lucius -Rubio Platinado- Malfoy.

Charlie resultó ser además la novia del hombre negro, Cyril Blanchet. O "el espectacular hombre que detiene maldiciones asesinas con murallas de tierra", como Cassandra lo llamaba en su mente. Cyril era más o menos de la altura de Sirius, de hombros anchos, y de aspecto serio y de constante enfado, pero Cassandra lo había visto sonreír con amabilidad a los niños y, por supuesto, a Charlie. Aunque la miraba más con ojos de perrito enamorado, que con amabilidad, en realidad. Tenía treinta y un años, trabajaba como profesor de francés en un colegio muggle en el norte de Escocia y había estudiado en Francia, en Beauxbatons.

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