Perro

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Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

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–No hay caso, no conseguí nada.

Bill se quitó la capa que llevaba encima con movimientos bruscos. Su lenguaje corporal decía lo que sus palabras no alcanzaban a expresar: le exasperaba y entristecía de sobremanera que nada saliera como esperaban. Sobre todo si eso significaba que su amigo y compañero de batalla no tendría el adiós que tanto merecía.

Sirius notó como, tanto las palabras como el tono de voz de Bill, tenía efecto sobre todos los que se encontraban en la cocina. Sirius sintió y prácticamente observó como sus corazones se hundían en sus pechos.

–No importa hijo, lo intentaste –dijo Molly, acercándose al pelirrojo (uno de los tantos) –sé que quizás no es lo más adecuado para decir en este momento, pero aunque Alastor no tenga una sepultura digna, murió como vivió. Estoy bastante segura de que si él tuviese que elegir una manera de morir, habría dicho una única palabra: luchando.

Las palabras de Molly fueron seguidas por un cómodo silencio, mientras todos absorbían su significado. Sirius sintió orgullo por su amigo y mentor caído en batalla. Y un renovado respeto por la mujer pelirroja.

–Muy bien –dijo Molly, probablemente intentando sacarlos del oscuro ánimo en el que se encontraban todos –desayuno para todos. Cassandra está en la ducha y bajará pronto y Minerva debería aparecer en cualquier momento también.

Sirius podría haberse preguntado qué vendría a hacer la profesora a La Madriguera, si no hubiese estado demasiado ocupado pensando en Cassandra en la ducha.

Soy un maldito y enfermo perro pervertido.

–No me cuentes para el desayuno, Madre –dijo Bill, acercándose a su madre y besando su mejilla –iré a recostarme un rato. Además quiero que Fleur sepa que volví y estoy bien. Se preocupa demasiado.

Y con eso Bill salió de la habitación.

Sirius, aún desde su ubicación en la silla, observó a los ocupantes de la habitación. Vio a Remus acercarse a la mesa con una taza de té recién servida en las manos. El hombre lobo retiró con el pie una silla, para sentarse junto a Sirius. Molly se movía de allá para acá, utilizando su varita para hacer que el pan se cortara en gruesas rodajas, que la sartén se pusiese en el fuego y que el agua hirviera. Todo al mismo tiempo.

A Sirius nunca dejaba de sorprenderle cómo la mujer parecía estar haciendo cien cosas a la vez sin siquiera inmutarse.

Arthur, que había salido de la cocina sin que Sirius lo notara, entró nuevamente a la habitación y se sentó frente a Remus, al otro lado de Sirius.

–La gente siempre suele tener emergencias mágicas cuando uno menos tiempo tiene, ¿no? –comentó Arthur, a nadie en particular.

–¿Tienes que ir a la oficina? –el tono de Molly decía claramente que no aprobaba mucho el que su marido tuviese que salir tan temprano.

–Sí, me acaban de avisar. Pero creo que podrán esperar hasta que acabe el desayuno. –le dijo Arthur a su esposa, sonriéndole con amor. Molly posó un plato con tostadas en la mesa y aprovechó de besar la mejilla de su marido.

Cuando Arthur y Molly se miraban así, Sirius no podía evitar pensar en James y en Lily. En lo mucho que se quisieron. ¿Habrían sido así, después de años de matrimonio, si aún siguieran con vida? ¿Los habría observado él, una mañana cualquiera en el desayuno, como se miraban con adoración y cariño?

A Sirius le dolía un poco el pecho cada vez que pensaba en todos los "y si…". ¿Y si James y Lily nunca hubiesen muerto? ¿Y si la profecía nunca hubiese sido dicha? ¿Y si Peter nunca los hubiese traicionado? ¿Y si…?

Ovejas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora