Todo un caballero

1.9K 191 26
                                    

Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

------------------------------------------

Sólo sus reflejos sobre-desarrollados (gracias a sus años de animago) permitieron que Sirius pudiera esquivar a Kingsley, Arthur y a Remus y llegara hasta la chica antes de que su cabeza diera contra el suelo.

Con una mano sujetó la parte de atrás de la cabeza de la chica, aún cubierta por la tela de la capa mojada que traía puesta y rodeó su cintura con el brazo libre, bajándola lentamente al suelo de la cocina.

–¿La conoces Minerva? –escuchó que preguntaba Molly a sus espaldas.

–¿Que si la conozco? ¡Albus volverá a la vida sólo a maldecirme si algo le pasa! ¿Está bien? –respondió la profesora en una voz aguda. Más aguda de lo normal, si eso era posible.

Era una buena pregunta, pensó Sirius. Ignoró el resto de la conversación entre Molly y Minerva y se concentró en la chica, Cassandra. Sirius ya había decidido que era digna de confianza. Algo en las tripas se lo decía.

El grueso cabello de la chica, que en un comienzo había creído negro, pero ahora notaba que era de un extraño rojo oscuro, le ocultaba la cara. La lluvia haciéndolo parecer más oscuro aún, probablemente.

Con una mano le quitó el cabello mojado de los ojos. Estaba pálida.

Y era joven. Debía tener unos 18 años, quizás un poco más y era guapa, aunque Sirius ya lo había notado durante su discurso enfadado. La ira había hecho que sus ojos adquirieran un brillo inusual. Había sido digno de admirar.

–¿Esta bien? –la voz de Arthur lo sacó de sus pensamientos.

Rápidamente buscó el pulso de la chica. No era que pensara que estaba muerta, veía su pecho subir y bajar con cada respiración, pero parecía ser lo primero que debía hacer: chequear su pulso.

Había uno. Lento. Mala cosa. Y muy extraño.

Remus la había sacudido fuerte, pero no tanto. Solo esperaba que estuviera bien. No sólo por la chica, Cassandra, a quien ahora le debía la vida al ser ella quien había salvado a Harry; sino por su amigo también. Sabía que Remus, cuando todo volviera a la calma, iba a sentirse culpable por tratarla así. No era habitual en él comportarse de manera violenta. Era un pacifista, por eso era tan terrible para él tener que convivir con su lado salvaje.

–No lo sé –respondió Sirius recordando que le habían hecho una pregunta.

Desabrochó la capa de la chica, que estaba amarrada al cuello de ésta. La abrió y se quedó congelado.

–Mierda –fue todo lo que pudo decir.

–¿Qué? –Preguntó Arthur, asomándose por sobre su hombro.

La chica tenía puesto un vestido sin mangas, que en sus mejores tiempos había sido azul claro. Ahora era de un rojo oscuro, casi por completo.

–¿Qué le hiciste, Remus? –preguntó en un susurro Arthur, espantado seguramente por la visión de la chica desangrándose en su cocina.

Sirius hizo una mueca al escuchar su pregunta. No era algo que deseaba que le dijeran a Remus después de su ataque de ira. Él también pensaba que se le había pasado un poco la mano, pero no iba a decírselo.

–No...no le hice nada. –respondió su amigo tragando saliva. Su voz dejaba entrever que, en realidad, se estaba cuestionando si en verdad le había hecho daño de alguna forma.

–No fuiste tú, Remus –se apresuró a decirle a su amigo, mientras sacaba con cuidado los brazos de la chica de la capa que vestía y le quitaba el bolso que llevaba cruzado.

Ovejas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora