Quizá

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Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío (y)

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La Madriguera, 28 de julio de 1997

–¡Estás de broma! ¿Con qué tipo de flores?

–Orquídeas. Blancas.

–Oh, Dios. Yo también me habría desmayado, Molly.

Cassandra estaba en la cocina de la Madriguera, cubierta de harina, pero feliz. Tenía las manos ocupadas en una de las tareas que más amaba hacer: mezclar ingredientes hasta transformar una informe y amorfa masa en un hermoso y delicioso bollo.

O un pastel, o una tartaleta o pastelillo…o cualquier cosa dulce y comestible.

Habían decidido junto a Molly que, ya que Harry estaba de vuelta más o menos intacto, invitarían a todos e iban a preparar un almuerzo digno de poder llamarse "celebración". Y Cassandra se ocuparía del postre.

Los bollos de canela y manzana quedarían tan buenos que no sabrían qué los golpeó. Iban a tener que modificar la última edición de Una Historia de la Magia sólo para incluir un capítulo dedicado a sus bollos de canela y manzana.

En la última hora y media, ambas se habían movido dentro de la cocina casi con completa sincronía y Cassandra se había encontrado sonriéndole como loca a la mujer pelirroja. No sólo porque era amable, sino porque estaban haciendo algo juntas. Era algo pequeño, sí, compartir una actividad tan simple; pero para Cassandra era algo enorme. Gigantesco.

De pronto se encontró intentando recordar cuándo había sido la última vez que se había sentido así de feliz.

Y la respuesta a la que llegaba era una sola: muchísimo, muchísimo tiempo.

En ese momento estaban hablando sobre cómo Molly se había desmayado en la mitad de la propuesta de matrimonio que Arthur había preparado con tanto esfuerzo. Había puesto cientos de flores en el lugar donde luego construirían su hogar, La Madriguera. Y no cualquier flor. Había usado orquídeas, por todos los santos.

–Aunque si me lo propusieran con girasoles en vez de orquídeas...– dijo Cassandra retomando la conversación – quizá lloraría y luego me desmayaría.

Molly se rió por lo bajo, mientras seguía moviéndose por la cocina.

Cassandra tenía que decir que estaba sorprendida. No todo el mundo era capaz de hacer muchas cosas a la vez y Molly estaba haciendo, más o menos, 300 cosas al mismo tiempo.

Eran cerca de las nueve de la mañana y la casa seguía silenciosa. Molly le había mencionado que eso probablemente sucedería. Con todo el movimiento del día anterior nadie se iba a levantar temprano para desayunar, por lo que estaban esperando que todos se les unieran en la cocina a la hora de almuerzo.

–¿Y tú, Cassie? ¿Alguna propuesta de noviazgo digna de contar?

La pregunta de Molly sacó a Cassandra de sus pensamientos de forma repentina. Y es que sólo había una respuesta para esa pregunta. Y dicha respuesta hacía que sus mariposas dieran gritos de dolor y quisieran echarse al suelo a llorar.

–Nop.

–¿Nunca? ¿Ningún novio? –preguntó Molly extrañada, girándose para verla a los ojos. Estaba a mitad de trasladar loza hacia un estante y varios platos quedaron congelados en el aire frente a ella, a medio camino –¿O novia?

¿Ah?

–¿Qué? – ¿de verdad había preguntado eso? –¡No!

No es que Cassandra tuviera nada en contra de una relación entre mujeres, pero qué pasaba con Molly y sus ideas, por Merlín.

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